LA GUERRA DE LOS MANGOS
Entre todos los sobrinos
mi tío Ramiro
tenía la fama de amargado,
pero en los veranos de San Pedro
jugamos con él
a la Guerra de los Mangos.
El tío Ramiro
no mostraba compasión
de nuestra ropa recién lavada.
Con su impaciencia de solitario
sus manos encontraban
entre la hojarasca los mangos
más podridos y pesados.
A esa hora de la vida,
mi tío Ramiro era la risa
que golpeaba nuestro rostro
con los mangos
para anunciarnos el fin
de nuestros días
pegados a la falda
de nuestra madre,
el final de los trenes y los abrazos.
Como la sangre de mi madre,
su sangre se hizo dulce
como la sangre de los mangos.
Mi tío comenzó a secarse
como un árbol
enfermo desde sus raíces.
Mi tío Ramiro tenía la fama de amargado,
pero en los veranos de San Pedro
jugaba con nosotros a la Guerra de los Mangos.
POR VARIOS DÍAS
Por varios días pensé
que la nieve había muerto,
pero hoy corre
y salta entre las azoteas.
Es una ardilla hambrienta.
No sé si mis vecinos
notaron la vela
y las flores que puse allá afuera,
bajo los pies del roble,
para recordarnos de su existencia.
Recuerdo la primera vez
que la nieve vino a mi puerta,
salí de noche para recibirla
con mi abrigo y bufanda de asombro.
Desde entonces la nieve
ha regresado cada vez más tarde,
como una hija que sale a una fiesta
y te dice que regresara temprano,
y la esperas y la esperas
sentado en una silla que se cae
como el primer diente
en un lago de su conciencia.
Nieve es la ardilla que salta allá afuera
entre las botas y los gritos de los niños
con su cuerpo que regresa de una larga fiesta.
Moisés Villavicencio Barras. Poeta, traductor, narrador y co-fundador de Cantera Verde, una de las revistas más reconocidas en el ambiente literario de México en los últimos 25 años. Ha publicado dos libros de poesía, Mayo entre voces y Luz de todos los tiempos en versión bilingüe. Su trabajo poético ha sido publicado en revistas y antologías de México y los Estados Unidos.
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