Me
dicen que eres falsa y yo contesto:
Carl Sandburg
Una
orquídea en tu cuerpo me llama desde siempre
Esperanto
y
eres más que una salida, un lenguaje con música de fondo.
Espejo en mi piel y azucena
en mis brazos
algo
crece en ti como germinan los signos de la boca,
el
beso de los muertos y los desaparecidos.
Algo
germina en mí y en ti y en las palabras que no entiendo
pero
que habitas en la burla
como
fruto de los dados y el azar.
La ciudad se hunde:
la estadística,
los cuerpos volátiles,
se hunde la ciudad imaginaria que se
escribe.
Se devora el idioma
con su poética intención de piedra.
Un
relámpago. El corte de los ríos.
El
tono azul del cielo reflejado en la corriente.
A
duras penas
Esperanto
te
reconozco en la piel,
en
la hoguera de sombra en que mi carne es
combustible.
La
breve escritura en las paredes confirma tu naturaleza,
tu
imposibilidad de vivir en el presente, en el decir de ahora.
Y
a duras penas
Esperanto
retrocedo
sobre las huellas y la sangre.
El
horizonte –dotado con la extrañeza de la música–
comienza
a desaparecer y el otro lenguaje cobra fuerza.
Dibujada
como la hoz al árbol,
tenemos la esperanza de que
nos necesites tanto como nosotros a ti,
como nosotros al mundo.
La escritura no puede ser un
mapa,
no
guarda en su interior sino fragmentos
de
algo parecido a la luz aunque dormida.
Hemos
viajado tanto, lo intentamos
colocando
los pies sobre la tierra,
bebiendo
el agua en el momento justo
para perder la sed
mientras
el árbol retoña en sí mismo
como
una ciudad que no necesita de habitantes.
Y
ahora míranos:
a la mitad del camino con el mapa en
blanco
y dolorosamente quietos.
Oscurece
en el lugar donde el atardecer
nos
anima a perseguirte, a contemplar la piedra
de
tu nombre.
Una
ciudad en ruinas necesita el abandono.
Es
preciso marcharse
con
dirección a lo perdido
para
recordar de dónde viene la esperanza.
No
podemos retroceder.
No
hay cabida para el dolor
en
este lado del mundo
(no para más dolor).
Nadie
sabe si el desierto
es
buena señal para el que viaja.
La
sed crece
y todo nos recuerda
que todo está perdido.
Estos poemas forman parte de “c”;
poemario ganador del Premio Peninsular
de Poesía José Díaz Bolio 2017.
El jurado estuvo conformado por Daniel
Torres, Luis Aguilar y Fernando de la Cruz.
DANIEL MEDINA (Mérida,
1996). Estudia la licenciatura en Literatura Latinoamericana por la Universidad
Autónoma de Yucatán. Ha colaborado en diversos medios digitales e impresos como
Periódico de Poesía, La Gualdra (suplemento cultural de La
Jornada Zacatecas) y Blanco Móvil.
Obtuvo el Premio INBA-CEDART de Poesía 100 Años de Letras Mexicanas 2014, el
Premio Nacional de Poesía Joven Jorge Lara 2014, Mención Honorífica en el Premio
Internacional Caribe-Isla Mujeres de Poesía 2015 por Casa de las flores (BDV, 2016) y el Premio Peninsular de Poesía
José Díaz Bolio 2017 por Una extraña
música. Poemas suyos han sido traducidos al inglés y al italiano.
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