POESÍA El fémur del Lacayo (fragmento) | Yendi Ramos


LA HERENCIA DE GINA

Soy la piedra más vulgar del río.

Dios es ese Demonio
que me dijo cómo soñarme
en los labios del Hombre
a mantener mi palma sobre la superficie de un latido
y su agitada ebullición.

Esquina es mi brazo
donde te guardo, Extraterrestre, para no tocarte con el ímpetu, la intemperie.

Soy el mercurio y su plañir de plata
la Una, no muy catastrófica evidencia
que se presiente por la obviedad del orden de las cosas y su primer trazo.

Soy una morsa y pelos.


LA VERSIÓN DE ELENA

Sí, Señor, 
en la comisura más vulgar o fina recorre la voz de una madre: la salud.

Y hay días en que lo bello se niega
no se almuerza pescado ni se mira tan clarito a Orión
Una no se siente como si las estrellas, esa jauría, como si esas flores, ese aire…

Por eso, Señor, le quito el sombrero y avanzo; pero las cosas no son así.
Con usted recorro cumbres. Con él la preciosa luz de la pradera.
Con él las piedras tienen sabor a agua deliciosa, de nueva era: nacimiento.
Con usted dan ganas de sentarse nada más en la banquita.

Por eso, Señor, ¿vea usted bien los huesos?
Aquí de tierra, jabón y polvo, aquí de dedos, de unas cuantas letras.
Y de vez en cuando me como un pato.  


LA CARTA DE AUGUSTO

…pero en realidad, date cuenta de que nuestro mundo
es un moho que ha crecido en un planeta minúsculo…
Levin en A. K de León Tolstoi

Querido padre:


Para borrar el efecto de mi pelleja he oído al idiota. Decía algo así como “que le corten la cabeza por chillón”. Y nomás me acariciaba la espalda. Mi alma siempre ha tenido arena. Una heredad revolcada, padre, por sinceros e irremediables nortes. Qué fácil es morder la fantasía, cuando se está solo, frotándose a ella con aparente sumisión y salvajismo; sin vergüenza ni modo posible de encontrar el límite. Yo que soy agua, nada le debo al fuego. Le miro con cautela, le toco con la obstinación; pero no estoy de ese lado del puente. Hay un plano más dulce en mi esquina. Una circunferencia que tiene picos, tres picos como de niña. Una niña dulce que se deja acariciar por un viejo verde rabo. Cuando pienso en mi madre, creo que tengo algo de ella: la forma de pintarse las uñas, más no su ondulado pelo, y menos, sus morados, los pezones. Y de ti, ¡mira que tengo la rabia de no mirar al que me habla! Yo sólo sudo, escondo mis manos y sudo. ¡No vaya ser!, que alguien nos robe el tabaco. Mi alma también es de cemento, padre, tan gris, tan frío, tan lejos de la piedra. Y escribo, padre, para que sobes mis, éstas, mis vocales.
Aquí. Sí. 


YENDI RAMOS (Oaxaca, 1982). Publicó en las antologías Desde el fondo de la tierra, poetas jóvenes de Oaxaca (Praxis, 2012); Moebius. Memoria del primer encuentro 2010. Poetas nacidos en los 80 (Sikore Diseño y Sapiencia, 2011); y Cartografía de la literatura oaxaqueña actual (Almadía, 2007 y 2012). Ha colaborado en La Jornada Semanal y en la revista Este País.


Pere Portabella. Fotografía tomada de —Blog Intermedio



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