ESCAFANDRA El centro de mi ser niña | Blanca Vázquez


¿Qué es un adulto? Un niño inflado por la edad.
Simone de Beauvoir

Una de mis aficiones es adquirir juguetes, no lo hago por el mero hecho de tenerlos, más bien me gusta poder jugar con ellos e imaginar acciones. Un jueguito de té, un balero, un mecano, muñecas de trapo, Barbie´s, carritos (paradójico porque no sé manejar), balones de futbol soccer y de americano, muñecos de Batman y del Capitán América, personajes de la serie de Charly Brown (Snoopy es mi mega favorito), legos y playmobil; cuando voy a una tienda o ando en la calle piensen que tengo como un imán y me estaciono en los juguetes.
        He entendido que conforme van pasando los años nos vamos transformando, y con ellos se cambian la querencia, las relaciones y el amor. Es en nuestra niñez que se guardan instantes irrepetibles que van delineando nuestro destino, todo lo malo o lo bueno que hayamos experimentado van haciendo de nosotros un cúmulo de experiencias que nos enriquecen (con esto no quiero que se piense que afirmo que niñez es destino, porque sé que tampoco es así) porque tenemos una libertad descubridora; aquí recuerdo esa frase que estaba en el kinder “Niños Héroes” en CDMX, La niñez es la etapa en que todos los individuos son creadores, atribuida a Juana de Ibarbourou. [1]
       La mirada con la que veíamos el mundo era muy diferente a esta mirada de adultos, de seres que buscan racionalizar de manera absoluta y tildan de pueril a aquel que mantiene o posee rasgos infantiles. En nuestra etapa de niñez conectamos con otros Locos bajitos [2] y percibimos el mundo con ojos muy diferentes a los que años más tarde tendremos; nuestras ilusiones están más cercanas porque no pensamos nunca que no podremos llegar a ser astronauta, médico o científica, es un periodo en que las nimiedades nos inundan de felicidad (hacer bombas enormes con chicle sabor plátano me maravillaba).

Esos locos bajitos que se incorporan
con los ojos abiertos de par en par,
sin respeto al horario ni a las costumbres
y a los que, por su bien, (dicen) que hay que domesticar.

Niño,
deja ya de joder con la pelota.
Niño,
que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca.

Cuando jugamos no solo abrimos la puerta a la ilusión, también hacemos que nuestro cerebro tenga plasticidad y con ello la posibilidad en un futuro de lograr resolución de problemas o el incremento de la creatividad. ¿Ustedes no organizaban diálogos con sus juguetes o creaban un suculento manjar con lodo y hojas del árbol?
       Es fantástico también darme cuenta que no soy la única que se emociona con los juguetes o esas cosas de la infancia, porque como menciona Graham Greene [3] quienes comparten nuestra niñez, nunca parecen crecer, entiéndase que no tiene nada que ver con eso que llamamos madurez; cuánto diéramos por volver al centro del ser pequeño; yo sí desearía regresar y cuestionarme aún más. En todas las áreas del conocimiento se requiere de la pregunta y la sorpresa, y eso sólo en la infancia está potencializado. La literatura necesita de esos ojos y esas emociones honestas, luego la adultez nos lleva de la mano para creer en nosotros y seguir viviendo. He rezado por mi niñez, y ha vuelto a mí, y siento que sigue siendo tan pesada como antes, y que no ha servido de nada hacerme mayor [4].

Recomendamos:
1. Harper Lee. (2009). Matar a un ruiseñor. Barcelona: Ediciones B.
2. José Emilio Pacheco: (2018) Las batallas en el desierto. México: ERA

____________
[1] Juana de Ibarbourou, escritora uruguaya; sus obras trascendieron fronteras. En 1950 se publicaron sus obras completas en Madrid, incluyendo dos libros hasta el momento inéditos: Dualismo y Mensaje del Escriba.
[2] Canción de Joan Manuel Serrat.
[3] Escritor británico que publicó El tercer hombre y El americano impasible.
[4]. Rainer María Rilke, escritor checoslovaco que nos deja un maravilloso texto: Cartas a un joven poeta.

Itasavi1@hotmail.com
Facebook: Blanca Vázquez
Twitter: @Blancartume
Instagram: itasavi68

0 Comentarios