No cubrimos nuestras caras de niña. Somos la
guerra.
Dolores
Dorantes (2011: 17)
Después de estudiar el reconocimiento que tienen en
México las poetas (ni poetas mujeres ni poetisas), a lo largo de las anteriores
ediciones de Investigando en femenino, tal como intenté reflejar en «¿Las
poetas mexicanas son tan pocas?» (2015), texto publicado en Bitácora de vuelos, el
caso de Dolores Dorantes (Córdoba, Veracruz, 1973) concentra el machismo, la
imposición, la censura y la violencia de la escasa libertad de expresión que
tiene la mujer en el país norteamericano, más aún si se dedica al periodismo y
a la poesía desde una postura feminista. Las poetas de México no solo ven cómo
su presencia en las antologías (un quinto, normalmente; un tercio, en el mejor
de los casos) está muy por debajo de su presencia real en lecturas y
actividades poéticas, tanto como ponentes como oyentes. No solo tienen menos
derechos o libertades, sino que llegan a poner sus vidas en peligro por
denunciar el delictivo estigma machista.
Dolores
Dorantes es autora de los poemarios Poemas para niños (1999), SexoPUROsexoVELOZ
(2004), Septiembre (2007), Estilo (2011), Querida fábrica
(2012) e Intervenir (2015); este último en coautoría con Rodrigo Flores.
La mayoría de sus libros están disponibles en su blog o en el Archivode Poesía Mexa. Ha
formado parte de, quizá, la más rigurosa muestra poética de las últimas décadas
en México, El manantial latente
(2002), de Sin puertas visibles. An
Anthology of Contemporary Poetry by Mexican Women (2003), de Jen Hofer, y representó
a su país en Francia con México 20 (2016):
antología casi equitativa, de veinte poetas, ocho son mujeres. Dorantes es una
poeta y periodista mexicana que vive en EUA desde 2011 debido a las amenazas,
la intervención y la persecución que sufre por ser feminista. De ello da buena
cuenta el blog que ese mismo año tuvo que cerrar a propósito de
tal vejación, todavía impune y continua en otras mexicanas. Sin embargo, la
poeta sigue trabajando en un nuevo espacio personal
para evidenciar el maltrato que ahora crece con Trump. Veamos los poemarios que
escribió y publicó por aquellos años en dos editoriales fundamentales para el
género literario que nos ocupa: Estilo
(Mano Santa, 2011) y Querida fábrica
(Conaculta, 2012).
Estilo arranca con el significado que
tiene la palabra que da título al poemario: «En Botánica, el estilo de una flor
de angiosperma es la prolongación del ovario al final de la cual aparece el
estigma. El estilo no contiene óvulos, quedando éstos restringidos a la región
del gineceo llamada ovario. Modo de expresión básico y distintivo» (9). Así
pues, estamos ya ante la primera obra de la jarocha en la que explícitamente
reivindica la igualdad y la fuerza de la mujer para resolver los conflictos que
ella misma sufría en ese año en que tuvo que cerrar su blog por las amenazas y
las persecuciones, preludio de su viaje a EUA. El Archivode Poesía Mexa
recoge el manuscrito, por lo que seguiremos la edición de Issuu. Cada una de las tres partes del poemario comienza
con una reflexión sobre el significado que tiene el estilo en la voz poética
que se desangra y que se dirige a la primera fuerza de mando del país vecino.
Dorantes
muestra la violencia mediante los animales. Así termina una de sus primeras
prosas de Estilo: «Conviértenos en
cielo que atraviesan las ramas. Captúranos del cuello como a los animales. Como
a los animales, fervor.”» (12). Otras poetas coetáneas (pensamos, por ejemplo,
en Amaranta Caballero) cultivarán una poética del bestiario, en este caso de
los pájaros («una racha de pájaros» emigrantes, como Gaëlle Le Calvez) que
fecundarían las plantas encarnadas por el sujeto poético de Dorantes en la
petición explícita de supervivencia y libertad que logra el símil con la
columna del ovario a la que se hacía referencia:
«10.- Todas queremos que nos mantengas vivas.
Queremos que nos tengas hirviendo. Que digas sí y más. Que ordenes échense y
muéstrenme la lengua. Todas queremos que nos enrojezcas. Que nos atravieses.
Queremos recibir el golpe de tu lengua y perdernos. Intenta sujetarnos y pasear
con nosotras. Intenta descubrir lo que somos. Somos tus códigos, una hilera de
cifras para que nos sometas. Números rojos y brillantes. Hirviendo.» (15).
Las comillas y la numeración de los breves textos
nos hacen pensar en testimonios de otras víctimas desaparecidas. La
focalización en la boca llena de lengua e incisivos reivindica la voz que se
alza en contra del macho que pretende acallarla. Más adelante, en la prosa 13,
pide clemencia al pasar la frontera, algo que con el nuevo gobierno de EUA
cobra mayor importancia: «Somos adolescentes armadas cruzando la frontera»
(18). En varias ocasiones se alude a la presidencia. Ahora podríamos pensar en
Trump; sin embargo, hace siete años el problema lo causaba o desembocaba en la
figura del entonces máximo mandatario de México, a quien se dirige el poemario:
Felipe Calderón. Bajo su gobierno estalló la guerra contra el narco que aún
perdura. La primera persona del plural convierte a la poeta en representante de
todas las víctimas desplazadas. Este es el final de la primera prosa de la
tercera parte: «Somos los frutos frescos de la guerra» (35).
La
boca, los pájaros, la sangre, el cielo o el sol se repiten en Querida fábrica. Ahora, un año después,
el espacio es urbano, industrial, tangente, específico. El tono autobiográfico
evoluciona del tránsito al asentamiento, todavía tierno, de un nuevo lugar
desde el cual intentar mejorar la patria −«otra
patria/ otra fábrica del interior» (28)− a la que le escribe una misiva
cuyo destinatario sigue siendo el presidente que en 2012 acaba de darle el
relevo al PRI de Peña Nieto. El mensaje del horror también se dirige a quien
lee. La reiteración de «como tú» cala en la mente de cualquiera que pudiera
encontrarse en la situación descrita de forma más implícita en este poemario: «[...]
La escritura que escarbas en la humedad de las paredes/ puedo leerla mientras
cuento tu respiración: “es difícil la línea entre un país y otro/ el hueco sin
remedio”» (37). El amor que ha quedado al otro lado de la frontera aumenta la
desolación y la impotencia, el pataleo; pero si no pataleáramos, perderíamos el
equilibrio.
Daniel
Bencomo es de los pocos críticos que se refiere a Dorantes. Y lo hace llegando
a esta conclusión en la revista Crítica: «Con una solidez en antípodas de lo panfletario,
desde la poesía impura, ambos libros exhiben los limitados límites de nuestro
constructo social, ciudad y república. Poemas obsesos y mórbidos desde la
orilla de un país en desgracia, para una república infértil: potencia y madurez
que Dolores Dorantes hace patente en Estilo
y en Querida fábrica». Alejandro
Higashi pensó en su obra para articular la poesía patriótica del México
reciente en un artículo de iMex (2017):
En los poemas de denuncia, muy por encima de la
identidad, se resiente la extrañeza de no identificarse con la circunstancia de
brutalidad que se narra; se documenta lo inmediato desde fuera, sin tiempo para
pensar en lo simbólico; como escribe Dolores Dorantes en un poema de Querida fábrica:
Esto no es poesía
es
lo que dictan las circunstancias:
una res abierta descansando en la carnicería
una puerta violada para alcanzar tu corazón, criminalmente
(Dorantes 2012: 37).
Pese a todo, la poesía patriótica sobrevive
excepcionalmente, bajo sus propias reglas y siempre refractaria al ampuloso
patrón declamatorio de las fiestas patrias, por lo que su estudio podría
prepararnos para el repunte de una poesía patriótica de nuevo cuño (Higashi,
2017: 92).
Por último, es muy esclarecedora la edición
bilingüe de Intervenir (2015) que
Dolores Dorantes firma con Rodrigo Flores Sánchez, contemporáneo a la autora de
Estilo. Los poemas, con ese reforzado
desdoblamiento del sujeto poético, son más sólidos y autónomos que en los
libros anteriores, cuya idea era la escritura desde el otro lugar. El texto en inglés (traducido por Jen Hofer), junto
al original en español, muestra la separación blanca, invisible, testimonial,
que la poesía permite truncar mediante la expresión verbal:
Patria Homeland
territorio territory
independencia independence
amor love
[...] (14) [...] (15)
El hecho de que este libro se haya publicado con su
correlato inglés, como decimos, ofrece una doble óptica que refleja tanto la
autoría bimembre de Dorantes y Flores como la realidad de los mexicanos que
viven en EUA. La traductora, Jen Hofer, adjunta al final del poemario una nota
donde explica que:
Intervenir termina con una intervención: el poema «La niña de
Guatemala» de José Martí interviene el libro de Dorantes y Flores, invocando
tanto una historia de explosivas luchas revolucionarias por la independencia
como la presencia fantológica de una joven muerta antes de su tiempo, una
referencia prismática a todas las mujeres (y hombres) guatemaltexs asesinadxs a
manos del estado. Ambas son invocaciones pertinentes para el México actual.
Dolores y Rodrigo intervienen el poema de Martí, reescribiéndolo desde dentro,
volviéndose el enterrador que simultáneamente entierra y desentierra lxs
muertxs (186).
Dorantes supone, pues, un pilar fundamental para
entender la dimensión social en la poesía mexicana. La poeta, obligada a irse
de su país natal, muestra en su obra el dolor que causa esta dictadura
encubierta e indemne. Ahora bien, la autora de Poemas para niños no se monta en la tragedia y elige una expresión
tan sincera como serena para evidenciar las carencias de un sistema que la
poesía aún puede rechazar.
El nuevo feminismo mexicano surge en la década de los setenta del siglo
pasado, según Estela Serret, y está muy activo en México en los últimos años,
desde los trabajos de la narradora y ensayista Margo Glantz a las poetas y
editoras Leticia Luna, Maricruz Patiño, Yvonne Cansigno o Adriana Tafoya. En la
obra de Dorantes advertimos tanto una descripción del problema como una
denuncia explícita. El peso autobiográfico de la poesía permite entonces una
liberación de la propia autora y un conocimiento, por parte de quien lee, de lo
que realmente supone el feminismo en la actualidad de México. El caso de la
jarocha es poco común en otros poetas (como Gerardo Deniz) que, si plantean
dicha perspectiva, lo hacen para caricaturizar, no tanto el feminismo en sí,
sino las críticas machistas y, por tanto, casposas que lo rodean.
Hace
unas semanas, en febrero, hubo una nueva polémica sobre el feminismo que existe,
no tanto como debiera, en la poesía mexicana. La escritora Valeria Luiselli
(Ciudad de México, 1983) publicó en ElPaís («Nuevo feminismo») su desacuerdo con quienes esos días se
manifestaban en la calle por los derechos de las mujeres. Días después, la
poeta Esther M. García (Ciudad Juárez, Chihuahua,1987) le respondió con
preguntas y argumentos tan duros como sinceros. Joaquín Díez Canedo en NoFM-Radio, Consuelo Sáenz en La libreta de Irma Gallo o Eduardo Rabasa en Reporte Sexto Piso
también se posicionaron al respecto y criticaron la postura de Luiselli. En
España se acaba de publicar la antología Sombra
roja. Diecisiete poetas mexicanas (1964-1985), otra forma de acercarnos a
las poetas silenciadas.
El 11
de marzo se abrió la primera escuela de feminismo en la ciudad de Chihuahua, gracias a
Mercedes Fernández, Verónica Terrazas e Indira Sandoval. Fue precisamente en
Chihuahua donde, tres días antes, el 8 de marzo, Esther M. García habló de
«Mujeres y literatura: Misoginia y machismo en el medio cultural mexicano». Se anunció La Feria Internacional de la Lectura en
Yucatán, cuyo cartel muestra a una mujer de espaldas que pide ser castigada por
el hombre que la marca con una fusta, pero le pide que le deje leer. Entre
otras, la escritora mexicana Brenda Lozano denunció esta atroz forma defomentar la lectura y la violencia machista. Tristemente actividades como esta son comunes, en
poesía y en otras artes; en México y, seguramente, en otros países. Debemos, entonces,
seguir investigando en femenino.
IGNACIO
BALLESTER PARDO. Universidad de
Alicante
Imagen | Atomikaztex
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