ESCAFANDRA Acto de fe | Blanca Vázquez




Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora.
Proverbio hindú

Entro a una librería, recorro sus pasillos, veo títulos, toco portadas, los tomo y los acarició. En algunos momentos me sé abriendo alguno y llevándolo a mi nariz para aspirar ese olor tan peculiar que enamora. Camino, pienso cuál puedo llevar, cuál está pendiente en casa por leer, cuál puede ser la mejor opción. Llevo los dos o tres en la mano, no puedo decidirme. El estrés hace que no piense con claridad. De pronto me veo cerca de la cajera y le digo que me llevo los tres y pienso: “No es de siempre, son hermosos, debo tenerlos… y otras justificaciones que me hacen sentir tranquila”, los zapatos pueden esperar y para comer con algo sencillo basta. Apuro el paso para poder admirarlos y colocarlos en el estante ideal, pienso en la sección de libros pendientes y yo me respondo de manera apresurada que muy pronto les tocará su momento.

Esa compulsión que se tiene por goce estético o por ansias lectoras es la bibliomanía. Lo bueno que es una adicción fascinante que te puede llevar a sitios insospechados como las pequeñas o grandes librerías de viejo en donde podemos encontrar joyitas únicas. Me sonrío de saber que cerca de mí habitan otros seres con la misma pasión. Mi sonrisa se vuelve más amplia. Luego recuerdo uno y otro título que están esperando turno y dentro del ajetreo cotidiano salen ánimos para seguir en esta vorágine de emociones lectoras.

Cuando logro tener ese libro anhelado me entra pesar al imaginar la espera para obtener un ejemplar en otros siglos, me satisface que hayan existido individuos que dedicaron sus días siendo copistas o amanuenses. Mi estudio es pequeño pero es mi gran recinto, mi habitación propia como mencionaba Woolf[1], en donde me recreo en la eternidad de aquellos que dedicaron su tiempo y vida al crear una obra literaria. Separo los libros por tamaño, por color, por género, por autor o por temporalidad.

Sé que los libros aunque silenciosos son guardianes, libres guardianes que escoltan las palabras contenidas a la espera del desbordamiento semántico. Algunos enciclopedistas como Diderot o D’Alambert[2] definían al bibliómano como aquel individuo que adquiere libros con el mero afán de posesión y disfrute visual pero no con la intención de instrucción o conocimiento. Tal vez así sea, pero muchas veces ese bibliómano es también un bibliófilo que tiene una biblioteca o que suele visitar estos recintos y ahí, sólo ahí se encuentra en armonía y parafraseando a García Lorca[3], en aquel libro que disfruta deja el alma.

Tengo una lista larga de espera. Borges[4] comentaba que en una biblioteca jamás se leerían todos aquellos ejemplares, pero que existía algo eterno y apasionante al sólo poder tocarlos y saberlos ahí. Quizá algunos de ustedes saben de ese placer, pasar la palma de la mano por el lomo, rozar con las yemas la portada, acunarlo en los brazos, abrir las páginas y deslizar los dedos como ojos silenciosos, sentir la tipografía y volar la imaginación hacia el escritor o hacia los personajes que habitan dentro. Ser lector y, aún más, ser bibliómano o bibliófilo en estos tiempos, es un completo acto de fe. Fe en la palabra, en la literatura, en las humanidades, en los hacedores de historias que rondan la soledad lectora. Sí, ya sé, algunos se preguntarán que en dónde dejo la pasión por los libros electrónicos; esa será otra historia.

Para leer:


1. Daniel Pennac. (1993).Como una novela. México: Editorial Norma
2. Juan Domingo Arguelles. (2012). Lectoras. México: Ediciones
3. Markus Zusak. (2008. La ladrona de libros: Lumen
4. Umberto Eco. (1988). El nombre de la rosa. Barcelona: Lumen.


Email: itasavi1@hotmail.com
 

[1] Virginia Woolf en su libro La habitación propia menciona que la habitación es aquel espacio en el que se puede hacer la reflexión personal sobre el ser mujer.
[2] Diderot y D’Alamber, enciclopedistas franceses que formaron parte del proyecto de recopilación del saber en el periodo de la Ilustración. Recordemos que ésta es sólo una visión eurocentrista pero que guardó grandes conocimientos.
[3] Federico García Lorca. Poeta, dramaturgo y prosista español, miembro de la Generación del 27. Autor de Poeta en Nueva York y Romancero Gitano.
[4] Jorge Luis Borges, escritor argentino, considerado uno de los máximos representantes de la literatura universal.

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