RESEÑA Vida, muerte, amor. El sótano del caracol, de Elvia Ardalani | Jorge Sáenz

De esta manera la historia se llena de personajes arrastrados por la soledad que aceptan su dolor sin reproches, aprendiendo a vivir en su despojo, anhelando que el amor sea posible.
El libro El sótano del caracol de Elvia Ardalani (Matamoros, 1963) es la historia de tres mujeres: Asunción, Evangelina y Luz María, marcadas por la pérdida del amor, que han sabido llevar el corazón como coraza, igual que un caracol que se cierra y se conserva para sobrevivir ante la adversidad. Sin embargo, en ellas no hay amargura; por el contrario, existe una circunspección ganada por los años. La historia está guiada desde los tiempos de la guerra española, pasando por las batallas entre Carrancistas y Villistas hasta justo después del periodo presidencial de Lázaro Cárdenas. Es ahí donde los estragos de los sistemas autoritarios son expuestos, pero vistos desde la piel de aquellos que lo sufren y narrados en su mayoría por una niña de seis años. Apuntaba Tolstoi que aquel que deseara escribir la historia del mundo fracasaría, y aquel que escribiera la historia de su pueblo escribiría la historia del mundo. Morostán (que bien pudiera ser Matamoros, Tamaulipas) es el pueblo del norte de México que resulta el escenario del mundo. Y mientras aquella niña observa y registra todo lo que sucede y lo comenta tiempo después como si escribiese una misiva a su amiga Evangelina, nos muestra el candor que se puede encontrar en la vida y su tragedia.
     Fuimos arrojados a este mundo sin percatarnos, y de la misma forma que nacimos de la nada nuestra existencia exige desprenderse de lo que uno ama, la orfandad es nuestra compañera natural. Del mismo modo, este tema universal, aparece en la obra de Elvia Ardalani. Uno de sus poemarios incluso se titula Cuadernos para un huérfano dedicándolo al principio “para todos aquellos que se han sentido huérfanos”. En El sótano del caracol ese sentimiento de orfandad permea la vida de Evangelina; la madre Bianchi y su Italia perdida; Asunción, aquella pequeña narradora que no tiene padre y dice sentir la madre siempre ausente, misma que recurre al sótano para socavar su soledad.
     Hay orfandad en los personajes más abyectos como César Garza quien su padre le regala un perro para no sentirse solo. Evangelina se queda sin padre, quien la protegía y la guerra le cobra después la vida de su madre al morir envenenada accidentalmente. En Asunción, su abuelo siempre le reclamó a su madre haber dado a luz, una niña que “solo conocería la orfandad”. Otra víctima de la orfandad es el militar Sebastián Fuentes quien recibe un telegrama de su esposa dónde ésta se despide, dejándolos huérfanos simultáneamente a su hija y a él.
     De esta manera la historia se llena de personajes arrastrados por la soledad que aceptan su dolor sin reproches, aprendiendo a vivir en su despojo, anhelando que el amor sea posible. Es por eso que Evangelina le cose vestidos a Miguel Hernández, un poeta encarcelado en España que nunca ha conocido y del que está enamorada a través de su poesía; Luz María visita secretamente a un dentista que no es de su misma clase social y nunca aceptarán sus padres; Carlos Garza guarda su celibato hasta los cincuenta años resistiendo sus impulsos en la meditación; y Asunción, aquella niña que narra busca incesantemente a su padre, de quien le han negado el paradero. Lo busca en el sótano lleno de caracoles, lo busca en el rostro del dentista, lo busca en la poesía.  Quizás los personajes podrían encontrarse al final del poema “Sobre los girasoles” del libro Cuadernos para un huérfano de la misma Ardalani:

Ama a los girasoles
Porque también son huérfanos
Y como tú se crecen en la promesa eterna
De la vida y la luz

La poesía no la escribimos, la poesía escribe al ser. Y de esta manera este canto a la poesía podría ser también la tela de fondo en que se teje toda la historia, así como los incipientes procesos del descubrimiento de la lectura. Evangelina vuelve a leer tras la magia que encuentra en El rayo que no cesa de Miguel Hernández, después de haber jurado no volver a leer jamás, en una manda contra su madre tras haberla sacado de la escuela para ser prostituida en una sastrería, tomando un derrotero hacia el abuso y la miseria.
     La pequeña Asunción comienza a descubrir el mundo por medio de la poesía cuando Evangelina lee el poema sobre el barro de Miguel Hernández y decide después ser poeta. César Garza se opone a la poesía quien dice solo sirve para que “pongan a los ilusos en la cárcel” y quien al acercarse el final de la novela, al golpear a la madre de Asunción, se burla de la poesía utilizando rimas para denostar a la niña y su madre. Sebastián Fuentes, tratando de despertar el interés en la mujer que pretende, lee y le obsequia libros de Darío, Bécquer o Amado Nervo. Mientras tanto, la niña se esconde en la biblioteca, donde lee en secreto esos libros prohibidos por ser contrarios al régimen franquista, o subversivos como los de los poetas García Lorca, Miguel Hernández, o Sor Juana Inés de la Cruz.
     No solo los personajes buscan la poesía, la estructura de la novela se ve encausada por ésta. Cada capítulo lo comienza una cita del poeta Miguel Hernández, misma que es relevante para éste. Cabe destacar que este poeta quien también aparece como personaje en la historia, esta detallado en su contexto histórico: a través de sus momentos de batalla contra el falangismo, sus incursiones a la cárcel y su posterior muerte a los treinta y un años de tuberculosis siendo prisionero del régimen Franquista.
     La novela no solamente tiene personajes que se ven tocados por la poesía, o citas poéticas que comienzan cada capítulo. Lo más notorio de El sótano del caracol es que se vuelca en ella. La prosa está escrita con una sutileza poética, no en balde Elvia Ardalani antes de ser novelista es poeta y lo muestra en su escritura que se niega a ser sencilla, se rehúsa a dar una descripción rectilínea sino a evocar siempre dentro de vuelcos metafóricos y símiles de imaginación desbordada, las varias dimensiones por donde las palabras encuentran un sentidos más cálido y vivo. Ardalani es una escritora sumamente humana, que trata a sus personajes con la delicadeza de una madre y su prosa, con la belleza de la poesía. Quizás la autora escoge a una narradora en su infancia sabiendo que los niños son poseedores de una poesía que su propia inocencia envuelve. Al final la niña alcanza la totalidad en la poesía consiguiendo así la felicidad. De esta forma, la prosa está construida con cierta melodía, inclusive en las reiteraciones e interrogantes que realiza siempre la narradora a Evangelina para dar un énfasis, en las sentencias que buscan la constante eufonía, tal vez para confortar algo que se ignora o para confirmar aquello que se sabe.
     Existe también en El sótano del caracol un marcado trasfondo político y social presente en el autoritarismo, la xenofobia, el fascismo, el antisemitismo de aquellos que buscan hacer el mal. Aparece el personaje histórico mexicano Nicolás Rodríguez Carrasco, el “jefe supremo de las Camisas Doradas, formalmente conocidas como la Acción Revolucionaria Mexicanista”. Hay algo muy vigente en el libro, es imposible no relacionar con nuestros tiempos la batalla de la niña y de las mujeres contra el autoritarismo que se desprende de los fascistas, de aquellos nacionalistas que, enraizados en su odio a los extranjeros, a los judíos o comunistas, deseaban derrocar a Lázaro Cárdenas. México fue el único país donde no obtuvieron el poder “los camisas doradas”; mientras que en España triunfa Franco, en Italia Mussolini, y en Alemania Hitler, había un movimiento mundial, nacionalista, fascista que luchaba por el dominio.
     Vuelta la mirada a la modernidad es imposible no ver aterrado el ascenso de los nativismos y la consolidación de la ultra derecha como un paralelo a esta opresión constante que se vivía en la ciudad de Morostán, escenario de la novela, tras la denostación de los judíos, los extranjeros, los comunistas y aquellos “rojos” que habían luchado contra Franco. Existe una postura política en la mayoría de los personajes de El sótano del caracol y, quien no la tiene, se le vincula por los lazos sentimentales que manifiesta, esto como consecuencia de la batalla que viven principalmente los personajes femeninos, a quienes a través de la opresión, su futuro se les desea ser impuesto. En cualquiera de los dos casos, ya sea en Evangelina o Luz María, se notan los estragos de la guerra, de la lucha propia o ajena por la supervivencia en la que siempre se pierde; en una guerra, la única vencedora es la desgarradora muerte.
     Si El sótano del caracol, esa novela que pudiera ser poesía, o esa poesía que pudiera ser novela, pudiera resumirse y condensarse en la palabra precisa y breve, una estrofa de Miguel Hernández resultaría imprescindible:

Escribí en el arenal
Los tres nombres de la vida:
Vida, muerte, amor.

Y entonces como dijo Tolstoi, la autora puede estar satisfecha de haber escrito sobre un pueblo para contar la historia del mundo.

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JORGE SÁENZ (McAllen, Texas). Ha sido escritor, mesero, vendedor, empresario, promotor, tutor, chofer, cocinero, cajero y mercadólogo. Es co-fundador de Fragmentarios, un blog dedicado a la promoción de la literatura. Se graduó de Literatura de la Universidad de Texas en Austin y estudia su posgrado de escritura creativa en la Universidad de Texas Rio Grande Valley. Actualmente reside en McAllen, TX donde trabaja en su primera novela.

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