I
La sangre llama a través de la sombra y de la tierra. Grita desde lejos con sus pájaros peregrinos y deja todo el miedo en la frente.
La sangre abruma, deja recintos inacabados.
II
¿Qué haré con tanta sangre?
Obedecer el llamado con los ojos moribundos.
Tapar el oído soberbio
o naufragar sin pedir explicaciones.
III
A lo lejos está una pocilga de almas con gusanos.
Voy hacía ahí, pero no al Sur, más allá.
IV
Hacia donde voy está el hogar de mis ancestros. ¿Cuál manía la de ir a molestarlos?
V
La casa está en algún lugar que nadie recuerda, porque nadie volvió, ni Eva con su manzana y su desnudez, ni Adán agarrándose del sexo en un terreno precario, lleno de vergüenza.
VI
Ha llegado la hora del juicio. Hay que extender los pies y cruzar las manos en un cofre. Nunca gritar que somos culpables porque nadie se va limpio. La suciedad viene del origen y nadie ha podido hacer nada, ni siquiera el Hijo que se baña en aguas santas.
Ha llegado la hora del olvido. Hay que borrar a todos de la mente y después a uno mismo para yacer en armonía. Nunca decir que no cargamos a nadie en los hombros porque nadie se va solo. Siempre hay alguien en la espalda.
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