Balthus |
En sueños, un gato camina por la azotea.
Es el maullido de la soledad y desamparo.
Lo escucho también por la escalera,
junto a la casa de la vecina;
y de ésta, los rezos a Santa Rita de Casia,
a San Ignacio de Loyola.
Los gatos no son malos
y yo tampoco.
Aprendí a escribir a los tres años
y ya para entonces
me gustaban los gatos.
Al principio los cuidaba,
los alimentaba puntual tres veces al día.
2
El gato retoza en sombras.
Me huele,
se unta en mi cuerpo como un ardor,
como un relámpago
en el vértigo de la ausencia.
El gato reclinado “contra la soledad” avanza.
Cada respiración: un misterio.
Sólo afuera, en ese afuera
donde la tarde se cumple en llamaradas,
la otra que soy –parda
frente al espejo de su imagen–
camina sin mirar atrás.
3
Crecen de noche los gatos.
Lejanos a la luz del día,
al hombre inclinado en el brocal del sueño.
El gato toma
su estatura real.
Enardecido crece hasta el techo,
huye por ventanas imaginarias.
Pequeña es la noche
para sus ojos reflectores;
su cuerpo, artificio del embrujo.
En el amanecer
–cuando el día cae como una estatua
a los pies de la rutina-,
el gato es un caracol
en la silla de los descansos.
4
Nada es real por fuera.
Lo verdadero
(aquello que es posible leer en memorias,
ciertos poemas, epígrafes de autores anónimos),
reside en lo que de antemano fue arrebatado.
Observo, por ejemplo, a mi gata recorrer la casa,
como si se tratara
de un país distinto cada día;
oler, palpar,
abrir los ojos a la hora del salto.
La descubro, a veces despierta,
como un niño que espera el abrazo,
o dormida,
y en ese pequeñísimo ronquido,
extender sus garras.
Frente a su ruina estoy y no me atrevo
a doblegar el sueño con las manos.
Le di un plato para comer,
le quite el vientre.
Le ordeno a qué hora y en que día,
cumplir con las necesidades más secretas.
Su vida cotidiana es la mía,
así, con este caos
de amor inexistente.
Prohibido subir a los sillones, a la mesa,
a la cama.
Prohibido maullar a la lluvia, al olor
de otros gatos. Te prevengo, gata.
En caso contrario,
con el horror de la ira, te perseguiré.
[HOMENAJE A BALTHUS]
I
En el primer día
Balthus sobrevivió al calor rotundo
de la guantera del carro.
La ciudad era un fuego
del que debimos escapar a gran velocidad.
II
Balthus llena la casa de un gris
sin medida.
Con su cola de angora, devora la tarde,
los gestos del verano, el olor
inconforme de los territorios.
Nada lo contiene.
La mesa y los libros
son objetos sin importancia.
III
El cuerpo de Balthus
se llenó de sangre.
Aún lo escucho en su aire último.
Hablo de él, con su fotografía
en las manos.
Las imágenes son también un gato.
Imposible no escuchar el ronroneo
o mirar las luces de sus ojos desaparecidos.
Tomados de los libros Cuando el cielo se derrumbe y Presencias.
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