MI MADRE ME VIO crecer a destiempo / con su locura / me vio crecer a
destiempo.
Tuve flores en lugar
de ojos y mis pétalos
eran carne infecta.
Un pasillo de reposo.
[Tendré con el paso de los días en la garganta
un tumor bello con filos fluorescentes.
Mi habitación ya no será tu cuerpo
sino la cama de un hospital:
clínica del abandono.
Y yo desnuda me
cubriré sólo con tu carne]
Mi madre vio cómo mi
tallo se infectaba.
Pero nunca vio cómo
dejé de manera tan enfermiza la niñez.
Y mis juegos de
cuarto luego fueron juegos del cuerpo.
[Tuve mucho tiempo la sangre enferma / eso me hicieron creer] .
Eres un ángel con el
alma inquieta / decía mi madre / Eres como un demonio.
[Me acostumbraré a sangrar.
A derramarme sobre bestias imaginadas.
Soñaré a jugar en el aire con un ardor constante.
Quizás el yodo radioactivo no me duela tanto,
no se contagie ni se
prolongue]
¿Era necesaria la enfermedad?
Madre,
me diste por saliva
ácido sulfúrico.
HAY UNA PALABRA persistente.
Un fantasma con arquitectura corporal.
Esqueleto que se adecúa a lo permanente.
un cuerpo en exploración.
Con
quién hablas mamá.
Y tu cuerpo se convierte de a poco en ataúd.
En caja inexplorada.
Tu torso es un panal:
avispa negra tus labios.
Y la calle es una curva que no se anuncia.
Un jardín adherido a la mano
que contiene otro jardín:
benzodiacepinas.
Grieta en donde lo visible apenas es visible.
Algo persiste en el canto del hueco.
Una pared líquida.
Apenas es visible lo visible:
Inmutación en la sangre que converge.
Estoy segura que te propagas con el viento.
Que dejarás de ser fantasma
para ser un espectro.
Y tu cabeza de agua ahora será de leche materna.
Amamantarás el silencio
Y tu hijo será un útero lleno de fantasmas.
No habrá líquido amniótico.
Veneno en las arterias y el corazón.
Todo infecto.
Nivel proláctico alto.
Tan alto que jamás florecerá algo en ti.
Alguien lo advirtió desde tu niñez.
Nadie quiso que tú fueras madre.
La calle se corona con una nube que no es nube ni dragón.
La calle se cubre de una ceniza parecida a tu ropaje.
Un árbol de almendros viste la calle desconocida.
Sustancia que persiste en la sangre.
El ave hace nidos de muerte.
¿Has visto cómo se voltean sus ojos al morir?
¿Cómo quedan, Señor, durmiendo los suicidas?
¿Has contado las aves que mueren
al estrellarse en las ventanas / que nunca abriste?
Mamá.
Abre la ventana.
Voy a morir si no la abres.
Tengo un tumor en mi canto.
Tengo más enfermedad y locura que palabras.
Tengo más olvido.
Me ahogan mis huesos.
Mamá.
LETICIA CORTÉS nació en Guadalajara en
1980. Es docente y promotora cultural. Ha escrito los libros de poesía Lámparas
de sueño, De tu ausencia y mis pérdidas y Habitar
la muerte.
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