Fotografía tomada de Un tesoro de 14 obras de vanguardia |
AMOR AL DILUVIO
Luego sucede que la
poesía es una
bestia que busca
refugio bajo la
confusión.
La veo ahí, bajo el
puente de los
años, en el cuerpo
del padre
que adelgaza y en
los ojos tristes de
la lluvia.
AMOR AL YO
Yo soy Altazor
y por ello no es la
sombra la que
arraiga mi cuerpo
soy yo quien provee
aeroplanos a tus muslos.
No escribo para ti.
Escribo para obtener
premios y escalar
hacia el excremento.
No respiro, sólo
uso el sudor necesario
y en tiempos de angustia
invento un punto cardinal
sólo para mí.
Todas las brújulas del
amor me señalan.
Nadie conoce mis
fracasos, están
enterrados bajo llave
entre el color real
de mi cabello.
Creo en la vasectomía
como otra estación del
año.
La lista de mis lugares
predilectos es un garaje
abandonado,
prefiero estar conmigo
y no con mis padres.
No escribo cartas
a mujeres estériles
y mis amigos son un
campo de envidia.
Los jóvenes recortan mi
imagen y la dejan
en su cartera.
No creo en la esperanza
ni en un mundo mejor
mucho menos
en estas palabras.
Creo en la vanidad del
dinero, en la superficie
de una cuenta
bancaria y en la
mentira como única
estrategia.
La caspa del diablo
es fortaleza
en mi nariz.
No leo a mis
contemporáneos
ni pierdo el tiempo
en los periódicos.
El mundo es un
cristal roto,
nada lo remienda.
Mi tabla de salvación:
el silicón de un
trasero suculento.
No temas,
algún día morirás.
Este cuerpo es
sólo un cofre que
alguien desenterrará en
otra vida.
Recuérdalo:
no somos la hoja,
somos el árbol.
AMOR A LA INFANCIA
Aquella tarde de abril el baile no
estuvo de mi lado. Ni los árboles
buscaron mi sombra. Aun así
mi cuerpo no dejó de moverse y
atrajo la atención de todos.
Pensaron que yo era un break
dancer. Nunca pasó por sus
narices que sólo obedecía el
ritmo del estéreo y que los cables
de la luz no eran sino la
conexión de la tierra con
mi respiro.
Traía puesta la misma playera de los
Looney Tunes que usaba
en todas las fiestas:
cónyuge de los poemas que
llevé a mis primeras citas.
Y después de todo aunque el
gusto por las camisas se haya
mudado a mi closet, el
desgaste de aquella prenda
sigue siendo el acantilado que
prefiero, donde yacen los
restos de todos mis
fracasos junto al triciclo y a la
figura de acción de la que
estoy tan lejos.
AMOR A LOS DESECHOS
1
Qué decir de un barco sin
cabeza,
es como el mar, si no fueran
otros brazos
los que arroparan su tempestad,
ni siquiera una ventana
desvencijada
o el respiro putrefacto
de esa llave en el basurero.
Óyelo querida Mi, las cosas
comunes van dentro de la botella que
a diario recortamos del
excusado.
No beber de ese charco será
un naufragio oculto
sin la fuerza mínima para
mover un estornudo
ni el púrpura que a veces
también calla en los ojos del
mar.
2
Aquí mis pies saben
escarbar
y el duro piso no es
filo que corte.
Por eso escupo y no
confundo espuma con
saliva.
Piso fuerte mis
huellas
y por debajo
la saliva es hierba
recostada a la
fuerza.
¿Qué pisar cuando
el hervor es ciego y la
rabia escurre por
los brazos?
3
Mi, dices que
escribo sigilosamente la palabra
mierda,
que es una forma de
desprenderme,
dejar eso que
consume;
ver el río, la
sangre,
mi vida,
sin la piedra en el cuello
ni el puente bajo los
pies.
Sentir
placer por el despojo
y decir cosas
sin menor
preocupación.
Esas palabras
al oído saben
sentimientos
y las distintas formas de
saqueo
(contra nosotros
y ante la mejor
familia).
Los vocabularios nos
confunden.
Así la palabra
madre en un idioma distinguido
podría ser el mar o la mierda que
es otro
lugar común.
Así la mer podría
ser mère o merde.
Pero no sólo confundimos
palabras
sino cuerpos tirados en la
mesa entre años de alimento.
Nuestros pasos son
resto de residuos.
El despojo de estas
orejas
se convierte en calle con
vagabundos
pudriéndose
dentro de una lata de atún.
Al levantar el plato
del comedor
vemos cómo caduca el
horizonte
y nuestros ojos en él.
Nos percatamos de
que las
pocas palabras en la
despensa
serán para el hijo que no
está en la lista de
compras.
Al pagar la cuenta del
supermercado
descubrimos la
cartera vacía
como piel deshabitada.
Por eso enmarañamos la
cama con la pareja,
el agua del fregadero con
la melancolía que
yace
en el pasillo
donde nada vuelve a su
lugar.
Aun así vamos por el
mundo
tratando de sonreír cuando
es necesario.
El excremento, esa imagen triste
que flota en nuestro corazón,
—tabla firme y a veces
dudosa—
nos mantiene ilesos
frente
al confesionario
donde al respirar
nos quedamos
descalzos
y hasta sin ojos.
Algo hiede y no es el
amor.
<<
Armando Salgado (Uruapan, Michoacán, 1985). Egresado de la Normal Rural Vasco de Quiroga de Tiripetío, Michoacán. Maestro en Educación Básica por la Universidad Pedagógica Nacional. Candidato a Doctor por parte del Instituto McLaren de Pedagogía Crítica. Autor de los libros: Fiebrerías (Diablura Ediciones, 2014), Estancia de ánimas (FETA, 2013; Premio Nacional de Poesía Joven Francisco Cervantes Vidal, 2013. Elegido por la revista Siempre! y el periódico La Razón como uno de los mejores libros del año publicados en México), Azogue Suite (ICA, 2013; Premio Nacional de Literatura Joven Salvador Gallardo Dávalos, 2012, poesía), Corvus Suvroc (Mantis Editores/H. Ayuntamiento de Hermosillo, 2012; Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal, 2011), Liturgias (Secretaría de Cultura de Michoacán, 2011; Premio Michoacán de Ópera Prima de Poesía, 2011), y Variaciones de una vida rota (SECUM, 2011; Premio Michoacán Ópera Prima de Narrativa, 2011). Entre otros galardones ha recibido el Premio Nacional de Narrativa Mariano Azuela, 2014; el segundo premio en poesía en el concurso 45 de la revista Punto de Partida de la UNAM, y el Premio Michoacán al Mérito Juvenil en la categoría de Expresión Artística. Ha colaborado en revistas como: Tierra Baldía, Parteaguas, Punto de Partida, Tierra Adentro, Botella del náufrago, Vozquemadura, Inchátiro, Salvo el crepúsculo entre otras y en los suplementos Laberinto del periódico Milenio, La Jornada Semanal, La gualdra de La Jornada Zacatecas y Letras para llevar de la Universidad Michoacana. Participó en el III Fórum Universal de las Culturas, en Valparaíso, Chile, y en la Casa Museo de la Fundación Pablo Neruda, en Isla Negra, en 2010. Carlos Olivares Baró dijo de su obra que es una: Voz discordante de afrentas arriesgadas que hay que tomar en cuenta a la hora de resumir los nuevos rumbos de la poesía mexicana. Miembro de la Sociedad de Escritores Michoacanos. Actualmente se dedica a la docencia en Morelia, Michoacán.
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