ACERCAMIENTOS Raúl Gómez Jattin, preso en el infierno de los paraísos artificiales | Julio César Aguilar



El primer acercamiento de Raúl Gómez Jattin a las drogas tanto legales como ilegales —aunque en ese caso con fines terapéuticos, necesario por su asma que padeció en la niñez, desde que tuvo conciencia y hasta los nueve años—, fue por un medicamento que sus padres le administraban y que le ocasionaba alucinaciones. Desde esa edad fumaba de medio a un paquete de cigarros, ya que su madre le había enseñado a fumar unos cigarrillos contra el asma. Cabe mencionar que, incluso hoy en día, los medicamentos contra el asma se pueden usar de forma injustificada por los jóvenes, debido a los efectos secundarios producidos, ya que tras su administración el individuo respira de forma más adecuada y por lo tanto piensa mejor. Esto se debe a que el riego sanguíneo que recibe el cerebro está mayormente oxigenado. Por otra parte, estudios médicos recientes exploran la asociación, que suele ser peligrosa, entre el asma y la drogadicción. A partir de Marcel Proust, hasta la fecha, el tema del asma ha sido un motivo literario.

Gómez Jattin conoció a los catorce años, además, el ron y los burdeles a los que su primo iba con frecuencia, [1] aunque el poeta aclara que sólo tomaba bebidas alcohólicas ocasionalmente, en fiestas o en reuniones sociales. Él mismo ofrece información relevante sobre sus adicciones: “En la vida consumí alcohol, marihuana, hongos, bazuco, cocaína y pastillas de diversa calidad. Sobre todo marihuana” (citado por Fiorillo 67), la que empezó a consumir desde los 25 años, especialmente cuando se sentía agitado o durante el proceso creativo, pero de acuerdo a él en pocas cantidades y sólo para tranquilizarse, ya que la escritura le producía excitación y “[L]a marihuana era buena. Ayudaba a la imaginación” (67), aunque después señalara que esa droga le “traba[ba] la sintaxis” (104). Gómez Jattin siempre enalteció los efectos positivos de la droga como intermediaria en su labor poética, tanto es así que hasta escribe un “Elogio de los alucinógenos”. Esa postura del poeta ante las drogas recuerda a Thomas de Quincey, quien en su obra autobiográfica, Confesiones de un opiófago inglés —¿la habrá leído Gómez Jattin?, ¿lo influiría en su conducta frente a las drogas?—, diserta sobre las propiedades del opio mientras relata sus experiencias con dicho estupefaciente. De acuerdo al escritor británico, el opio no causa intoxicación, y se diferencia del vino por los efectos que produce: “los afectos morales se encuentran en un estado despejado y sereno; y, por encima de todo, se halla la gran luz del intelecto majestuoso” (66), mientras que con el vino el bebedor pierde el control de sí mismo, como lo menciona enseguida de Quincey. Así, para Gómez Jattin, los alucinógenos son dignos también de elogiarse:

Del hongo stropharia [2] y su herida mortal
derivó mi alma una locura alucinada
de entregarle a mis palabras de siempre
todo el sentido decisivo de la plena vida
Decir mi soledad y sus motivos sin amargura
Acercarme a esa mula vieja de mi angustia
y sacarle de la boca todo el fervor posible
toda su babaza y estrangularla lenta
con poemas anudados por la desolación
De la interminable edad adolescente
otorgada por la cannabis sativa [3] diré
un elogio diferente Su mal es menos bello
Pero hay imágenes en mi escritura
que volvieron gracias a su embrujo enfermizo
Ciertos amores regresaron investidos de fulgor
eterno Algunos pasajes de mi niñez volcaron
su intacta lumbre en el papel Desengaños
de siempre me mostraron sus vísceras (68).

La droga le ayudó a Gómez Jattin a tener el valor necesario para, sin reticencias, expresar en su obra la angustia que lo atormentaba; o en otras palabras, lograr que el sufrimiento existencial hablara desde su realidad, tanto en su aspecto positivo mediante el fervor, como en el negativo a través del sinsentido, referido en el poema anterior con el término “babaza”, hasta conseguir que esa angustia crónica se asfixiara con la escritura del poema. No obstante los efectos devastadores de los hongos, de los que estaba consciente el poeta —los que por otra parte abrieron los canales de su imaginación creativa y precipitaron luego su locura—, el papel que desempeñaron en su escritura poética fue decisiva. De la marihuana, el poeta ofrece otra versión, hace un elogio diferente. Aunque fue menos efectiva, según él, que los hongos que le produjeron alucinaciones, la marihuana también contribuyó en gran medida a la escritura del poema; además su consumo lo hacía feliz, según le confesó cierta vez a Zita Figueroa, esposa de su psiquiatra (Fiorillo 185).

En una ocasión, unos amigos de Gómez Jattin que ya habían experimentado previamente con los hongos alucinógenos, le comentaron de los efectos que producían éstos, de la percepción extrasensorial y del chamanismo. Para esas fechas el poeta había leído a Aldous Huxley [4] y tenía conocimiento de sus tentativas con diferentes tipos de drogas, así como también de las de Antonin Artaud con el peyote, por lo que Raúl se interesó en probar los hongos y tener una experiencia psicodélica. Cuando consumió los hongos que fue a buscar en compañía de sus amigos Juan Manuel Ponce y Antonio Caro, tuvo una sobredosis que le produjo una regresión a sus primeros años de vida. A partir de ese momento, Raúl volverá a consumirlos una y otra vez.

En una carta a Juan Manuel Ponce, Gómez Jattin le escribe: “Me muero de ansias míticas por cuatro stropharias. Mi alma en pena y la poesía colombiana de la próxima década dependen en gran parte de esos hongos sagrados” (citado por Fiorillo 191). Sobre la experiencia de Raúl con los hongos, Ponce comenta: “Todos tuvimos viajes muy fuertes, comimos cantidades; pero lo de Raúl no era una cosa normal. Yo alcancé a asustarme porque entró en un silencio absoluto, no le salía una palabra, caminaba como un niño aprendiendo a caminar, un poco sin equilibrio” (Ory 69). Tiempo después, el poeta y Juan Manuel hablaron sobre lo que le había sucedido ese día con los hongos, comentando que había tenido una regresión de millones de años, que se había visto desde antes de ser un homo sapiens. Ponce opina que las drogas fueron muy importantes para Gómez Jattin, como una especie de ayuda que él se daba a sí mismo con ellas (Ory 70).

Así como el asunto de la zoofilia ya se encontraba presente desde Poemas, de igual manera lo está el de la droga: “Como yerba fui y no me fumaron” (1) es el primer poema que abre el libro, compuesto de un solo verso. De un modo no tan sutil ese texto hace referencia a la droga, ya que yerba —o hierba— es otro nombre que se utiliza comúnmente para referirse a la marihuana, la que también se conoce en algunos lugares y de un modo más popular como mota, yesca, bareta, cáñamo, entre otros términos más.

A Gómez Jattin se le ha llamado en ocasiones “poeta maldito”, o por lo menos se le ha asociado con dicha expresión, en alusión al grupo de poetas que fueron conocidos con ese terminología, misma que despreciaba Raúl diciendo: “Malditos sean los que creen que soy un poeta maldito. No me interesan esas antinomias. No viví del alcohol ni con prostitutas” (citado por Fiorillo 76). Sin embargo un poeta maldito puede considerarse básicamente a aquél que contradice los valores sociales, provocando con su actitud antisocial a la autoridad de un grupo determinado o élite. Como bien lo especifica Joaquín Piqueras, los malditos son aquellos “escritores atormentados de vida desordenada y obras transgresoras” (s/n). En su mismo artículo, titulado “La soledad de un vampiro llamado Haro Ibars”, Piqueras incluye entre los malditos a Rimbaud, Poe, Dylan Thomas, Baudelaire, Lautréamont, Sade, Villon, Artaud y Corbière, pero aclara que son sólo algunos entre un “larguísimo etcétera” (s/n). En suma, el estereotipo de poeta maldito vendría a ser el loco, drogadicto y homosexual (Otálvaro Sepúlveda 17).

De los poetas malditos, [5] Rimbaud [6] era el autor preferido de Gómez Jattin, el que lo había deslumbrado, por quien alguna vez dijo que escribir un libro como el de Iluminaciones, [7] hubiera sido su más grande ambición poética (Fiorillo 44). De acuerdo a Heriberto Fiorillo, tanto Rimbaud como Gómez Jattin trataron de evocar estados de la mente, mediante el uso de alucinantes naturales, dándole a sus poemas un poder cercano a lo mágico. Estos dos poetas reconocieron en el subconsciente un valioso surtidor del que se puede extraer material para escribir poesía, al recordar episodios de la infancia (93). Famosas son las dos cartas del vidente, [8] como hoy se conocen, que escribió Rimbaud en 1871. En una de ellas, puntualiza:

El poeta se hace vidente por medio de un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos. Él mismo busca todas las formas del amor, del sufrimiento, de la locura; él mismo consume todos los venenos, para no guardar sino sus quintaesencias. Inefable tortura para la cual requiere de toda la fe, de toda la fuerza sobrehumana, y en la cual se vuelve entre todos el gran enfermo, el gran criminal, el gran maldito… ¡y el supremo sabio! Porque ha llegado a lo desconocido (citado por Fiorillo 93).

Si no se supiera que este fragmento pertenece a Rimbaud, bien pudiera decirse fácilmente que Gómez Jattin lo escribió, ya que ese párrafo encierra en gran medida también su pensamiento sobre lo que debe ser y hacer el poeta, para llegar a merecer ese nombre. Varias fueron las veces en que sus amigos le escucharon a Gómez Jattin decir que la marihuana era buena, ya que ayudaba a incrementar la imaginación. Sin embargo, todo tipo de droga, ya sea medicamentosa o recreativa, tiene efectos adversos a corto o largo plazo. Aunque el uso de la marihuana es justificado por quienes la consumen precisamente, dicha droga no es de ninguna manera inofensiva. Varias investigaciones sobre la marihuana han demostrado que su consumo crónico se asocia a las enfermedades mentales. Consumida en grandes dosis, la marihuana puede producir temporalmente algunas reacciones psicóticas, tales como alucinaciones y paranoia; asimismo suele empeorar el curso del padecimiento en pacientos con esquizofrenia, y ser causa de depresión, ansiedad e incrementar los trastornos de personalidad y los pensamientos suicidas en los adolescentes. Su uso prolongado tiene también repercusiones a nivel físico, llegando a afectar al sistema cardiopulmonar. 

No obstante, el poeta la usaba para tranquilizarse cuando experimentaba agitación, como durante las veces en que escribía su poesía y se alteraba (Fiorillo 104). De hecho, Raúl siempre escribió poesía bajo la influencia de las drogas, cualquiera que ésta fuera, pero nunca bajo los efectos de la locura, como afirma su psiquiatra José Luis Calume con seguridad (Fiorillo 334). Desde el punto de vista del control autoral, hay una gran diferencia entre escribir mediante el uso de las drogas y de la locura. Cada vez que Gómez Jattin escribía, fumaba marihuana por lo menos; no podía ni siquiera concebir la idea de escribir sin usarla, según le confesó a Juan Manuel Ponce (Ory 79). Refiriéndose a la droga, el poeta mismo dijo: “Quedé atrapado en su embrujo y ya no pude dejar de escribir, de hacer poesía” (citado por Fiorillo 334).

Los amigos de Raúl, como Beatriz Castaño, llegaron a la conclusión de que hubo varios factores determinantes que intervinieron para que el poeta se empeñara en utilizar las drogas como un medio de salvación: su sentimiento de soledad, la falta de afecto y la intemperie (Fiorillo 185). Gabriel Chadid cuenta que un día se encontró con Raúl, quien estaba muy contento, cuando estudiaba en la universidad en Bogotá, pero que uno de esos días alguien lo había invitado a tomar ácido lisérgico. [9] De ese modo, “[a]hí comenzó no la locura, porque él tuvo siempre una paranoia [10] difícil de notar, pero del ácido pasó a la coca, a las anfetaminas” (citado por Fiorillo 188). Calume opina que si Raúl no hubiera consumido drogas, muy seguramente no habría sido ni poeta ni loco, sería o habría sido tal vez un abogado respetable, como quería su padre que fuera su hijo menor (citado por Fiorillo 333-334).

Para cualquier estado de ánimo que tuviera, Gómez Jattin utilizaba drogas: si estaba triste o se deprimía usaba cocaína, la cual le producía un estado de excitación, deprimiéndolo posteriormente, por lo que se veía precisado a consumir entonces más cocaína. A veces la marihuana lo deprimía, y por otro lado su sobredosis le producía paranoia. Es decir, su adicción a las drogas se convirtió en un círculo vicioso que paulatinamente lo fue destruyendo, poco a poco, hasta dejarlo inerme e indefenso y en una situación personal más precaria, hasta alcanzar los niveles de la indigencia. En la última parte del poema en el que elogia a los alucinógenos, la voz lírica continúa mostrando las virtudes de las sustancias tóxicas, por cuyos efectos que le producen, el poeta nunca se encuentra estable ni física ni emocionalmente, ni permanece fijo en un solo sitio, más bien se muda ya sea al hospital o a la cárcel. Es otras palabras, va con dignidad de sufrimiento a sufrimiento, escribiendo poemas que, aunque sean dolorosos, no olvidan tampoco la felicidad que se ha conocido:

Hay quien confía para la vida en el arte
en la frialdad inteligente de sus razonamientos
Yo voy de lágrima en lágrima prosternado
Acumulando sílabas dolorosas que no nieguen
la risa Que la reafirmen en su cierta posibilidad
de descanso del alma No de su letargo
Voy de hospital en cárcel en conocidos inhóspitos
como ellos Almas con cara de hipodérmica
y lecho de caridad Entregándole mi compañía
a cambio de un hueso infame de alimento
Toda esa gran vida a los alucinógenos debo
La delicadeza de un alma no está casi
en lo que se apropia Sino en el desprecio de ese estorbo
sangriento cual banquete de Tiestes
que la opulencia inconsciente ofrece vana y fútil (68-69).

Al final del poema, el autor retoma la mitología griega para referirse a Tiestes, [11] comparando el banquete que fue despreciado con lo que la riqueza puede ofrecer a cambio de la propia vida. Sin embargo, el daño causado por los alucinógenos a Gómez Jattin, fue irreversible. El poeta dependía de las drogas para sentirse bien, las necesitaba para lograr su estabilidad, pero si las empleaba para combatir su depresión, luego le producían crisis maniacas, lo que fue sucediendo cada vez más con mayor frecuencia. Si Gómez Jattin hubiera continuado solamente con el consumo de la marihuana, tal vez su calidad de vida hubiera sido menos mala y drástica, mas él nunca fue selectivo con las drogas, las cuales por lo general prefirió ingerir en vez de sus medicamentos prescritos por los psiquiatras (Fiorillo 305-307). Mediante el uso de las drogas, aunque no resuelve sus conflictos sexuales, Gómez Jattin se siente liberado y puede expresar su sexualidad sin limitaciones.

Durante su estancia en La Habana, Víctor Rodríguez le pregunta que si el alcohol o las drogas influyen positivamente en el poeta, a lo que Gómez Jattin responde: “Bueno, eso depende. A mí el hongo me abrió en una época una ventana, a través de la cual vi algunos de mis libros y los realicé. Lo mismo sucedió con la cannabis. Pero después se volvieron un obstáculo y prescindí de ellos” (245). Sin embargo, Gómez Jattin se privó de ellos solamente por una breve temporada, ya que después volvió a consumirlos. ¿En qué medida le habría influído a Gómez Jattin la lectura de Las puertas de la percepción, obra de Aldous Huxley? Su influencia, obviamente, fue notable. ¿Consumiría el poeta de Cereté alguna vez el peyote, cactácea de la que se explican sus propiedades en el título anterior? En ese ensayo, el autor inglés realiza un estudio basado en su experiencia en el consumo de la mescalina, alcaloide psicoactivo presente en el peyote, y la cual produce efectos alucinógenos. Por cierto, el título del libro de Huxley proviene de los siguientes versos de William Blake: “Si las puertas de la percepción quedaran depuradas, / todo se habría de mostrar al hombre tal cual es: infinito”, cita incluida en El matrimonio del cielo y el infierno. A su vez Las puertas de la percepción —y desde luego la cita de Blake— influirían luego a la banda de rock estadounidense The Doors.

Bibliografía

1. Fiorillo, Heriberto. Arde Raúl: La terrible y asombrosa historia del poeta Raúl Gómez Jattin. Bogotá: Heriberto Fiorillo, 2003. Impreso.
2. Gómez Jattin, Raúl. Amanecer en el Valle del Sinú: Antología poética. Bogotá: FCE, 2004. Impreso.
---. Poemas. Bogotá, 1980. Impreso.
3. Ory, José Antonio de. Ángeles clandestinos: Una memoria oral de Raúl Gómez Jattin. Bogotá: Norma, 2004. Impreso.
4. Otálvaro Sepúlveda, Rubén Darío. Yo, Raúl: Sujeto lírico, espacio poético e intertextualidad en la poesía de Raúl Gómez Jattin. Montería: Editorial Zenú, 2011. Impreso.
5. Piqueras, Joaquín. “La soledad de un vampiro llamado Haro Ibars.Insólitos: Caminando por el lado “salvaje” de la literatura. Web. 5 julio 2013.
6. Rodríguez Núñez, Víctor. La poesía sirve para todo. La Habana: Unión, 2008. Impreso.
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[1] Raúl recuerda que el primer día que su primo lo llevó al burdel, se orinó de miedo al ver a unas muchachas adolescentes que habían llegado al lugar. En ese lugar, una mujer le inspiró el poema que escribiría años después, “Piel”, en cuyos últimos dos versos, se lee: “Es carne de hospital y de presidio / lo que esa putica camufla en su esplendor” (Fiorillo 42).
[2] Dentro de la gran variedad de hongos stropharia, el cubensis —llamado así porque se descubrió en Cuba— es alucinógeno. Posee efectos psicotrópicos muy potentes. Su consumo altera la percepción sensorial y el estado de conciencia, y se usa por su efecto placentero y de relajación. Como efectos secundarios pueden presentarse una euforia excesiva o un aplanamiento físico, aunque también puede causar cefalea e insomnio. La sobredosis o el consumo excesivo de este hongo pudiera producir nerviosismo, irritabilidad o sobreexcitación.
[3] Es el nombre científico de la marihuana, hierba con propiedades psicoactivas. Se ha empleado como tratamiento médico en el asma, glaucoma, cáncer, insomnio, entre otros padecimientos.
[4] Escritor británico (1894-1963). Nació en Inglaterra y murió en Estados Unidos, país ha donde había emigrado en 1937. Huxley cultivó casi todos los géneros literarios, con excepción de la dramaturgia, pero es mayormente conocido por sus novelas y ensayos. Fue un viajero incansable a lo largo de toda su vida por el mundo entero. En sus obras se refleja el interés que tuvo en temas espirituales, como el misticismo o la parapsicología. En su novela más conocida, Brave New World, traducida como Un mundo feliz y publicada originalmente en 1932, el autor plasma su visión del mundo del futuro desde una perspectiva pesimista, en la que muestra una sociedad condicionada psicológicamente.
[5] Este nombre se deriva del título Les Poètes maudits de un libro de ensayos que escribió Paul Verlaine en 1884. El libro incluye el estudio de la obra de poetas que el autor conoció: Stéphane Mallarmé, Tristan Corbière, Arthur Rimbaud, Auguste Villiers de L’Isle-Adam, Marceline Desbordes-Valmore, y al mismo autor, con el anagrama Pauvre Lelian, formado a partir de su propio nombre. Verlaine menciona en ese libro que el genio de esos poetas contiene también su maldición. Todos ellos tuvieron una vida trágica y tendencias autodestructivas, por medio de la utilización de drogas y un rechazo de los convencionalismos sociales.
[6] Su nombre completo era Jean Nicolas Arthur Rimbaud. Poeta francés (1854-1891). Escribió poesía sólo desde los 15 hasta los 20 años de edad. En 1873 publicó Una temporada en el infierno, y al año siguiente Iluminaciones. Sus poemas más conocidos son “El barco ebrio”, “Vocales” y el “Corazón atormentado”.
[7] Otros libros que Raúl admiraba y que le hubiera gustado haber escrito son Campos de Castilla, de Antonio Machado; Diálogos, de Platón y El otro, el mismo, de Borges.
[8] Arthur Rimbaud escribió dos cartas, que con el tiempo cobraron fama. La primera fue escrita en Charleville el 13 de mayo de 1871 y enviada a Georges Izambard; la otra, escrita dos días después de la primera, se la envió a Paul Demeny, y es la que incluye el fragmento citado arriba, traducido por Nicolás Suescún.
[9] También conocido como LSD, LSD-25, dietilamida de ácido lisérgico, lisérgida o simplemente ácido. Es una droga psicodélica semisintética, utilizada por sus efectos psicológicos: puede producir disolución del ego, alucinaciones con los ojos abiertos o cerrados, y la percepción del tiempo se distorsiona. Su uso fue muy popular durante los años 60, por el movimiento de contracultura.
[10] Término utilizado en psiquiatría para referirse a la presencia de delirios autorreferentes en un paciente, el cual siente un temor excesivo y muestra una gran desconfianza hacia las otras personas, con quienes no puede establecer relaciones normales debido a su propio miedo.
[11] Era el hermano gemelo de Atreo. Ambos fueron desterrados de Olimpia por haber asesinado a Crisipo, su medio hermano. Tiestes sedujo a la mujer de Atreo, por lo que cuando éste fue rey lo desterró de nuevo. Tiempo después Tiestes volvió de su exilio por orden de Atreo, quien para vengarse del adulterio de Tiestes le ofrece un banquete en el que los hijos de Tiestes son la comida.


JULIO CÉSAR AGUILAR (Jalisco, México). Poeta y traductor de inglés. Es médico por la Universidad de Guadalajara; cursó una maestría en Artes en Español en la Universidad de Texas en San Antonio y un doctorado en Estudios Hispánicos en la Universidad de Texas A&M. Su obra se ha traducido a varios idiomas y ha sido publicada en diversos países. Es autor, entre otros títulos, de Rescoldos, 1995;Brevesencias, 1996; El desierto del mundo, 1998; Orilla de la madrugada, 1999; La consigna y el milagro, 2003; El yo inmerso, 2007; Barcelona y otros lamentos, 2008; Alucinacimiento, 2009, y Aleteo entre los trinos, 2014. Traducciones suyas son Con ansia enamorada, de Irving Layton, 2004; Camino del ser. Antología: 24 poetas anglosajones, 2006; Pintando círculos, de Luciano Iacobelli, 2011; La costurera y el muñeco viviente, de Beatriz Hausner, 2012, y Pascal va a las carreras, de Janet McCann, 2015.

Ilustración | Juan Pablo Sarmiento (Revista El Malpensante)

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