SÁBADO
Ese día, como todos los días, esperaba la respuesta a ese mensaje que enviaba diariamente y como cada mañana, no había respuesta alguna, esperar una, dos, tres horas ya era un ritual, sentado sobre la mesa con un café y una rebanada de pan tostado, después de haber dormido solo dos horas. Dos horas diariamente los últimos treinta días. Si alguna vez me suicido, será en domingo, es el día más desalentador, el más insulso. Le revoloteaba esa frase, gracias a La tregua, de Mario Benedetti. La había leído y releído varias veces. Sonó con tono de mensaje el teléfono, pero no era el que esperaba, solamente otro chiste enviado por los amigos del grupo de trabajo, una sonrisa que nunca llegó a carcajada se dibujó en sus labios, borro el mensaje y espero otro rato, tomo a Sabines de la mano y volvió a leer, Me dueles, mansamente, insoportablemente me dueles. Y así transcurrió una, dos, tres y cuatro cuartillas más, volvió a escucharse un timbre ya conocido por él, pero no, no era el mensaje que esperaba. Transcurrían los días uno a uno y no había noticias, a veces solamente un hola y era como una gota de rocío sobre las hojas de un jardín.
DOMINGO
Se levantó y preparo un té negro sin azúcar y tostó una rebanada de pan, hasta el punto de carbonizar casi en su totalidad el pan, envió el mensaje, pero no espero la respuesta, checó el nudo corredizo de la soga, la instalo sobre la viga del patio y se dispuso a trepar a la silla, ring, ring, gritaba el teléfono, la llamada era de la persona que esperaba, la respuesta que había esperado por un largo tiempo. La habitación quedó en silencio, ese domingo de septiembre, no reunía las características que dictaba Benedetti, solo garabateó lo siguiente en un papel: Quiero desvelarme en el lago de tu ombligo, bebiendo del manantial húmedo que habita entre la cadera de tus lunas, musita, musa prófuga e inasible de mi tinta. La puerta de la habitación rugió estrepitosamente al estrellarse contra el marco, después, solo se escucharon unos pasos apresurados bajando las escaleras con rumbo hacia la calle.
JOSÉ CHÁIREZ (Torreón, Coahuila, México). Asistió al taller literario de Saúl Rosales en el Teatro Isauro Martínez. Ha publicado en la revista Estepa del Nazas, en el fanzine del grupo Nit y en el periódico Sin Censura. Poemas suyos aparecieron en el libro colectivo Las lenguas dementes. También publicó poemas en el libro Tesgüino, editado por la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro. Es autor del libro de poemas Restos áridos (2013). Publica en la página de Voces buitres y otros graznidos algunos poemas traducidos a la lengua Tseltal y en español. Algunos de sus textos fueron compilados en el libro Palabras vivas, voces y cuentos indígenas en la Laguna (2015) por el Ing. Fabián García Espinoza, edición bilingüe Español y lengua Indígena, editado por la UAAAN.
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