Ya llegamos, le digo
emocionada a David mientras señalo la punta visible de la carpa verdi-azul, ahí
está la música. Estamos casi en la puerta de entrada. Aguanta voy a guardar mi
mercancía, me dice mientras esconde un envoltorio entre uno de sus calcetines.
Me introduzco por el
zaguán blanco, los chicos de seguridad revisan con desgano mi bolso. Pasa. A
David lo revisan por entero, en los costados, las bolsas del pantalón, la
entrepierna, entre la entrepierna, y por fin le dicen, pasa. Es la mañana del
domingo 4 de diciembre de un moribundo 2016 en la pequeña ciudad poblana,
calles desiertas, gente caminando en bermudas y sandalias. Unos minutos antes atravesé
las avenidas polvorientas de San Francisco Totimihuacan hasta llegar allí para
unirme a la celebración.
En el trayecto un raver me abordó, era David: chamarra
beige, pantalones anaranjados, tenis negros y el cabello corto. Me había
preguntado si iba por buen camino. Si, vas bien, le contesté y ya de ahí vino
la conversación hasta llegar juntos al sitio. Es que no oigo nada, no se oye
música, me decía, y un par de segundos después el corazón de la tierra
retumbaba haciéndonos sentir sus potentes latidos.
Yo había ido directo al
stand de chelas y ya le daba el primer sorbo a una lata de Tecate. ¿De a cómo
está la chela?, me pregunta David, de a 25 pesos le digo mientras le doy otro
trago. A pues no están tan caras, ahora no se mancharon tanto y sin darnos
cuenta, nuestros pies ya se movían tímidos al ritmo de “la electro danza".
El set era un terreno muy
amplio, bardeado, sin techos, en el centro reposaba la carpa de telas verdes y
azules entretejidas, al frente, el escenario decorado con telas blancas
entretejidas, y mandalas neón.
Ya
llegamos, (le señalo la punta visible de la carpa verdiazul).
Set del After Magic, la
oportunidad de escuchar a algunos de los mejores DJ de la escena electro local,
y así volver una vez más a la escena rave:
Unstable, Mrs Gail, Hosenfeld, Beat Machine, Zaifro, Neurosensor, Future
Dimention, Yloga, Dozart, y Zharco, eran sólo algunos de los nombres
anunciados.
…el
escenario decorado con telas blancas entretejidas, y mandalas neón.
La indicación era la
siguiente, bajar a dos calles del zócalo, frente a la presidencia, en el
semáforo, dar vuelta a la izquierda, caminar tres calles y bienvenidos. Algunas
personas afuera de sus casas me miraron pasar con desconfianza igual que a
todos los que desfilábamos por su territorio.
Ahora ante la congregación, DJ Jels acariciaba con delicadeza la tornamesa, yo trataba de resistirme al ritmo atmosférico, a esa combinación de sonoridades hipnóticas. Sólo unos cuantos riff’s y beat’s que se iban introduciendo lento en las arterias. Mis ojos giraban alrededor para buscar a los cuates, Itzee, George, Darsek, nombres de conocidos que esperaba ver.
Eran las 12 am, estaba
soleado pero hacía frío, unos cuantos chicos pisaban el centro de la pista para
hacer sus bailes. Ya los humos se mezclan en el aire, ya latas vacías son
arrojadas al piso, ya el número de asistentes crece, ya la música sube de
volumen e intensidad, ya otro DJ sube al escenario, ya yo estoy bailando sin
importar que aún no haya terminado ni siquiera mi primera chela…Cuadrosss, tachasss, cuadrosss, tachasss… David
encuentra a sus amigos, uno de ellos baila sin cesar oculto bajo grandes gafas
oscuras. Me dice su nombre, no lo alcanzo a escuchar. Se hablan al oído,
asientan, luego dicen no y buscan entre sus bolsillos y carteras.
Ya encontraste a tus
carnales ¿verdad?, pregunto a David en el oído, él asiente. ¿Y los tuyos?, por
ahí han de andar le contesto mientras los busco por los alrededores, entre
caras desconocidas que ya empiezan a hacerse conocidas. Lo chido fue que te
encontré porque ya me había perdido jajaja. Me dice casi entre gritos David,
recordándome que lo había conocido tan sólo unos minutos antes, en el camino,
mientras ambos tratábamos de ubicar la locación. Sí, cómo supiste que venía para
acá, le pregunto. Oh tsss, luego, luego se reconoce al personal, jajaja. Y
remata con una carcajada…. cuadrosss,
tachasss, cuadrosss, tachasss…
Yloga sube al escenario
para alborotar la euforia y echarse un mano a mano. Está la música
evolucionando, ¡pom, pom, pom, pom!, potentes bombos, nuevos y remasterizados
beat’s estallan. Estamos todos despojándonos de los temores, del estrés, de
todo cuanto impide a los pies hacer su propio baile.
Un sonido eléctrico me ha
llamado. Es el canto de las nereidas mecánicas, la repetitiva sonoridad me va
atrapando, como un lazo me mueve cuál marioneta. Cierro los ojos sin darme
cuenta, la música va abriéndose paso en mí interior, la sonoridad mecánica me
atraviesa, me perfora la piel, cada poro se abre en un grito haciendo florecer
la alegría, ésta se apodera de mi cuerpo, la música estalla dentro, cava
profundo, se instala, mis pies saltan, golpean el suelo, ¡Estoy feliz! ….cuadrosss, tachasss, cuadrosss, tachasss… El
mano a mano está en su punto, el centro del lugar está lleno de danzantes. De
pronto, el volumen de las bocinas se reduce a la mitad, se escuchan chiflidos,
mentadas, exigencias de un grupo de seres que hambrientos deseaban la potencia
de la música. Aunque el volumen baja, nadie detiene su baile. Amiga ¿cooperas
con 25 baros para un cuadro, o así estás bien?, pregunta David. Ehhh sí claro,
si quieres coopero. Le digo dudosa y tambaleante pues no se me había ocurrido
consumir otra cosa que no fueran cervezas. Aun así, le doy mi cooperación y él
se pone a buscar al dealer. Lo
encuentra. Un par de segundos recargado el uno en el otro, transacciones
secretas de una inocente mafia, y ya apretaba un popocatepetl entre sus dedos. Lo corta, lo reparte entre el amigo
de las gafas, él y yo. Ellos lo devoran, yo hago como que lo saboreo, y lo
escondo discretamente en una caja de cerillos. Un cigarro blanco y robusto que
conforme pasa de mano en mano se vuelve sepia, llega hasta mí, dudo en chuparlo
pero al sentir la presión de sus miradas, acepto el toque. Entonces inhalo,
retengo y exhalo, lo paso a David y allí con él se termina. Seguimos agitados el
ritmo, bailamos alegres entre risas, buscando llegar al prometido trance. Todo
comienza a cambiar, las puertas de la percepción se abren lentas, sentimos las
formas sonoras, la posesión es absoluta y evoluciona; los pies sienten la
uniformidad del piso de arena, se levantan polvos de los suelos, la pista de
baile está repleta. Tímidamente el volumen intenta ascender, por un momento vuelven
a sentirse los bombardeos junto al corazón, un chico de seguridad le hace señas
al DJ para que vuelva a bajar el volumen, se escuchan chiflidos, mentadas,
nadie sabe porque juegan con nosotros. ¿Te sientes chida?, me pregunta David ya
sin tener que gritar. Sí, ya me siento bien ¿y tú?, pues leve, voy pa’ allá, ¿cómo
sabes qué ya te está haciendo efecto el “cuadro”? Le pregunto. Ah pues porque a
mí me empieza a doler la cabeza. Jajaja. ¿En serio?, contesto burlona. Sí en
serio, me duele un poco, luego me empieza a latir chido el corazón, me retumba,
eso es que ya está entrando, luego los espasmos, ya sabes, y ya después nada
más siento un chingo de alegría, todo es alegría, me empiezo a ir con la
música, ya todo es música y sensaciones, ya sabes ¿no?, ¿y tú cómo estás,
todavía no sientes nada? No aún no, (le contesto sin verlo a los ojos) pero a
lo mejor ya mero…cuadrosss, tachasss,
cuadrosss, tachasss…
…se levantan polvos de los suelos, la pista de baile está repleta.
Tengo en mis manos no sé qué
número de porro, aunque ya no hay presión de las miradas sobre mí, inhalo,
retengo y exhalo. Hemos bailado tres horas y media continuas, y nuestros pies
quieren ir por más. La música sigue en descenso de volumen e intensidad, los chicos
comienzan a aburrirse, a sentirse burlado por el alza y la baja de los
volúmenes musicales. Tengo mucha sed y un hueco en el estómago que me obliga a
despedirme de David, no sin antes pedirle su Facebook. ¡Chido banda!, me dice
mientras nos damos las 5. Estamos en contacto. Va que va. Me dirijo a la
salida, la seguridad no me lo permite, ¡métanse, métanse, ahorita nadie puede
salir!, sentencian y nos echan hacía atrás. ¿Qué, qué pasa?, le pregunto a un
guardia. Nada, nada, lo de siempre, ya llamaron a la policía, ¿policía?, la
palabra me hace un ruido extraño, sólo hasta entonces me percato de la paranoia
que me han provocado las inhalaciones de humo. ¡Háganse para atrás!, ¡Ahorita
no, no puede salir nadie, está lleno de vecinos y policías! Nos dicen
angustiados los guardias. ¿Y qué quieren?, alguien en la multitud pregunta, ¡pos
que nos callemos y nos larguemos!, ¡Chaleee!, se escucha al unísono desde
varias bocas. En ese momento los vigilantes se levantan de un salto y corren,
¡Hey todos métanse va a entrar la tira!, dice uno mientras corre a decirle al
DJ: ¡Ya wey, ya apaga todo, ya valió madres! En eso, seis policías municipales
irrumpen en el sitio sin saber exactamente qué hacer. Se quedan parados, con
las manos sobre la cintura, viéndonos a todos salir con absoluta lentitud.
¡Ya puercos!, ¡Pinches cerdos,
ya váyanse! La masa escupe su enojo. Mi corazón late desbocado, ¡en la madre,
me van a revisar!, y pienso en el cuarto de cuadro que tengo en mi bolsa. Imágenes
de policías, separos y patrullas comienzan a incomodarme, se acelera mi pulso
cardiaco, la paranoia comienza a invadirme, pienso en buscar a David para
regalarle la ¼ parte del cuadro que no me comí, pero eso sería delatarme, sabrá
que mentí, que nunca comí nada y que inicié la amistad con mentiras. Eso jamás.
Así que lo único que se me ocurre es sacar la caja de cerillos, abrirla y arrojarla
lo más lejos posible todo con absurda desesperación mental, mientras los policías
siguen mirando los alrededores sin moverse, buscando sin éxito el supuesto
crimen, rascándose la cabeza y llamando a la comandancia para preguntar qué se
hace en esos casos.
La música ha desmayado. Los psyboys decepcionados salen rumbo a casa, quiero buscar a David, pero la paranoia me dice que corra, que corra rápido para escapar de los policías y de la multitud de vecinos, que se han reunido en las calles para exigir que seamos exiliados. No camino, corro. Una unidad de la ruta C.U. espera pasaje, corro más fuerte, no sea que me deje y un policía me alcance. Cuando lo abordo veo que está casi vacío y nadie tiene prisa por ir a ningún lado.
Son las 4 p.m. es
domingo, la gente acude al llamado de las campanas para oír misa, mientras, los
ravers nos alejamos con la eterna
rola sonando todavía en nuestra cabeza, prendidos, alborotados, adoloridos de
los pies, esperando la nueva cita clandestina, acallados en la voz y en las
emociones una vez más por el propio pueblo, que no soporta lo distinto, lo
incomprensible, lo raro.
…el
pueblo que no soporta lo distinto, lo incomprensible, lo raro.
LIZ MAGENTA. Nació en Puebla, Puebla. Escritora, artista plástica, y promotora cultural. Tomó los diplomados en creación literaria INBACONACULTA y en SOGEM Puebla. Obtuvo mención honorifica en el XIV Concurso de Cuento “Mujeres en vida” (FFYL). Ha publicado en suplementos locales y en revistas electrónicas como Nocturnario número 11 y en la Segunda Antología POM y colabora en el Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla, así como en otras Instituciones independientes en proyectos de fomento a la lectura.
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