Yo bien quisiera, cuando llego a verte, viendo mi infame amor poder negarlo; mas luego la razón justa me advierte que sólo me remedia en publicarlo; porque del gran delito de quererte sólo es bastante pena confesarlo.
Sor Juana Inés de la Cruz
Los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras te veían pasar de manera continua, algunas veces con papeles en las manos, otras con libros y con un rostro serio, podría decir que formal. Te veía desde mi salón de clases. En aquel entonces no habría imaginado que casi dieciocho años después seguiríamos en esta relación. Recuerdo cuando el buen José nos presentó y nos invitó a cambiar el mundo en aquel café pequeño arriba de la librería Macondo, caminamos por la calle Zapata y esa noche creo que reímos y de vez en vez nos mirábamos un poco más a la cara.
El periódico donde escribíamos era ese lugar en donde todos queríamos ver otro mundo. Poco a poco fuimos haciendo mancuerna y algunas pláticas más personales se comenzaron a compartir. ¿Lo recuerdas? Quién nos habría dicho que hoy en el país del norte ha ganado un empresario fanático y que han votado por él aquellos que creen que quiere lo que ellos también. Visitamos un criadero de carpas, recogimos té de toronjil e investigamos sobre la escasez del agua en esta ciudad y cómo remediarla, sí, ya sé, seguimos padeciendo eso y aún más.
Descubrimos un café aún más pequeño e íntimo. Cómo olvidar cuando Ramón acercó una caja de pañuelos desechables porque algo había sucedido en nuestra mesa. Quién nos habría dicho que hemos llorado más de una vez y hemos sentido alivio cuando sabemos que estamos ahí.
Me enseñaste a usar la computadora y me sentenciaste que sólo lo harías una vez, que pusiera atención; aún tengo la cajita verde con los discos de 3/2 que sé que muchos ya no conocieron. Tuvimos un programa de radio y la música de Cusco era nuestra rúbrica inigualable, una radio universitariaL que estaba dentro del jardín botánico y a la cual llevábamos nuestros cassetes para grabar cada programa de Por la libre. Creo que por esa razón no tiro mi cassetera y de vez en cuando nos vuelvo a escuchar como si fuera ayer.
Debo confesar que me has escrito largas cartas electrónicas que tengo guardadas al lado de tu testamento (de nombrarlo se me enchina la piel). Te he dicho muchas veces que te amo y que te amo mucho. El primer viaje a la Ciudad de México, las lecturas compartidas, los planes continuos, charlas inacabables y que siempre, pero siempre hacen falta horas para continuarlas.
¿Enojos? Muchos, ¿Celos? También. Luego vienen las miradas, las palabras, las risas y sé que eres mi media naranja, toronja o fresa o cualquier fruto que se parte a la mitad. Conozco tus gustos y tú los míos. Creo que nadie más que nosotros nos conocemos con sólo escucharnos.
En 1651, un 12 de noviembre, nació una mujer tan sabia y tan culta que todos le pensaban extraña o realmente diferente por escribirle versos a otra mujer y decir que la quería. Una escorpión como tú, con decisión, firmeza y una inevitable sensibilidad aún cuando dice: Sor Juana Inés de la Cruz retaba su propio conocimiento y logró defenderse de quienes le atacaron; unas voces dicen que es la primera feminista de la época colonial, otras la mencionan por su amor escrito a otra mujer de bellos rasgos. Naciste un día después que ella, quizá por eso tu perfeccionismo y tu sentido del orden, de la planeación y el de anotar todo.
Te amo. ¿Quién podría saber mis debilidades y fortalezas? He entendido que el amor se disemina en varias direcciones y cuando doy clases sobre la Monja de Nepantla me gusta leerles este poema:
Este que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;
éste, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,
es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:
es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.
Y pienso en ti y en mí, en nuestros años, en nuestras metamorfosis interiores y exteriores. En todo los que hemos vivido durante todos estos años. Sé que todo acaba, todo tiene finitud, se hace nada como dice el Ave Fénix mexicano, pero celebrando a Sor Juana te celebro a ti porque ella me enseñó que puedo amarte con todo lo que amor conlleva y eso me hace dichosa. Feliz cumpleaños a dos mujeres escorpionas, dos feministas que han visto en su camino obstáculos para seguir. Te amo amiga mía.
Yo la peor de todas, tu Lao y tu corazona.
Para leer:
1. Sor Juana Inés de la Cruz. (2009). Obras Completas I, Lírica. México: FCE
2. Mónica Lavín. (2012). Yo la peor. México: Debolsillo
3. Octavio Paz (1983). Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe. México: FCE
4. Sor Juana Inés de la Cruz. (2006). Primero sueño y otros escritos. México: FCE
BLANCA VÁZQUEZ nació en el Distrito Federal, en 1973. Su vida ha transcurrido en el estado suriano de Guerrero. Estudió Literatura Hispanoamericana y es maestra en Estudios Socioterritoriales y doctorante de Literatura. Ha publicado Los letargos de Artume (La Tarántula Dormida); Ojos de lechuza (Rojo Siena) y El corazón en la mano (Editorial Fridaura). Imparte clases en la Universidad Autónoma de Guerrero. Email: itasavi1@hotmail.com
Ilustración | Imágenes de Google
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