NO TI MEXCONDAS Nueva terminología periodística | Víctor Roura



Desde fines de marzo de 2019, en que los académicos ―en Córdoba, Argentina, durante el VIII Congreso Internacional de la Lengua Española― se pusieron de nuevo a trabajar para reformar el idioma español, han salido a la luz, aunque de manera clandestina, algunos apuntes que servirán de base para definir un nuevo diccionario sobre la terminología periodística porque, según los lingüistas castellanos, los usos expresivos de la industria de la comunicación también se han corrompido. Adelanto los esbozos que han tenido a bien filtrarme dos amigas europeas que los consiguieron gracias a que tooooooooodo el día se la pasan en el Facebook, blogueando y tuiteando, aparte de hackear a quien se deje. He aquí los futuros vocablos, que más nos valdría ir aprehendiéndolos si no queremos vernos fuera de la jugada. Transcribo tal cual la filtración ―con algunos entrelineados míos en corchetes que no necesitan, creo, aclaración alguna―, dando por entendido que estas primicias son apenas borradores (a los que, por cierto, he debido acentuar correctamente ya que en los originales carecían las palabras del olvidado acento, signo desterrado del idioma hoy en día) de lo que muy pronto tendremos, ya afinados, en los próximos diccionarios ―seguramente digitalizados― de esta muy próspera y leal Academia de la Lengua.
      1. Etica. Sin la tilde en la e [es decir, no es ya más la linda palabra esdrújula sino] es ahora una representación de lo que en realidad es en la práctica: un sujeto sin personalidad. Si finalmente todos la pronuncian acentuada en la e, ¿para qué [diablos] vamos a desperdiciar las tildes de nuestro tablero idiomático? Si acentuar las palabras cuesta más si las ponemos en los mensajes de los móviles [celulares], ahorrémonos [aquí sí no ahorremonos porque entonces los académicos estuvieran instando a los administradores de los parques zoológicos a que se abstuvieran de comprar changos] los acentos que con ellos o sin ellos las palabras no pierden su encanto. Después de todo, [los más de] los periodistas no tienen ética sino etica, la cual, esta última, se escucha como más chiquita, como más enternecedora, como sin mayor sentido, sin importancia, sin trascendencia, pero más sonoramente griega. [“¿Cómo está tu etica, compañero?”, pregunta un periodista a otro. “En su lugar: apenas si la distingo, gracias”, responde, y se va tan orondo.] La etica es como la chica o el chico [¡caray con estas correcciones genéricas del lenguaje!] a la que, o al que, pronto olvidamos: era tan insustancial que no necesitábamos de ella, o de él, ni sus besos.
      2. Industria mediatica. Coincidiendo con la búsqueda de la locución anterior, tenemos que concluir que una empresa mediatica está fusionada por dos palabras: media y ética, donde pierde su tilde, y de paso la letra misma, para ensamblarse ambas palabras con fortaleza: mediatica [no mediática, que son escasos los que trabajan en estos emporios que conozcan de las andanzas de las letras; es decir: media ética, justo la que poseen los directivos que laboran en estos acaudalados consorcios, cuya única finalidad es perseguir intereses financieros, ignorando los objetivos comunicacionales]. ¿De dónde si no procede el término? [Aunque habría que aclarar a las bellas costarricenses, para su consecuente algarabía, que el término no es una definición misógina: una media tica no es, no, una incompleta tica sino, sencillamente, un simulado reconocimiento a la incapacidad del cabal comportamiento periodístico: mediatica; es decir: media etica, ética tan disminuida que hasta el acento ha perdido, ética deformada, ética mediana.]
      3. Mercadiorismo. Pareciera que el gremio en su generalidad se entiende mediante el libre mercado, por eso se les disculpa (o, más bien, nadie discute sus debilidades ni sus aparatosos defectos periodísticos) sus constantes mediocridades en el orden informativo. Digamos, los conductores (periodistas también se llaman a sí mismos) deportivos, durante el transcurso de una transmisión deportiva, lanzan mensajes de sus patrocinadores como si tal cosa fuese un acontecimiento normal en el ejercicio periodístico. El sábado 29 de junio, por ejemplo, los locutores , poco antes de transmitir el partido de futbol México contra Costa Rica dijeron estar en un “momento histórico” para la televisión nacional: Televisa, TV Azteca y ESPN unían esfuerzos (es decir, ya no se verían como una competencia entre ellos) para estar juntos por México en un “momento Tecate”, lo cual significaba que con dinero bailaba el futbolero Perro (Bermúdez anunciaba la triangulación lleno de una vibrante emoción), porque seguramente si la cervecería Tecate no les ofrecía millones de pesos a ninguna de estas televisoras se le hubiera ocurrido tal planeación uniformadora. Y con dinero, ya se sabe, bailan también distinguidos periodistas, ajustándose al mercado de los billetes, lo que los tiene en la actualidad muy acalorados porque el nuevo gobierno no tiene para cuándo empezar a desamarrar el presupuesto de comunicación social. De ahí que este término defina bastante bien a numerosas personalidades de la prensa, enriquecidas precisamente por su zaheridor comportamiento, porque curiosamente el mercadiolista es, por lo regular, un personaje ya elevado a las cotas altas de la sociedad ya que comprende a la perfección que su oficio es el motivo esencial para acumular riqueza, y no tiene empacho en contradecir la afortunada entelequia.
      4. Periodiosmo. Si bien es un juego arcaico de palabras, precisa a la perfección el actual estado del periodismo en el mundo, cuyo bajo fondo se halla en los odios del poder, ya económicos, ya teológicos, ya políticos, ya criminales, ya sociales, ya deportivos, ya culturales. Ya no se hace periodismo, sino peri[odio]smo, donde los frutos financieros son perseguidos con insana jocosidad. Odio por todas partes, aquí, allá, acullá. Y la prensa no puede ser la excepción. Incluso hay odio entre los mismos periodistas, a los que habría que llamar, ya, periodiosos (revisar el término lo antes posible). Aunque más de un catedrático de nuestra insigne Academia ha insinuado que transformemos radicalmente este antiguamente santo oficio por el de periodiosno: otra carambola de palabras rogando a Dios que los periodistas dejen de hacer el trabajo sucio, alarmista, alacranero, impactante, del corazón [como en España son llamadas las publicaciones ligt, las televisionudas, las que idolatran los espectáculos], narco, sensacionalista, sobresituacionista, saturado, sangriento, gregario, gansteril [porque en España no escriben gángster, sino ganster, sin la doble g, porque dicen que, aparte de mirarse fea la palabra, nadie la pronuncia así sino, justamente, sin la g, y por supuesto sin acento], amarillista, mortuorio, vulgar, obsceno que hacen. “Peri ¡oh, Dios, no!” Habría que razonarlo e imponer este nuevo lenguaje. [Ya sabe finalmente la Academia Española que las Academias hermanas de América Latina ceden con facilidad a sus sabias decisiones.]
      5. Periofifistas. Dícese de aquellos que, por no estar de acuerdo con el sistema político, endilgan todos los pesares al gobierno, aunque hay quienes dicen que son los enconados con el gobierno por no abrir su cartera publicitaria dejándolos al margen de las ganancias a las que se habían acostumbrado, si bien el adjetivo procede, sobre todo, del calificativo despectivo que tenía la clase media de las personas que se sentían adineradas o con poder careciendo en realidad de ellos. “Se cree muy fifí porque es muy fifí”, canta Ry Cooder en su impresionante álbum Chávez Ravine del año 2005. Periofifistas, en consecuencia, pueden ser aquellos que creen ser periodistas no siéndolo, pero están trabajando en alguna nómina periodística. El rico y el fifí no son la misma cosa, porque el primero lo posee todo y el segundo pretende poseerlo. Lo fifí es una entidad intangible, porque más que nada es una pretensión. Por tanto, el periofifista es una figura ambigua, distanciada pero paradójicamente cercana, del ejercicio periodístico.
      6. Portaliodismo. Ya que el periodismo se va quedando cada vez más sin periódicos, surge la pululamte figura del portaliodismo donde cualquiera puede ejercer de periodismo si así lo desea creando, a modo, un portal para ver de dónde puede extraer dinero porque ya se has percatado, estos portaliodistas, que tanto a políticos como a empresarios les va importando menos el contenido informativo a cambio de una caudalosa numeralia en seguidores, de ahí que portaliodistas sin ser periodistas mantengan likes millonarios en busca de la riqueza sin ningún ánimo social.
      7. Prenza. Medio donde se adornan las noticias. Como a las niñas, que las embellecen con una trencita a cada lado de la cabeza, igual la prensa debiera revertir ya, en su totalidad, su presentación desde la portada, como lo hacen ahora ―con desinhibido desparpajo― numerosas publicaciones, como si fueran pantallas de televisión: descabezados y nalgas redondas, asesinatos y cuerpos perfectos, secuestros e infidelidades, mentiras y enriquecidos, salvajismo y fama. Y como ahora a las palabras con zeta hay que escribirlas con c [igual hay que redactar ceta, ya no zeta, de modo que los Zetas van a perder, por gracia de la RAE, su peregrina identidad], habría que diferenciar la prensa, como hasta ahora infortunadamente se escribe, con la contemporánea prenza, que se adorna como las madres atildadas adornan a sus hijas con trenzas en la cabeza... [Pero, vamos, ¿dónde más pueden ir las trenzas si no en la cabeza? Sin embargo, si los académicos definen a la culebra como un reptil ofidio sin pies y muy largo respecto de su grueso, ¿por qué no habrían de aclarar que las trenzas tienen que estar en la cabeza? Hay africanos, sépase, que se hacen trencillas en los sobacos. Y decimos trencillas porque es imposible que se trate de trenzas, ya que éstas se hacen con el cabello largo... no con el corto, tal como está consignado en el Diccionario de la respetada RAE.] Prenza, en los tiempos donde la Internet está a un paso de superar a los medios de papel, sería un nombre más apropiado.
      8. Repostrero. Reportero es una palabra ya en desuso. Un reportero ya no reporta. [Incluso, las autoridades ahora son las que dicen qué es noticia y cuál no; ahora que los Twitter son elementos imprescindibles para difundir las noticias, los oficiantes de la comunicación no tienen otra cosa que esperar a que los funcionarios, los banqueros, los artistas, los deportistas, los políticos de alta alcurnia escriban sus tuits para inmediatamente proceder a divulgarlos; en este sentido, los boletines de prensa ya también se van haciendo, si no es que ya lo son, innecesarios: gracias a las redes sociales la información cada vez más se va uniformando.] Por eso repostrero se apega más a las actualidades, porque el que reporta lo hace después del banquete que previamente ya ha ofrecido la industria mediatica en contubernio con la comunicación oficial; de ahí que su nota, como los postres, vayan detrasito (detrasito, no detracito) del grande guisado que ya se devoró. [“Pase usted, señor repostrero, que puede usted investigar ya lo que todo el mundo sabe”.] Y los repostreros sabrán qué hacer, desde luego. Escribirán la nota que ya todo el mundo vio en sus aditamentos digitales con antelación [ojo: hay que definir si antelación debe escribirse con s y sin acento], pero en su personal estilo.

       9. Tudismo. No es un asunto de misticismo espiritual [¿pero hay para la RAE un misticismo que no sea espiritual”], como el budismo, aunque casi. Pues el ludismo electrónico ya se ha vuelto un ejercicio de semánticas fervorosas, como para los católicos asistir a misa los domingos. Por lo tanto, ya se han diseñado periódicos (teóricamente todos) para los portadores de los soportes digitales: se han acortado los textos [los españoles llaman “sábanas” a los reportes largos] para otorgar prioridad a las imágenes, como ha corroborado con éxito inusitado YouTube. [Y han surgido los memes, ja ja, como cartones humorísticos de las redes sociales, ja ja, donde con ilustraciones, ya sea un collage o una fotografía “intervenida”, se comenta, ja ja, con humor, a veces con comicidad, los temas del día, los trending topics, para usar el vocablo correcto: los memes, ja ja, qué risa, se desternillan de todo, hasta de las propias madres de quienes los acometen, ja ja, con tanto humor que en ocasiones basta un solo cartón para hacernos, ja ja, el día.] Los tuits son ahora los textos periodísticos. De allí su apresurada abreviatura: tuits, que suplen al viejo periodismo. La cuestión es leer cada vez menos. Tu(itsperio)dismo. Finalmente sigue siendo un ismo. Mientras se escriba menos, mucho mejor. Al rato, para traducir el mundo, sólo van a ser necesarios los gestos. Entonces los diarios se van a transformar en señalizaciones, nada más. Como cuando en la televisión aparece en un recuadro una persona que va hablando en el lenguaje de los sordomudos para la rápida comprensión de los entendidos en dicho silencioso idioma. Hacer tudismo es construir un camino paralelo: con pocas palabras, en tuits acelerados, decir lo suficiente. [Los diseñadores-publicistas españoles, con sus bufetes especializados, han desterrado ―por lo menos en México, con la anuencia de directores-empresarios de distintos medios de comunicación― de las páginas las “sábanas” porque, según aseveran los nuevos filósofos de la prensa, lo que quiere la gente es mirar, no leer; tuitear, no reflexionar; pasar los ojos por encima, no introducirlos en las páginas]
VÍCTOR ROURA. Posee una trayectoria de más de 40 años en el periodismo cultural. Fundador de importantes medios en el país, como Unomásuno y La Jornada, y creador de la sección cultural de El Financiero, así como de los periódicos culturales De Largo Aliento y La Digna Metáfora. Es autor de medio centenar de libros en los que ha explorado el ensayo, el cuento, la poesía, la narrativa e incluso la ilustración para hablar acerca de rock, erotismo, prensa y literatura (poética y narrativa, sin hacer a un lado las letras infantiles); se ha adentrado en la crónica de las perplejidades del medio escritural e informativo y demás jocosidades del ámbito en el que se ha desempeñado toda su vida. Subdirector cultural de Notimex.

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