Desvencijada y mínima, sus puertas batientes han renunciad
a la dignidad amenazada del vidrio. […]
Con sus veinte metros cuadrados, La Invencible tiene dimensiones de camarote. Su barra, el aspecto de muelle en que vienen a recalar navíos perdidos.
Vicente Quirarte, La Invencible (2012)
La Ciudad de México es mayúscula, como su Historia.
Entro
en la cantina que da nombre a este texto. Así se llama también el penúltimo
libro de Vicente Quirarte en honor a su padre, el historiador Martín Quirarte.
Estudiarlo me ha traído hasta esta República. Pido un tequila Herradura blanco
y respiro la humedad del ambiente.
De la
UNAM a Dr. Gálvez −en San Ángel, donde se encuentra esta morada de desamores−,
atravesamos Chimalistac, un pequeño pueblito de adoquines y casitas de colores.
En una de ellas, junto a la iglesia de San Sebastián, vive Elena Poniatowska:
testimonio nuestro.
«México se quiebra pero no se dobla», podríamos
decir parafraseando a Melchor Ocampo: político liberal del siglo xix que da nombre a una de las calles
que conecta el Jardín Centenario de Coyoacán con la mancha urbana. Sus coyotes
se inclinan como la iglesia del fondo. Los arcos presiden la plaza. Por ahí
pasean, en festivo, las familias y, un día común, los organilleros y los vendedores
de ilusiones que les hicieron olvidar el hambre y el agua. Cuando ambos
coinciden, ociosos y negociantes colapsan el paso. Si volteamos hacia Miguel
Ángel de Quevedo, luego luego, nos encontramos con 3 Cruces 10, donde vivió
Luis Cernuda. El poeta sevillano exiliado en México perdió la vida tres días
después de la noche de muertos. De este modo Quirarte lo lee cada 5 de
noviembre sobre su tumba del Panteón Jardín, en la Delegación Álvaro Obregón.
El sur de la ciudad, que lleva las tres sílabas del país, se rompe a cada rato.
Sus árboles agrietan las aceras. Sus troncos obligan a bajar de la banqueta y sus
hojas impiden que la luz aclare las leyendas de quienes fueron y son sus
vecinos: Frida Kahlo, Diego Rivera o León Trotsky, entre otros.
El
cruce de Francisco Sosa con Privada Reforma alberga la casa que rentamos para
iniciarnos en este rito de paso que supone el DF. A los tres días, un taxista («ellos
saben muchas cosas», dicen los policías) nos informa de que ahí vivió Jorge
Ibargüengoitia. Su escritorio y las pinturas de su mujer, Joy Laville, dan
prueba de ello.
El sabor del tequila me es idéntico al que me produce
un mordisco en la lengua. Las botellas de la cantina bien podrían haber salido
de la bodega de una carabela (des)armada. En sus estantes, los caballitos y las
herraduras (de a de veras) solapan las miradas de quienes difícilmente cruzan
los brazos. Los clientes de La Invencible se conocen. ¿Coincidieron con Martín
Quirarte? Le pregunto al mesero por qué se llama así la cantina. “No, pues ya
ves que no se vence. Un español le puso el nombre”, contesta, mostrando las
herraduras de su boca. La bandera tricolor tras la barra combina con el verde
del limón, el blanco de la sangre del agave y el rojo del jitomate que en su
jugo juega con su junco trunco.
Las ojeras en esta ciudad
son medallas que imponen los gritos de «a diez pesos le vale», las imágenes
discontinuas, los olores a maíz junto al Metro y los sabores a incordio. La ciudad
de México es una hazaña colectiva: es sufrirla y es gozarla. La familia de La
Invencible está perdida, pero no derrotada.
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IGNACIO BALLESTER PARDO (Villena, Alicante, 1990). Es filólogo hispánico. Cursa el
Doctorado en Filosofía y Letras con la tesis «La dimensión cívica en la poesía
mexicana desde 1960. Herencia, tradición y renovación en la obra de Vicente
Quirarte», dirigida por la catedrática de Literatura Hispanoamericana, Carmen
Alemany Bay, gracias a un Contrato predoctoral de la Universidad de Alicante.
Ha participado en distintos congresos internacionales sobre poesía tanto en
España como en México. Recientemente ha publicado «Arte poética en Vicente
Quirarte: decálogo entre el cielo y la tierra» en Artes poéticas mexicanas (De los
Contemporáneos a la actualidad) (Guadalajara, 2015). En Facebook, Twitter y Blogger comparte su trabajo.
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