Juan
Carlos Onetti Borges. Onetti y su rutina: muere de angustia por las
tardes, escribe y nace de madrugada; a veces lee novelas policiacas
que le permiten, un poco, curarse de la desesperación del insomnio.
Cuando quiere –como león perezoso–,
escribe algunas de las mejores novelas y cuentos en español del
siglo XX.
Onetti
en fotografías ocres bajo una sombra eterna de fastidio. Onetti que
camina medio vestido en el pasillo de su apartamento, trata de
escribir y no puede, trata de leer y no logra sostener nada, escucha
que tocan insistentemente la puerta dee su apartamento. Camina;
bosteza. Nunca le abre la puerta a nadie. El escritor y sus
memorables libros: El astillero, El
pozo, Juntacadáveres, Cuando ya no importe.
Onetti
que se emborracha un día sí y el otro día también con la ayuda de
un ingenioso artefacto hecho de mangueras, popotes y vasos que le
resuelve levantarse lo menos posible de la cama. Onetti con su Carlos
Gardel y su William Faulkner. Con la ternura de sus mujeres y la
desdicha de los sueños realizados. Onetti y sus personajes: dueños
de cabarets clausurados, empleados de astilleros abandonados, hijas
de tuberculosos, travestis que sólo tienen para cenar sardinas
enlatadas, mujeres con las que nadie baila. Onetti con sus tramas con
olor de ginebra, sudor y tabaco oscuro.
Onetti
y el inventor de un estado de ánimo: Santa María, el pueblo donde
nacen y se matan sus fantasmas. Onetti que destroza emocionado el
espejo de su baño después de haber leído un relato de Cortázar.
Onetti y la deslealtad, el engaño y la desdicha, del que sus
compañeros de oficina dicen: “Pobrecito, no es de este mundo”.
El mismo que escribe en su primera novela: “pero todo esto me
aburre, se me enfrían los dedos de andar entre fantasmas”. El que
entendió el amor, la compasión y la desesperanza como muy pocos.
Nuestro querido Juan Carlos. Él
y su vida breve: “Escribir, hacer de vez en cuando el amor y
beber”.
MARCO
ANTONIO CERVANTES GONZÁLEZ. A veces escribe y a veces da clases.
También, en muchas ocasiones, lee a Juan Luis Guerra y escucha a
Julio Ramón Ribeyro. Estudió Ciencias de la Comunicación en la
UNAM; le va al América, por cierto.
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