“Una
novela no es una confesión del autor,
sino
una investigación sobre lo que es la vida
dentro
de la trampa en que se ha convertido el mundo.”
Milan Kundera
Joaquín Mortiz ha pasado a la historia por ser la editorial
que en los años sesenta dio a conocer a muchos de los escritores mexicanos que
ahora conforman la historia literaria mexicana de la segunda mitad del siglo XX, pero en ese entonces eran un montón de
jóvenes que buscaban un espacio para publicar sus primeras obras. En la Serie
del Volador aparecieron novelas que inmediatamente se convirtieron en éxitos.
Un ejemplo es Farabeuf o la crónica de un
instante (1965), del extraordinario narrador Salvador Elizondo. Dos años
después, en 1967, Joaquín Mortiz publicó Morirás
lejos, considerada por la crítica como la única novela de José Emilio
Pacheco.
Ante tal
afirmación el lector de este ensayo seguramente se sorprenderá, pues, con
Pacheco sucede algo extraño: una fracción de sus lectores lo conoce únicamente
como poeta y otra sólo como narrador, pocos son los lectores que, si bien no
han leído su obra completa, sí han visitado una buena parte: poemas, cuentos,
inventarios… Mención aparte merecen Las
batallas en el desierto (1981) y “El principio del placer” (1972). La
primera es el best-seller de Pacheco,
desde su aparición se ha editado y reimpreso varias veces ̶ naturalmente también pasó por la pluma
inquisidora del autor para ajustar algunos datos, por ejemplo, el final: “Si
hoy viviera [Mariana] tendría ya ochenta años”; en la primera versión la edad
de Mariana era de sesenta años; esto con el fin de que hubiera una
correspondencia entre el tiempo de la ficción y el del lector contemporáneo del
texto ̶ , no obstante su presentación como libro individual, para algunos
críticos no pasa como novela sino como nouvelle
o novela corta, debido a su extensión, que apenas rebasa las 60 páginas. Sin
embargo, tiene la elaboración y complejidad de una novela. Pero la crítica a
veces es miope. Por su parte, “El principio del placer”, incluido dentro del
volumen de cuentos con el mismo título, es tildado de cuento largo o nouvelle. Ambas historias comparten el
tema: la iniciación sentimental de sus adolescentes protagonistas.
La vasta
obra de José Emilio se compone, curiosamente, por sólo cinco libros de
narrativa, los dos mencionados, más La
sangre de Medusa y otros cuentos marginales, El viento distante y Morirás
lejos. Ésta última la única novela. Sin embargo, también tiene peros, el
primero, o más evidente, su estructura.
Era
noviembre de 1967 cuando Morirás lejos
vio la luz por primera vez. Al contrario de lo que se pueda pensar, la
recepción no fue la esperada. Dice Pacheco: “El libro pasa, no totalmente
inadvertido, porque hay algunas notas generosas, pero en general, es terrible
lo que pasó”. Estas palabras y las pocas reseñas corroboran el silencio y, por
qué no decirlo, el desdén con que la recibieron.
Las notas
al respecto se preocupan mucho por encontrarle una etiqueta: ¿a qué género
pertenece? A la distancia entiendo la angustia de la crítica por querer responder
a esta pregunta; la entrada a la novela no es fácil, desconcierta al lector,
mucho más al de Pacheco, acostumbrado a narraciones más amables tanto por el
tema como por la forma. Pero de pronto un libro titulado Morirás lejos, firmado por José Emilio Pacheco, se inserta en el
canon mexicano con el tema del nazismo, con el Dr. Mengele, uno de sus actores
más célebres, como posible personaje (eme), la persecución al pueblo judío por
los romanos y, en un eje paralelo, el asunto de la persecución entre dos
sujetos que se vigilan mutuamente en algún parque de la Ciudad de México. Los
críticos dicen que la novela es
a) “un
relato o una serie imbricada de relatos absoluta y voluntariamente al margen de
la novela”
b) “un
libro de Pacheco, que no es posible llamar novela, ni relato, ni ensayo, ni
nada”
c) “especie
de ensayo de ensayos”
d) “un
libro que es crónica, erudición, al mismo tiempo que crítica”
e) “novela”
f) “libro”
g) “narración”
Todos tienen un poco de razón: Morirás lejos es una novela compuesta de forma híbrida. El pintor
Vicente Rojo fue quien diseñó la portada de esta novela, que es simple pero
impactante: sobre un fondo blanco una mancha irregular (o brochazo) de pintura
roja, simulando ser un charco de sangre, atravesada por alambres de púas; en la
parte superior el nombre del autor y en la inferior la sentencia que al mismo
tiempo sirve de título: Morirás lejos.
Como se ve, la imagen es sencilla mas violenta, fuerte, uno no puede quedarse
indiferente y presiente que es la antesala del horror. El escritor no decepciona
a su lector, pues, efectivamente, narra el horror de la guerra, no sólo de la
Segunda Guerra Mundial, que es pretexto, sino de la guerra en general y de su
sinsentido, de lo absurdo que resulta pelear con los semejantes por conseguir
el poder de cualquier índole; ningún motivo justifica la guerra y sus
consecuencias. No obstante, el ser humano hace caso omiso de su pasado y
constantemente hace la guerra, persigue al otro por ser diferente, de otra
raza, credo o ideología, porque tiene lo que él no. La historia no cambia,
cambian los nombres, dice en alguna parte el narrador de la novela y tiene
absoluta razón; ayer fue Hitler y mañana será otro, como antes fue Tito Flavio
Vespasiano.
Me
pregunto cómo habría leído yo esa novela de haber vivido en 1967. No lo sé. No
sé si la hubiera recibido del mismo modo que hoy, cincuenta años después y en
un mundo que poco o casi nada ha cambiado respecto al tema central de la
novela; cuando la documentación y testimonio de quienes vivieron la persecución
nazi se desborda, dejando cortísima la narración de Pacheco: nada se compara
con el horror de esa realidad, por lo que Russell M. Cluff la llama mosaico de la crueldad humana. Lo que sí
sé es que Morirás lejos es una novela
de un sentido profundo, que pone a reflexionar al lector y que para el crítico
literario es material de análisis.
Me sorprende tanto que haya pasado casi
sin pena ni gloria, cosa que el editor Joaquín Díez-Canedo no consideró en
ningún momento, ya que le pagó a José Emilio la totalidad de la edición por
anticipado e imprimió un tiraje de 4,200 ejemplares, que se terminaron diez
años después. Hace poco le pregunté a Federico Álvarez, teórico literario y
hermano (como él se definió) de Pacheco, por qué Morirás lejos tuvo este recibimiento en 67, respondió: “No nos
gustó. A los amigos no nos gustó y José Emilio debió quedarse frío porque eso
nunca pasaba. Siempre que salía algo suyo los amigos le felicitábamos y
escribíamos algo, pero su novela no nos gustó”. Le dije que yo había leído una
tesis sobre la recepción de la novela y la tesista sostiene que si se compara
la primera edición (1967) con la segunda (1977), aquella equivaldría al
borrador de la verdadera novela, que es la segunda edición, revisada y
aumentada, pues en ésta la historia toma más profundidad gracias a que el
escritor pule la narración. El resultado es que la segunda vez que se publica,
en la misma editorial y serie, sí tiene éxito. Federico respondió: “Puede ser.
Suena lógico… En ese momento no nos gustó. Luego leí la segunda edición y me
encantó”.
Las obras
son hijas de su tiempo; a partir de la segunda mitad del siglo XX los escritores comenzaron la búsqueda
de nuevos caminos y formas para sus narraciones, exploraron temas y jugaron con
recursos para darle un giro total a la novela mexicana contemporánea. Entonces
se habló de la universalidad, de ser cosmopolita, de dejar atrás la pugna
nacionalista y expandir el horizonte, de agregar nuevos temas como el erotismo
y crear escenarios urbanos, de narrar desde la juventud con el leguaje/jerga de
la juventud, todo en aras de la salud de la literatura mexicana. Sin olvidar el
contexto histórico-social.
Así es
como a finales de los sesenta aparecieron novelas muy diferentes de las que
antes se habían escrito, extrañas si se quiere: Farabeuf, que tiene la osadía de narrar un instante con énfasis en
los detalles y con el tema del sacrificio humano comparado con el clímax
erótico. El José Trigo (1966) de
Fernando del Paso, novela de más de quinientas páginas que engloba en José
Trigo al Hombre y al pueblo, plagada de neologismos y otros juegos
lingüísticos. Y en medio Morirás lejos,
la extraña novela de Pacheco, que sin embargo es considerada por algunos
críticos ̶ en una segunda lectura, en
1977 ̶ como la novela precursora del boom latinoamericano porque marca una
ruptura con la tradición literaria. Es el experimento literario que se supera a
sí mismo, ya que, más allá de impregnarse de la moda estética de esos años, nouveau roman, significa una necesidad
de expresión, que se corresponde con la postura ética del escritor.
¿Por qué
José Emilio Pacheco solamente escribió una novela? “Siempre he querido escribir
cuentos. La novela me parece inalcanzable, y me conformo con leer, a menudo admirar,
las que otros hacen”, dice en una conferencia de 1965, recogida en Los narradores ante el público.
José
Emilio, nuestro querido José Emilio, el escritor mexicano contemporáneo que
visitó casi todos ̶ si no es que en
verdad todos ̶ los géneros literarios,
autor de un buen puñado de cuentos, de más de una docena de libros de poesía,
innumerables “inventarios”, por lo menos doscientas solapas de los libros
publicados por Joaquín Mortiz, guiones cinematográficos, únicamente escribió
una novela; pero Morirás lejos ha
resistido y esperado pacientemente el tiempo necesario para que los lectores le
prestemos toda la atención que una novela de su envergadura merece, hoy más que
nunca. Y al mismo tiempo debemos homenajearla, ya que en noviembre de este año,
2017, cumple medio siglo.
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