ESCAFANDRA ¿Por qué escribir? | Blanca Vázquez

Necesitamos desesperadamente que nos cuenten historias. Tanto como el comer, porque nos ayudan a organizar la realidad e iluminan el caos de nuestras vidas.
Paul Auster
Los seres humanos nos encontramos inmersos del mundo; éste, tan lleno de colores, ruidos, emociones, luces, gestos, objetos, olores, fríos, calores, asperezas y hasta rugosidades. Podemos sentir todo ese cúmulo de sensaciones gracias a nuestros sentidos, por ellos vivimos y por qué no sobrevivimos. A veces, la mano toma un lápiz o un teclado y ¡zas!, escribe. Cuando se escribe lo que se ve, palpa, huele, gusta, escucha, tratamos de ser claros, describir aquellos materiales que nuestro ojo está devorando, objetividad pura sin intervenir ningún elemento sentimental o afectivo. “Un camino angosto, lleno de lodo en tiempos de lluvia, polvoriento en tiempo de secas”. Describir.
         El artista crea una realidad nueva a través de su experiencia para con el mundo y cuando sale a la luz su obra se convierte en un artefacto social porque se da a otros, se desprende del creador para que aquellos que la leen vuelvan inteligible el texto y lo aprecien en sus más escondidas emociones: competencia lingüística y emocional.
         De ello desprendemos la necesidad seria y comprometida del escritor o escritora. Sí, se crea lo que uno aprecia pero también de manera consciente se compromete con ese que llamamos lector.  ¿Qué es lo que les ofrecemos? Kafka lo decía así a Oskar Pollack en Sobre el arte de escribir:
No puedo escribir; no he producido ni una sola línea que reconozca como mía, pero por el contrario he borrado todo cuanto he escrito después de París, que no era mucho. Mi cuerpo entero me advierte ante cada palabra; cada palabra, antes de que permita que yo la escriba, mira primero en torno suyo.
Las frases se me parten prácticamente, veo su interior y entonces tengo que acabar en seguida.
Ricardo Piglia en su texto Crítica y Ficción menciona que debe existir una convicción para poder leer “no me parece que se pueda leer si uno no cree que hay una verdad a partir de la cual se lee…”[1]  En nuestro país editar es una tarea ardua. Editar libros, plaquettes o folletines, o editar en los medios electrónicos no es una labor sencilla, por ello debe hacerse con la misma responsabilidad con la que se toma el proceso de escribir. Una editorial independiente busca crecer con el deseo de tener nuevas letras y no fomentar una homogenización de la lectura. Se sabe que la subsistencia de una editorial es un acto complicado, pero con ahínco y persistencia se va conformando el público meta al que se pretende llegar. La literatura mencionaba Paul Valéry:
Está dominada por las condiciones del público al cual se dirige. Cada libro busca un lector que corresponda, en el espíritu del escritor, a la idea que éste se hace de sus contemporáneos. Hay, en suma, en la materia literaria y artística, una especie de ley de la oferta y la demanda. Los lectores de una época dada obtienen siempre la clase de literatura que desean y que se halla en conformidad con su cultura y su capacidad de atención. Ahora bien, el hombre moderno es, en general, un lector detestable.[2] 
Escribir es mostrarse ante otros, tal vez de primera instancia no se piensa en un lector objetivo, pero sí se debe ser consciente de que toda forma artística –en este caso la literatura– no debe estar basada en posturas ideologizantes, sí bajo una postura hacia la realidad que se habita. El Estado sin duda debería brindar todas las oportunidades a la ciudadanía para fomentar la creación; pero si esto no sucediera entonces queda la palabra y la tinta para posicionarse ante aquello que atraviesa nuestra mirada.

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[1] Ricardo Piglia . Crítica y Ficción. España: ESPA PDF, s/a.
[2] Revista Crítica. Texto de consulta.

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