Nuestras inteligencias son cada vez más pesadas,
henchidas de fanatismo y libros sagrados,
pero faltas de compasión.
Armando González Torres
Para el lector comprometido con el descubrimiento de
nuevos textos, no existe mayor placer que recorrer las calles de la ciudad para
encontrar o redescubrir lugares, libros u objetos. El edén prometido de los
asiduos a bazares vintage y librerías de segunda mano ocultas en los barrios paupérrimos
y de alto riesgo de la ciudad: Si vieras
la clase de libros que se mueven en La librería Acapulco, no lo creerías. Valiosas reliquias que
circulan en el mercado negro y llegan hasta allí, prometidas ya, a
coleccionistas privados. Yo no lo sé de cierto, son rumores que alguna vez
escuché decir a alguien.
Hace un mes encontré un
pequeño tendido sobre la banqueta de una concurrida avenida al lado de una
joyería y un café de chinos, en el centro de la ciudad, un montón de libros
viejos apilados en venta. Entre ellos, llamó mi atención uno llamado Las
genealogías.
Veinticinco pesos por un
libro del Fondo de Cultura Económica, segunda edición 1982, de Margo Glantz. La
ficción autobiográfica no deja de parecerme atractiva, a pesar de ser uno de
los recursos más utilizados cuando de comenzar a desplegar una probable
vocación literaria se trata: echar mano de la propia existencia condenando a
otros a leerla. Suele suceder cuando una lectura engancha, todo un mes y algo
más mi conversación giró en torno a una familia de inmigrantes judíos
arraigados en el México de los años veinte. Su temática bien podría imponerse
como un libro académico; una lectura amena y de ricos matices culturales. No
tardé en recomendarlo en la siguiente reunión de lectura.
***
Irma tiene una revista electrónica dedicada al arte y
la cultura. Propuso rescatar un autor, y la dinámica consistiría en ingresar a
alguna red social, ubicarlo y solicitar una entrevista. Irma contactaría al
escritor Alvaro Enrigue (La muerte de un instalador), Laura a Carmen
Boullosa (Xe bubulú) y yo a la señora Glantz (ya que fueron los
escritores que habíamos leído o “descubierto” en los últimos meses). El desafío: lograrlo en tres días.
Rastreé a la señora Glantz
dentro de la comunidad twittera. Se mantiene activa, lúcida y afilada a
sus más de ochenta años. Con afanosa insistencia
comencé a seguirla, realmente interesada, motivada por el libro que semanas
antes había leído.
–Señora, ¿por qué la quiero
como siento quererla? –Fue mi primer tweet. Sí, cursi, ramplón e
indefenso. ¿Cómo habría de responderlo? En absoluto.
–Un persistente olor dulzón
a sangre coagulada. Me gusta la frase, es mía: narcisa –tuitea la Glantz–. Un intento para detener la vida y preservar
la memoria ¿el twit? –se cuestiona.
–Todo pasa y nada queda.
Algún día morirán nuestros muertos –le respondo.
–Leo que las huellas
dactilares son únicas, pero se pueden clasificar en cuatro tipos: lazo,
compuesta, arco y espiral.
–Si existen solo cuatro,
¿cómo pueden distinguir al culpable entre millones de personas? –twiteo.
***
Al segundo día le envié un video musical con una de
sus canciones favoritas. Lo acompañé con el comentario “me lo dijeron las
páginas de un libro”. La carnada está puesta en el anzuelo. El fenómeno Twitter surgió como una forma de
mensajería interna para la compañía de Podcasts Odeo,
Inc., de San Francisco, Estados Unidos. Su creador Jack Dorsey escribe
el primer tweet el 21 de marzo del
2006. Recuerdo su eclosión en México, fue tal, que no pocos pensaron que para
acceder a una cuenta de Twitter se
requerían de habilidades especiales y un coeficiente intelectual por encima de
la media, pues concretar el mensaje en menos de 140 caracteres, requería de profundidad de análisis y una buena
dosis de genialidad. El escritor Alberto chimal fue una de los que más jugo
sacó de la novedad, ya en 2011 había publicado Historias de Las Historias que no fue otra cosa que el resultado de
una convocatoria que lanzaba cada mes a los usuarios de Twitter para que se inspiraran en un microrrelato y microficción en
los caracteres que permitía dicha red social. Bueno, parece que el video
no resulta…o no resultó. La mujer no dialoga, no responde. No veo mis twits
en su página ¿cómo funciona esto? Son las diez de la noche y la señora Glantz
no entra en la red.
***
Tercer día:
–Releer a Perec es una
gloria!!!! [sic]. –Reaparece la Glantz.
–Señora, leí Las
genealogías y me ha encantado. Es bueno rescatar un libro del pasado ¿Qué
le parece?
–Perec tenía horror del
sentimentalismo. ¿Cómo eliminarlo de la realidad cotidiana hoy? Sería
saludable.
–Señora divina. ¿Cómo
amaneció hoy?
–A las mujeres hay que
golpearlas en lugares blandos para no dejar huella: imanes (religiosos).
–Señora… me está golpeando
la autoestima.
–Ayer hablé sobre Monsi en
Minería, la gente lo sigue queriendo, vino su fantasma a oírme.
–Afortunado aquél desde el
más allá que es percibido, en el más acá –tuiteé en clara señal de derrota.
Enriquecida por la
experiencia, George Perec se encuentra entre mis Dioses terrenales –al igual
que le sucedió a la señora Glantz– quedaré invitada a releerlo. Al caminar por
los tendidos de libros, aún busco con la esperanza del descubrimiento. Es
loable rescatar un autor, aunque, éste, quede velado por su impenetrable
persona, entre un montón de libros viejos apilados.
________
CONSUELO SÁENZ. Mi formación es la sociología.
Mi pasión es el género biográfico y la entrevista. Norteña pero brava.
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