[Lunes 27 de mayo. 4:32 p.m.]
No sé por dónde empezar. Uno no se acostumbra a ciertas preguntas y menos aún a la inquietud de responderlas. Tengo la impresión de que aún no sé qué decir pero a la vez, temo a permanecer eternamente en el sillón de las meditaciones. Como verás, no estoy a acostumbrada a la meditación y al silencio. Lo que escribo regularmente surge del arrebato, de la emoción, de las batallas que a veces son las horas. Medito cuando pienso en los colores y las fotografías. Es por eso que así te respondo, en caída libre, como quien se niega a demorar la muerte.
Considero que parte de mis textos efectivamente son eróticos. En lugar de textos, borradores, retazos, porque no sé si se les pueda considerar poemas o cuentos o intentos de escribir novelas. No recuerdo con exactitud cuando comencé a escribir este género. Fue como algo vertiginoso, colocar una palabra aquí y otra allá, hacer con las palabras el cuerpo del deseo, la anatomía de éste y la respiración. Sobre todo la respiración. Yo era el deseo y como la edad no me permitía más que el temblor de la imaginación, comencé a escribir lo que yo suponía era el incendio en la alcoba.
No me he puesto a pensar de manera detallada sobre lo erótico, tal vez, ni siquiera tenga una definición y para darla acuda a sus verdaderos autores. Puedo decir simplemente que me siento cómoda con el género, que lo disfruto y que lo vivo. El erotismo va de la mano con la naturaleza del hombre. Naturaleza animal y salvaje. La razón (otros la llaman moral) mediará entre el impulso y la comunidad que son dos cuerpos o tres o infinitos. De esto se trata el género, el autor que escribe desde su propia experiencia y el lector que la vuelve propia. El género no se acaba mientras exista el hombre y la mujer; mientras estos (no cuestiono la selección de sexos, el hombre también por naturaleza es libre), busquen un tiempo en sus vidas y compartan la respiración, el cuerpo, sus desembocaduras. Además ¿quién no curiosea imágenes, textos, videos, música, que sustente sus ahogos, la temperatura exacta?
[Miércoles 29 mayo, 6: 15 p.m.]
Tuve que hacer una pausa. Mi vida se divide en muchas ventanas, en fragmentos de estas. Quisiera tener el tiempo necesario para concluir los textos iniciados. Digamos que en mi escritura siempre hay un reloj, se detiene entre el ir y venir del trabajo a la casa, de mi escritorio a la cocina, del jardín a la plaza donde contemplo el sol estallar o hundirse como barco desvencijado. Lo programo así, siempre a favor de lo que cruza lado a lado mi existencia.
Déjame retomar el tema, déjame pensar “eróticamente” y tratar de comunicarme contigo. ¿Qué haces tú mientras me organizo en lo inconcluso? Por supuesto que las posibilidades del género son infinitas, es una necesidad como comer, pedir una taza de café, un cigarro. Respirar. Sí, respirar luego de que todos los caminos del cuerpo (las sensaciones como algo que se vislumbra o lo que es ya vislumbrado), han sido delineados con los dedos, la lengua, el sexo mismo. Hace falta sí, más autores que de manera seria escriban el género (es más fácil acercarse a la pornografía que al erotismo) y más editoriales, serias también, que lo publiquen. Y que se pague por escribir y, por qué no, por leer. Desafortunadamente, falta todo en este país.
Las fotos o links eróticos que cuelgo en el twitter o en el face, son inquietudes, como tú dices. Me interesa la mujer exclusivamente; desnuda y en todas las posiciones posibles. La mujer y el sadomasoquismo en la creación efectiva de nuevas e imprevistas posibilidades de placer, como dicen los expertos. El sado, siempre y cuando se trate de un juego. No lo práctico, me gusta verlo. En mi caso, es el amor romántico. En fin, mujeres con las que me identifico y son de alguna manera, la proyección de mis yo. Sólo una proyección, porque antes, cuando cruzaba los vericuetos de la adolescencia y de la primera juventud, creía firmemente que me gustaban las mujeres y como resultado del contacto carnal que establecí con ellas, están algunos poemas catalogados como lésbicos. Pienso, por ejemplo, en Diana Alicia que en algún libro mío tomó el nombre de Olga Lucía y que ahora, muchos años después, vuelve disfrazada de Susana o Carmen o Alicia o Inés.
El paso del tiempo interrumpió mi contacto con las mujeres. Me casé con un hombre que rompió mi piel y luego con otro, para el que soy todos los tactos. Puedo decir que estoy a ritmo con él, plena, estable, y por supuesto, habitada. Sin embargo, vuelvo a lo erótico, a las mujeres. La vida es un constante discurrir entre lo real y lo imaginario. No puedo dejar ni el género ni la forma perfecta de la mujer desnuda en medio de la cama, el volumen de sus senos o sus nalgas. De alguna manera, inquietudes que en la fascinación me ayudan a encontrar sentido a las palabras, acomodadas aquí y allá, en el verso, en la prosa. Efectivamente, el erotismo es escritura.
Abrazos
Photo by Aleksandar Pasaric from Pexels
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