No hay que juzgar la utilidad de una obra según
el estilo escogido por el autor. A menudo se enuncian
con gravedad cosas infantiles y a menudo
se dicen bromeando cosas muy serias.
Montesquieu
De
la prolífica pluma de José Emilio Pacheco emanaron cuentos, novelas, ensayos y
poemas memorables. No hubo tema que se escapara a su obra literaria. En sus
cuentos, por ejemplo, encontramos asuntos mitológicos (“La noche del inmortal”,
“La sangre de Medusa”), la crítica social (“El castillo en la aguja”), los
héroes de la Revolución (“La luna decapitada”), los conflictos internos del ser
humano (“Parque hondo”, “La reina”, “La zarpa”) y también lo fantástico
(“Langerhaus”, “Tenga para que se entretenga”, “Cuando salí de la Habana,
válgame Dios”).
Una característica de la narrativa pachequiana es que en el
tono siempre hay tintes sarcásticos y, a través de la escritura, Pacheco
hace una fuerte crítica social, denuncia la corrupción de los políticos que se
han dedicado a hundir en el fango a México y que a pesar de sus gobiernos sigue
siendo un gran país, con diez lugares, cierta gente, puertos, bosques,
desiertos, una ciudad desecha, varias figuras de su historia, montañas y tres o
cuatro ríos por los que se daría la vida. Pone el dedo en la llaga, con
cuentos que pasarían por inocentes y graciosos. No importa el asunto, el
trasfondo, generalmente, es la crítica mordaz que, sin embargo, pasa
inadvertida por la manera en que están narrados.
Como muchos escritores, José EmilioPacheco publicó sus
cuentos en revistas literarias y suplementos culturales antes que en
compilaciones, así, el cuento “Tenga para que se entretenga” apareció por
primera vez en la revista Plural (suplemento cultural mensual
de Excelsior), número 9, en 1972; en ese mismo año apareció
recogido en El principio del placer (editorial Joaquín
Mortiz), compuesto por la nouvelle del mismo nombre y cinco
cuentos más: “La zarpa”, “La fiesta brava”, “Langerhaus”, “Tenga para que se
entretenga” y “Cuando salí de la Habana, válgame Dios”. Cuatro de estos cuentos
son de carácter fantástico. “La fiesta brava” y “Tenga para que se entretenga”
comparten el tema prehispánico como detonante de lo fantástico; en el primero,
Andrés Quintana desaparece misteriosamente en el metro de la Ciudad de México,
pero en su viaje en el metro se encuentra con el capitán Keller, personaje de
su cuento "La fiesta brava". Es un cuento muy complejo: un cuento
dentro de otro con un protagonista que se cruza con el protagonista de otra
historia y al mismo tiempo, esa otra historia se relaciona con la obra de otros
autores.
El misterio que encierra la ciudad en sus propias entrañas y que nadie ha visto
para confirmar esta leyenda que circula desde la caída de Tenochtitlan es el
pretexto de “La fiesta brava” y el de “Tenga para que se entretenga”.
De “Tenga para que se entretenga” hay dos versiones, ambas publicadas en
suplementos antes que compiladas. Como ya dije antes, la primera versión
apareció en Plural, 9, junio, 1972 y la segunda (corregida)
en La Jornada Semanal (Suplemento cultural de La
Jornada), 124, 20 julio, 1997 y con ilustraciones de Mauricio Gómez-Morín.
En ese mismo año, 1997, se publicó la versión corregida de El principio
del placer en la editorial Era.
Ahora bien, las versiones que analizaré son las aparecidas en los suplementos
antes mencionados. En ambas se mantiene la esencia del cuento: Rafael, un niño
de seis años sale con su madre, Olga, rumbo a Tacubaya a casa de su abuela
materna, pero en el camino se detienen en el bosque de Chapultepec, donde un
hombre de aspecto raro sale de un túnel y se lleva al niño con el
consentimiento de su madre y por insistencia de éste. Lo que cambia es la
manera de contar, es decir, el cuento está narrado desde el informe confidencial
que un ―desconocido― “Señor” le solicita al detective privado Ernesto Domínguez
Puga. La desaparición de Rafaelito sucedió el 9 de agosto de 1943 y el informe
no está fechado, en la primera versión; en la segunda, la fecha es “sábado 5 de
mayo de 1972”, o sea, 29 años después del suceso. En la primera versión sólo
hay rastros de lo fantástico: un niño desaparece frente a su madre sin dejar
rastro alguno, cosa que no es natural. Todorov lo define de la siguiente
manera:
En un mundo
que es el nuestro, el que conocemos […], tiene lugar un acontecimiento que no
puede explicarse mediante las leyes de ese mismo mundo familiar. Quien percibe
el acontecimiento debe optar por una de las dos soluciones posibles: o bien se
trata de una ilusión de los sentidos, de un producto de la imaginación, y las
leyes del mundo siguen siendo lo que son; o bien el acontecimiento sucedió
realmente, es parte integrante de la realidad, pero entonces esta realidad está
regida por leyes que desconocemos. (Teorías de lo fantástico, 2001, p. 48).
En el cuento hay un contraste, los personajes se enfrentan al mismo tiempo al mundo de lo real y de lo irreal. Dentro de la cotidianidad en la que transcurre la historia, de pronto aparece algo que la rompe: el niño juega con un pedazo de madera, obstruye el paso a un caracol y un hombre le dice que no lo moleste porque “Los caracoles no muerden y conocen el reino de los muertos” y ofrece a Olga tres objetos: una rosa, un alfiler y un periódico doblado al mismo tiempo que le dice una extraña frase: “Tenga para que se entretenga. Tenga para que se la prenda”. Rafaelito, curioso, insiste en adentrarse al túnel de donde salió el hombre y es la última vez que su madre lo ve. Luego inicia la búsqueda y no hay rastro de ningún túnel. Conforme avanza la investigación, los diarios especulan y hacen conjeturas, entre ellas, que Olga, la madre del niño, sostenía relaciones extramaritales con Maximino Ávila Camacho y para que Rafaelito no los delatara, optaron por desaparecerlo; que había sido raptado por una banda de robachicos dedicada a los sacrificios humanos: Chapultepec fue un sitio sagrado para los aztecas. Esta parte del cuento es importante porque Pacheco hace una crítica a la prensa sensacionalista y a su público:
En fin, el
público encontró un escaparate de las tensiones de la guerra, la escasez, la
carestía, los apagones preventivos, el descontento político, y se apasionó por
el caso durante unas semanas mientras continuaban las investigaciones en
Chapultepec. Cada cabeza es un mundo, cada quien piensa distinto y nadie
se pone de acuerdo en nada.[…] La opinión pública tiene (o tenía) el
defecto de la credulidad y no exigió se puntualizaran las contradicciones.
(Versión de Plural)
La crítica hacia la prensa y la sociedad es muy fuerte: un niño desaparece y no se da una explicación lógica, luego la gente cae en todas las elucubraciones y acepta la versión oficial, es decir, la dada por la autoridad. Desde entonces funciona el cortinazo de humo…
En la segunda versión el cuento mantiene su esencia, no obstante, hay un cambio
importante: Pacheco añade al discurso un tono de denuncia social, además,
claro, de cambios como por ejemplo, las direcciones; en la primera, la casa de
los Andrade Martínez era Tabasco 182 en la colonia Roma y la de la madre de
Olga, Gelati 22 en Tacubaya; para la segunda son Tabasco 106 y Gelati 36 bis,
respectivamente y en las mismas colonias. El informe confidencial tiene fecha
de redacción (sábado 5 de mayo de 1972). El tono del discurso cambia y se ve
desde el principio: “Ese día descansaba el chofer. El niño no quiso viajar en
taxi: le pareció una aventura ir como los pobres en tranvía y autobús.”
(Versión de La Jornada Semanal) El sarcasmo da este tono crítico al
discurso del cuento.
La estructura de este cuento es interesante, el lector está frente al informe
confidencial de un detective privado, por lo tanto se espera un texto objetivo,
detallado minuciosamente pero el propio detective advierte que “El informe
salió más largo y detallado de lo que en un principio supuse. Tuve que
redactarlo varias veces para lograr cierta claridad ante lo difícil y aun lo
increíble del caso.” (La Jornada Semanal) Esta advertencia cautiva al
lector: ¿Qué será eso “increíble del caso”?
El escenario es un lugar familiar: el Bosque de Chapultepec; sin
embargo, Olga nota una peculiaridad: “los árboles de ese lugar tienen formas
extrañas, se hallan como aplastados por un peso invisible”; estas
características no son ni propias de los árboles ni debidas al terreno, sino a
algo extraño, inexplicable científicamente. El juego con el tiempo también
aparece, pues, los árboles fueron mandados plantar por Maximiliano de
Habsburgo, en 1847, para resarcir el daño que las batallas habían dejado en
esta zona específica del bosque. Del pasado (1847) al presente del cuento
(1943) hay casi un siglo de distancia. Se entrelaza un episodio de la historia
de México con la del propio cuento. Y haber elegido el Bosque de Chapultepec
resulta bastante significativo porque en tiempos prehispánicos fue un sitio
importante, un bosque sagrado en el que los aztecas practicaban sacrificios
humanos a los dioses y ahí estaban los baños de Moctezuma; esto explicaría lo
extraño, casi siniestro, del lugar y la pesadez del ambiente. A los registros
antropológicos se añade un mito urbano: la existencia de túneles en la Ciudad
de México, pero la idea se desecha por las declaraciones del general Martínez.
No existen tales túneles porque la ciudad está ubicada sobre un subsuelo
fangoso.
El narrador mezcla la objetividad de su investigación con elementos externos
inmediatos como lo dicho por la prensa, que sólo se dedicó a conjeturar y no
informó al público de lo sucedido, es decir, el carácter serio y objetivo de
este medio de información masivo se vio opacado por los reportes amarillistas
en los que se mezcló el hecho con chismes que involucraban a Olga, madre del
niño, con Maximino Ávila Camacho, quien era hermano del presidente en turno,
Manuel Ávila Camacho, y de quien se sabía, buscaba suceder a su hermano en el
poder. De modo que el caso de desaparición se convierte en un hecho político
que aprovechan sus detractores. Todavía más grave, dice que durante la
investigación se pensó en el secuestro y asesinato del niño, cuyo cuerpo sería
encontrado en el Canal del Desagüe. El discurso oficial, o sea, el informe de
la autoridad es que efectivamente el niño fue secuestrado, asesinado y su
cadáver arrojado al canal de aguas negras. A la familia le entregaron un
cuerpo, pero no aceptaron que fuera el de su hijo:
Como
tapabocas se publicaron fotos de la cabeza y el torso de un muchachito,
vestigios extraídos del Canal del Desagüe. Pese a la avanzada descomposición,
era evidente que el cadáver correspondía a un niño de once o doce años, y no de
seis como Rafael. Esto sí es un problema: en México siempre que se busca un
cadáver se encuentran muchos otros en el curso de la pesquisa. (La Jornada
Semanal)
Las autoridades “buscan y encuentran” el cuerpo de Rafaelito. Aunque debería, el asunto no termina ahí porque no aclara lo demás. Por la descripción del hombre, podría tratarse del propio Maximiliano de Habsburgo o alguien de su corte. El mundo de los muertos y el real aparecen en el mismo espacio; el túnel fue la puerta de entrada al mundo de los muertos, que al parecer sólo es para elegidos, pues no se encuentra después. Pese a las investigaciones exhaustivas no se obtiene un informe satisfactorio al respecto. El hecho puede ser tomado como algo meramente sobrenatural, pues no hay explicación lógica, lo único que Olga tiene son los tres objetos que el hombre le entregó momentos antes de llevarse a Rafael; éstos son la única prueba del contacto de Olga y Rafael con el mundo de los muertos. No obstante el carácter fantástico del cuento, también hay rastros de crítica social; aunque en la primera versión no es tan evidente y el final apunta hacia la construcción de una leyenda urbana más de la Ciudad de México:
Desde
entonces hasta hoy, sin faltar nunca, la señora Olga pasa el día en
Chapultepec, caminando por el Bosque, hablando a solas. Y a las dos de la tarde
se sienta en el tronco vencido del mismo árbol con la seguridad de que alguna
vez a esa hora la tierra se abrirá para devolverle a su hijo, o para llevarla,
como los caracoles, al reino de los muertos.Pase usted por allí cualquier día y
la encontrará con el mismo vestido que usaba el 9 de agosto de 1943, sentada en
el tronco, inmóvil, esperando, esperando. (Plural)
Olga se transforma en una madre cuyo hijo le fue arrebatado y siempre vuelve al sitio donde todo ocurrió. Para ella el tiempo se detuvo el 9 de agosto de 1943 y sólo espera el regreso del hijo o la muerte, que también la llevará a él. De alguna manera, su historia es semejante a la leyenda de La Llorona, otra madre que perdió a sus hijos ―y también hay varias versiones de cómo pasó―. Ambas lamentan su pérdida. Olga espera en el Bosque de Chapultepec a las dos de la tarde y La Llorona recorre las calles de la Ciudad de México lanzando horrorosos y lastimeros “¡Ay mis hijos!”, todas las noches a las doce en punto es posible oírla o incluso verla.
Mientras tanto la segunda versión del cuento tiene un sesgo político; Olga ya
no se menciona como una figura que pueda verse en Chapultepec, su participación
concluye cuando relata al detective la desaparición de Rafaelito. Este final es
el que dispara en el lector la hipótesis de que el propio Maximiliano o alguno
de su corte se llevó a Rafael al reino de los muertos; el detective lo
considera “el auténtico desenlace de lo que llamaron los periodistas ‘El
misterio de Chapultepec’”. Sin embargo, el detective dice que Maximino Ávila
Camacho lo recompensó y le exigió olvidarse del asunto, pero “(Poco después la
inesperada muerte de don Maximino iba a significar un nuevo enigma, abrir el
camino al gobierno civil de Miguel Alemán y terminar con la época de los
militares en el poder).” (“La Jornada Semanal”) Este paréntesis del
narrador insinúa que la muerte del que se sabía sería candidato presidencial,
no fue natural… quizás haya sido un asesinato conveniente para los intereses
políticos de algunos.
La confrontación de las dos versiones de “Tenga para que se
entretenga” resulta bastante iluminadora sobre el trabajo escritural de José
Emilio Pacheco. Es difícil decidirse por alguna, ya que, cada una tiene lo
suyo, pero la segunda versión me parece, desde la técnica, más rica y lograda.
En ella tejió un relato fantástico con temas de la historia nacional, e
incluso, dejó ver su postura crítica frente al gobierno y su actuar en casos
tan delicados como la desaparición de un niño. Esto sin necesidad de situar la
historia en algún sitio cosmopolita; lo hizo en el Bosque de Chapultepec de la
Ciudad de México y eso, como lectores, nos hace pensar que lo extraño,
horroroso o fantástico también está en lo que nos es familiar y que es posible
que lo real ―o lo que consideramos real― puede alguna vez converger con lo irreal.
El pasado tiene la capacidad de hacerse presente, y dejará indicios de que fue
así.
NANCY HERNÁNDEZ GARCÍA (México, 1990). Licenciada en Letras Hispánicas por la UNAM. Estudiosa de la narrativa de José Emilio Pacheco y lectora de poesía en su tiempo libre. Twitter @lamusadelpoeta. Ilustración | Tom Haugomat
2 Comentarios
Muy buena reseña!
ResponderEliminarGracias me sirvió pa analizar más, asi que muy buen analisis
ResponderEliminarRecordamos a nuestros lectores que todo mensaje de crítica, opinión o cuestionamiento sobre notas publicadas en la revista, debe estar firmado e identificado con su nombre completo, correo electrónico o enlace a redes sociales. NO PERMITIMOS MENSAJES ANÓNIMOS. ¡Queremos saber quién eres! Todos los comentarios se moderan y luego se publican. Gracias.