ALBERTO MARTÍNEZ-MÁRQUEZ nació en Bayamón, Puerto Rico, en 1966. Poeta,
narrador, ensayista, dramaturgo, editor y activista cultural. Junto al
historiador y escritor Mario R. Cancel publicó El Límite volcado: antología de la Generación de Poetas de los Ochenta
(Isla Negra: 2000). Tiene a su haber el poemario Las formas del vértigo
(Isla Negra: 2001), Frutos
subterráneos (2007), Contigo
he aprendido a conocer la noche (2011), Muerte en familia (2013) y La
lógica de los ardides (2015). Sus poemas y relatos han sido publicados en revistas y páginas de
internet de Puerto Rico, República Dominicana, México, Estados Unidos, Canadá y
España. También su poesía figura en los volúmenes: Antología de poesía
puertorriqueña (tomo IV)
(1993), Maestros desconocidos de la poesía hispanoamericana (2002) y Los
nuevos caníbales: antología de la más reciente poesía del Caribe hispano (2003). Su pieza teatral "Harry
y la gorda" ha sido incluida en Expresiones: muestra de ensayo, teatro,
narrativa, arte y poesía de la generación X, publicado por el Instituto de
Cultura Puertorriqueña (2003). Es editor de la revista cibernética Letras
Salvajes.
—BETHOVEN MEDINA (BM): Desde 1980 ante
la decadencia del socialismo y la expansión del neoliberalismo en los países
hispanoamericanos surgieron nuevos grupos, ¿Así ocurrió en Puerto Rico?
—ALBERTO
MARTÍNEZ MÁRQUEZ (AMM): En lo que atañe al arte en general, surgieron nuevos
grupos dentro de las diversas manifestaciones que se fueron separando de la
hegemonía del llamado arte de compromiso que habían dominado el panorama
cultural puertorriqueño desde mediados de la década de 1950. Esto puede verse
en la plástica de los grabadistas del periodo como José Antonio Torres Martinó,
Carlos Raquel Rivera y Rafael Tufiño, por mencionar algunos de los más
destacados. En la esfera literaria, lo mismo ocurre con los colectivos Guajana,
Mester y Palestra. Aunque bien podría decirse que esta ruptura a la que aludí
en un inicio, comienza hacia mediados de los años setenta del pasado siglo, no
fue hasta la década de los ochentas que estas tendencias lograron ubicarse en
un primer plano y cooptar importantes sellos editoriales e instituciones
culturales (como el Instituto de Cultura Puertorriqueña). Pienso en la poesía
de la revista Ventana,
principalmente, José Luis Vega y Salvador Villanueva. De igual forma, es
preciso destacar aquí a las poetas Aurea María Sotomayor, María Arrillaga,
Vanessa Droz y Lilliana Ramos Collado. Ahora, ya en los ochenta venían
formándose otros cultores que formarán la denominada Generación de los Ochenta.
Estos poetas estaban más interesados en cultivar una estética menos reactiva
que la los setentistas. No había a quien oponerse. De manera, que los
ochentistas fueron inicialmente una continuación de aquel grupo. Sin embargo,
en la medida en que fueron madurando, sus temas y formas se iban separando
hasta constituir una poesía muy independiente.
—BM: ¿Existió migración de puertorriqueños
hacia las grandes ciudades de Estados Unidos, Paris, Madrid o Barcelona?
—AMM:
Históricamente, y dada la situación colonial de la isla y su relación con los
Estados Unidos, la primera gran ola emigratoria de boricuas hacia el este de ese
país ocurrió entre 1948 y la primera mitad de los 1950s, con el propósito de
servir de mano de obra no diestra en campos y fábricas. En los años ochenta,
esa emigración fue menos multitudinaria. Lo interesante del caso es que muchos
de los escritores que se forjaron en esa década, emigraron a otros lugares de
los Estados Unidos (Verbigracia, Ohio, Texas, Michigan, California, etc.), para
seguir sus estudios de posgrado. Muy pocos puertorriqueños emigraron a otras
ciudades del mundo. No obstante, escritores como Zoé Jiménez Corretjer y Edgar
Ramíez Mella residieron en España y Eduardo Lalo en Francia. Sus textos
registran esa experiencia.
—BM: ¿De qué manera los medios
electrónicos y las redes virtuales
propiciaron
la manifestación de la poesía ochentista, en cuanto a grupos y revistas de
circulación internacional en los intercambios culturales?
—AMM:
La efectividad de los medios electrónicos y las redes virtuales ha sido
extraordinaria, porque ha dado muchísima difusión a una generación que en su
momento carecía de los medios para la difusión de su obra. Dado que los
escritores que se forjaron al amparo de los años setenta controlaban todas las
grandes editoriales del país y suplementos culturales (Cultural, Instituto de
Cultura Puertorriqueña, Playor, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, En
rojo), la circulación del trabajo de los ochentistas se daba a unos niveles
bastante precarios y ante un público que se limitaba a las universidades. Las
redes abrieron ese espacio para llegar más allá de Puerto Rico e insertarnos en
una ecúmene internacional, que propició la participación de escritores de la
isla en revistas, ferias de libros y actividades literarias en otras partes del
mundo. Dada la condición colonial de Puerto Rico, los intercambios efectivos
con otras zonas del mundo que no sean los Estados Unidos, son infrecuentes. Por
eso, la utilización de la red compensa con creces ese vacío. Así, hemos podido
acceder a escritores de nuestra misma generación en el mundo hispanoparlante.
Pero también, hemos podido encontrarnos con escritores anteriores a nuestra
generación y autores noveles.
—BM: En Puerto Rico de los ochenta
destacan los poetas: Alberto Martínez Márquez, Mario R. Cancel, Eduardo Lalo,
Rafael Acevedo, Eduardo Enrike Carrión, y la puertorriqueña Mayra Santos Febres,
¿Cuáles fueron/son sus características poéticas?
—AMM:
Todos estos poetas tienen una voz muy particular. Mario R. Cancel es el
poseedor de un conocimiento erudito. Siendo historiador, sus lecturas rebasan el
área de la literatura. Por lo tanto, su poesía es reflexiva y expresa un
cuestionamiento del orden existente. En Mayra Santos Febres hay una mirada
hacia el cuerpo, mientras que Eduardo Lalo profundiza sobre la condición del
ser y su carácter nómada. Rafael Acevedo entronca con lo social y la
materialidad que le otorga al poeta su ser. Eduardo Enrike dinamita el lenguaje
y este servidor aspira hacia una poética de lo múltiple. Para ser justo aquí,
es preciso mencionar a Edgar Ramírez Mella y Edgardo Nieves Mieles, a quienes
considero dos pilares de esta generación. Hay otros poetas que no figuran en la
antología, por razones ajenas a nuestra voluntad, pero de los que quiero dejar
constancia en esta entrevista: Zoé Jiménez Corretjer, Rubén Moreira, Michele
Dávila Gonçalves, Félix Jiménez, José Santos, María Teresa Machado, Maribel
Sánchez Pagٞán y
Belia Segarra, entre otros.
—BM: Junto a Mario R. Cancel
publicaste El límite volcado: antología de la Generación de Poetas de los Ochenta (Isla
Negra: 2000). ¿A qué conclusiones y proyecciones, llegas ahora?
—AMM:
Considero que esa antología es mucho más importante de lo que Mario y yo
visualizamos. Primeramente, no esperábamos una recepción tan amplia dentro y
fuera de Puerto Rico. Especialmente, fuera del país, en México, España,
Argentina y República Dominicana. La recepción en República Dominicana fue muy
especial, porque los nexos literarios con Puerto Rico se remitía a las dos
generaciones anteriores. Éramos unos desconocidos. Dejamos de serlo a principios
de mayo de 2001, cuando presentamos esta antología en la Feria Internacional
del Libro de Santo Domingo. En Puerto Rico, nos reinsertamos en el mapa de la
literatura nacional. Lo que existía era un hiato entre los 70 y los 90. Había
que reescribir ese espacio. A partir de ahí hemos estado mucho más presentes,
no sólo en la crítica literaria del país y en los libros que registran la
historia literaria más reciente, sino también en los libros de historia, donde
se introduce la escena cultural de los ochenta.
—BM: Tu obra está contenida en el
poemario Las formas del vértigo (Isla Negra: 2001) y figura en Antología de
poesía puertorriqueña (tomo IV) (1993), Maestros
desconocidos de la poesía hispanoamericana (2002) y Los nuevos
caníbales: antología de la más reciente poesía del Caribe hispano (2003).
¿Puedes definirla o clasificarla?
—AMM:
Siempre digo que mis temas generales son el tiempo, el devenir y la angustia
existencial. Tengo una obsesión con esos temas. Mi poesía es una variante
constante de los mismos. Formalmente, hay cambios en estructura y en el propio
lenguaje. Con respecto a lo primero, he desarrollado por momentos una poética
minimalista. Una suerte de micropoesía. En otras ocasiones, he recurrido a una
estructura más larga y discursiva. En términos del lenguaje poético, he
cultivado un lenguaje directo; pero, al mismo tiempo, he estado escribiendo una
poesía más hermética, críptica, surreal. Es decir, que no me atengo una
particular estética, sino a una mirada disímil y heterográfica de los que es la
palabra creativa. Quizás haya críticos que me clasifiquen dentro de una
determinada tendencia. Sin embargo, a mi juicio, soy bastante inclasificable si
se mira todo lo que he publicado hasta la fecha, desde mis poemas en El límite hasta mi poemario más reciente,
La lógica de los ardides.
—BM: ¿Desde 2003 diriges la revista electrónica Letras Salvajes, y con Liricando (antología hispanoamericana
virtual) ratificas tu visión y análisis de la poesía Hispanoamérica? ¿Cómo la
analizas actualmente?
—AMM: Entiendo que la poesía de Hispanoamérica ha dado
un salto cuántico desde finales del siglo XX. Es decir, se han presentado
nuevas modalidades del decir y del quehacer poético que son un reflejo de las
nuevas tecnologías, los saberes emergentes y la escena del performance y del
Spoken Word. El poeta se torna un hacedor múltiple que intercala lo
interdisciplinar. Incluso, se erige como artesano. Para darte unos ejemplos
concretos: el mexicano Luis Daniel Pulido, que construye su universo poético
alrededor de la figura de superhéroes y personajes del mundo de la cultura de
los personajes de animación como Batman y los Transformers. Cine, rock y
cultura de masas son una constante en gran parte de esta nueva poesía. Para
otros, es lo performático, como se evidencia en poetas como Alexei Tellerías en
la República Dominicana, Sara Raca en México o Guillermo Rebollo Gil en Puerto
Rico. Existen otras tendencias que miran hacia la construcción híbrida del
lenguaje poético. Es decir, que su lenguaje y su la estructura del poema
reflejen una doble coyuntura cultural, como el caso del uruguayo Cristino
Bogado, que integra el español y el guaraní. En el caso del poeta generando su
proceso autopoiético, tenemos la proliferación de cartoneras en toda la América
Hispana: el poeta como productor de su propio libro. Es un fenómeno que comenzó
en Argentina a principios de la primera década del 2000. Ahora es un fenómeno
que se ha expandido hasta el Caribe. En Puerto Rico tenemos el trabajo
realizado por Nicole Cecilia Delgado, quien estuvo en la escena cartonera de
México y la trajo a Puerto Rico.
—BM: En Puerto Rico, ¿Qué
influencias consideras que se dieron en los 80 ante la Guerra Fría, la caída
del Muro de Berlín, de la Perestroika, y el recomienzo de la hegemonía de
Estados Unidos?
—AMM:
A raíz de estos episodios de la historia de los últimos treinta años ha llevado
a los poetas a asumir una dicción más reflexiva y crítica. Esto se puede ver en
prácticamente todos los poetas de los Ochenta. Pero me parece que Eduardo Lalo,
Carlos Roberto Gómez Beras, Kattia Chico, Mayra Santos e Iván Figueroa la
ejemplifican muy bien. Su poesía es una deconstrucción de ese mundo, que ahora
lanza sus aristas hacia el nomadismo, la interioridad, el cuerpo, la idea, la
trascendencia e intrascendencia del mundo, etc.
—BM: ¿Generacionalmente tienen
alguna propuesta socio-literaria al neoliberalismo y la posmodernidad?
—AMM: Yo creo que la poesía en sí misma es una propuesta contra la tendencia neoliberal. Porque, para empezar, el neoliberalismo, intenta domesticar el discurso poético y la poesía es siempre lo que excede y transgrede esos discursos homogenizantes. Sobre el postmodernismo, es otro cantar, porque se tratan de múltiples y variadas vertientes de los social, lo político, lo económico y lo cultural. Puedo decir, que esta poesía nace dentro del marco de la postmodernidad política y se desplaza más allá de la misma para abarcar el terreno de la postmodernidad cultural, que en este caso se da como una subversividad de los órdenes culturales que han establecido unas determinadas formas y maneras del decir.
—BM: Háblanos
de tus poemarios Las formas del
vértigo (2001), Frutos subterráneos
(2007), Contigo he aprendido a conocer la noche (2011), Muerte
en familia (2013) y La lógica de los ardides (2015).
—AMM:
Todos estos poemarios son sumamente distintos en cuanto a temática, lenguaje,
forma y proyecto. Intenté publicar mi poesía desde el inicio de mi mejor
escritura en 1986 y llevar una línea cronológica. Esto se rompió tan pronto
publiqué Contigo he aprendido a conocer la noche. Las formas del vértigo
asumen un lenguaje expresionista y surreal para reconstruir la cotidianidad.
Aunque en los últimos poemas del libro hay un acento más filosófico y
existencial, este acento, en Frutos subterráneos parte de la condición
del exilado. No usa un lenguaje directo, pero puede transmitir la nostalgia, el
sentido de la distancia y los agones interiores. Contigo he aprendido a
conocer la noche es un poemario de corte amatorio. Intento en este poemario
romper un poco con la poesía erótica que se centra más en lo sexual que en la
dinámica de las relaciones entre el hombre y la mujer. Es la búsqueda constante
del amor. Muerte en familia recurre a un lenguaje más descarnado para
poetizar a mis amados muertos, que, como dice el título son familiares, pero
también aquellos creadores con quienes he tenido algún tipo de contacto, ya sea
personal o a través de sus obras. Finalmente, La lógica de los ardides
suscribe un lenguaje minimalista, tendente a lo reflexivo, pero también ahonda
más en el angst sin abandonar la ironía y el ludismo.
—BM:
¿Los anteriores libros en qué difieren de tus
poemarios Poemas sacados de la
gaveta (1985-1986), Al filo de la ciudad (poemas, 1986), Algebra de agua (1987-1994), Estación
del equívoco (1990), Ensayos de poética (1987)?
—AMM:
Estos libros electrónicos participan en mayor o menor medida de los mismos
temas y formas que los poemarios que publiqué en papel. Me parece que, de todos
ellos, Ensayos de poética es el más
importante, porque traduce mi sentir sobre lo que constituye el acto poético. Debo
destacar que Estación del equívoco
estaba destinado a publicarse dentro de Las
formas del vértigo.
BETHOVEN MEDINA SÁNCHEZ (Trujillo, Perú, 1960). Ha obtenido importantes premios nacionales e internacionales, entre otros: Segundo Premio "Juegos Florales Universitarios del Perú" (Tacna,1979), Segundo Premio Juegos Florales "Javier Heraud" (FEP, Lima 1980), Segundo Premio V Concurso "El Poeta Joven del Perú" (1980), Premio Internacional de Poesía "Mairena" (Puerto Rico, 1985) , Premio Juegos Florales Nacionales Ciudad de Guadalupe (1999), Segundo Premio de la II Bienal de Poesía Infantil ICPNA (2007) y Premio Internacional de Poesía “Ciudad de Aguas Verdes” (2009). Autor de los libros de poemas: Necesario silencio para que las hojas conversen (1ra. Edic. Cuadernos Trimestrales de Poesía, 1980; 2da. Edic. Revista Hispanoamericana Norte, México, 1982; 3ra. Edic. Runakay, 2002), Quebradas las alas (Edic. Cuadernos del Hipocampo, 1983; 2da.edición Gaceta Virtual, 2010, Argentina),Volumen de vida (Edic. Colección Homenaje Centenario César Vallejo, 1992; 2da. edición Orem 2011), Expediente para nuevo juicio (Arteidea Editores, 1998), Y antes niegue sus luces el sol (Arteidea Editores, 2003, 2da. edición Fondo Editorial UPAGU, 2012)), Antología esencial (Petroglifo, Huaca Prieta, 2005), Cerrito del amanecer (poesía infantil-juvenil, Ediciones Katequil, Ornitorrinco y Papel de Viento Editores, 2007), El arriero y la montaña bajo el alba (Edición UNC, 2009), Ulises y Taykanamo en altamar (Fondo Editorial UPAGU, 2012), y Chelita Encantadora (Novela Infantil, Altazor, 2013).
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