¿Por qué leemos a Nettel? Comentarios sobre el libro La hija única ** El texto es una forma de leer la desacralización de los lazos sanguíneos | Victoria Martínez


Por estos días, el mundo se ha despertado con la noticia de la muerte de la gran Raffaella Carrá, su irreverencia y su música han pegado la vuelta al globo durante más de cuatro décadas. Pero tal vez no nos hayan llegado sus ideas más innovadoras, sobre todo quienes participamos de generaciones nuevas que sólo comprendemos algunos estribillos pegadizos de la blonda italiana.

Leyendo homenajes y entrevistas, nos enteramos de que Raffaella supo decir no a la maternidad, cuando era su momento indicado, en pos de priorizar su carrera y eso fue todo un acto de rebeldía contra la impostura patriarcal.

Esas lecturas me llevaron sin escalas a La hija única (Anagrama, 2020) de Guadalupe Nettel. Lo cierto es que la novela de esta escritora mexicana que se las trae no representa exactamente una novedad editorial. Va por su cuarta edición y recorre el mundo, pero nos devuelve al pensamiento de lo que implica la maternidad y los vínculos sanguíneos en la actualidad.

En Argentina, fue presentada por Mariana Enríquez, a través de la plataforma de YouTube, puesto que la obra se editó en plena pandemia. Formatos alternativos a los que nos acostumbramos para divulgar lo que es digno de leerse y, si lo hace la Enríquez, es casi un éxito asegurado de buena trama.

Tres mujeres frente a la decisión de parir, Laura quien narra y desoye permanentemente el mandato social, encarnado en el personaje de su madre que la hostiga con la pregunta acerca de cuándo será madre. Alina, su amiga que sabe que ha elegido llevar un embarazo adelante que es a la vez vida y muerte, nacimiento y duelo ; y Doris, la vecina de Laura, una madre soltera que encara como puede una maternidad que le queda grande.

La elección se presenta como la posibilidad, pero cada vez que la mujer elige, abre un mundo y cierra otro. Los vínculos familiares se distorsionan como si estuviésemos viendo Todo sobre mi madre de Pedro Almodóvar.

El texto es una forma de leer la desacralización de los lazos sanguíneos, la idea de la maternidad, la aceptación y adaptación a las decisiones que las mujeres afrontamos.

La ciencia que se equivoca, una madre que usa el parto como despedida, sin saber que inicia un camino de crianza particular, otra madre soltera que lucha contra los trastornos de comportamiento de su hijo y una mujer no madre, tan mujer como las otras. Laura, una narra dadora que esquiva para siempre la posibilidad de ser madre y vive la cuestión de maternar, a través de las historias de estas otras mujeres. Todas, frente al acomodamiento y nunca en actitud de sumisión.

La obra, a simple vista, bien podría parecer una mirada oscura y pesimista sobre la maternidad y sus formas, pero termina siendo una forma de alivianar el peso, de descargar a las mujeres de sus supuestos roles esperados. Rompe con la sobrevaloración de la maternidad en términos tradicionales e invita a salirse de sus esquemas agobiantes.

Retomo algunas lecturas en las redes sobre Raffaella, se le suman otras decisiones que fueron todo un hito feminista. El pedido de contratos millonarios equiparables al de los hombres del espectáculo, la mujer que no se hacía eco de lo que se esperara de ella, e incluso el dato de darse el lujo de rechazar al mismísimo Frank Sinatra para evitar perder algo de su libertad.

La subversión del orden de prioridades de las mujeres se me viene a la cabeza en la vida diaria de millones de mujeres que luchan, en esta cantante que luego de más de 40 años de carrera eligió ser ella a como diera lugar y; en la vida de Alina y Doris, que a través de la voz de Laura, que nos hacen imaginar que ser madre es posible, pero no ineludible, que hay libertades en medio de elecciones determinantes y para siempre.

Las imagino sentadas, viendo a sus hijos jugar juntos, fumando un porro, como en la novela y por qué no, escuchando Dame la libertad, en italiano.

Fotografías de portada tomadas de internet.

MARÍA VICTORIA MARTÍNEZ. Argentina. Profesora en Letras por la Universidad Nacional de La Plata. Maestranda de la Maestría en lingüística de la misma casa de estudios. Profesora en la UNICEN en cátedras de producción de textos y Lingüística. Vicedirectora del colegio preuniversitario de la UNICEN. Profesora de Teoría Literaria y lingüística en el Instituto Superior de Formación docente N 156, ciudad de Azul. Buenos Aires.


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