Enlace de la imagen |
Un pintor debe tener agudeza visual. Tienes que ir más lejos de lo que deja ver lo real, pero ese «más lejos» ya está en lo real. Tienes que poseer esa vista aguda. Para no dejar nunca de mirar, de mantener la vista vigilante. No importa mucho si, como a mí ahora, te falla la vista, lo que cuenta es la tensión de la mirada interior. La manera de penetrar en las cosas, de tener la certeza de que están vivas, con una plenitud de alma inimaginable. Por eso creo que la pintura es una aventura esencialmente religiosa. Es increíble que Mondrian, por ejemplo, dejara los paisajes y ese arte que tenía, admirable, para pintar árboles, y se dedicara a pintar cuadraditos de colores. El intelectualismo, la conceptualización del mundo, han secado la pintura y la han hecho parecerse a la tecnología. No hay más que ver los desvaríos de los cubistas y las pinturas ópticas de Vasarely, por ejemplo…
Saber captar la fragilidad de los pétalos y la languidez de los gatos y las niñas requiere una paciencia infinita, que no tiene nada que ver con las prisas de la vida moderna. La costumbre odiosa de tener el mundo supuestamente al alcance de la mano con solo encender el televisor ha traicionado a los seres y las cosas. A veces paseo en una calesa antigua por los valles de mi cantón. La marcha lenta de los caballos me permite ver, estar en mi dimensión de hombre.
No puedes obtener la gracia de lo «casi alcanzado» rodeado de ruido y ajetreo. No se trata de condenar la vida moderna. Pero tienes que ser fiel a tu herencia. La vocación magnífica del pintor, su destino fatal, podría decirse, consiste en estar en armonía con la melodía del mundo. Tienes que sentir el estremecimiento de las cosas, el clima de las luces, matizadas, rasantes, que revelan la historia del tiempo, los distintos planos que se entrelazan. Es un trabajo esencialmente religioso cuya meta es la exultación de este mundo, vasto y divino.
Ya he dicho que antes de ponerme delante del cuadro, antes de dar la primera pincelada, rezo. La Virgen de Czestochowa, que se apareció en Polonia, país de mis antepasados, vela dulcemente por mí. Su Magníficat, cantado en el momento de la aparición del ángel, es uno de los grandes himnos de entrega religiosa, uno de los más fecundos y creativos: «mi espíritu se regocija en Dios, mi salvador», canta María… La pintura debe ser parecida a la escena de la Anunciación. Debe hacer que aparezca el corazón del mundo, su infancia, su juventud. Su luz.
Del libro de mismo nombre publicado en 2003. Un genio de la pintura del siglo XX, desde muy joven marcado por figuras de la talla de Bonard y Rinlke. Balthus, se negó a dar entrevistas y hablar de las fuente ocultas de su extraña y sobrecogedora obra, misteriosa, personal, turbadora.
0 Comentarios
Recordamos a nuestros lectores que todo mensaje de crítica, opinión o cuestionamiento sobre notas publicadas en la revista, debe estar firmado e identificado con su nombre completo, correo electrónico o enlace a redes sociales. NO PERMITIMOS MENSAJES ANÓNIMOS. ¡Queremos saber quién eres! Todos los comentarios se moderan y luego se publican. Gracias.