Juanito Bautiza. Gerardo Ugalde |
¿Ya sabes cómo trabajo carnal?
Hay
una viejita, indígena, tal vez. Acabada, quemada por el Sol, y con una joroba
terrible. Lo peor de ella es la mirada. Cuando llega a mi ventana, procuro no
observarla a los ojos. Ella sabe que tengo dinero, pero no quiero dárselo. Dos
pesos. Diez pesos. Cincuenta pesos no es nada para mí. Y lo único que le digo
son las palabras que ella sabe que le diré porque son las que escucha todo el
día.
¡Una
ayudita por favor, Dios se las pagara!
Sobre
Juárez un hombre se levanta la sudadera, su vientre es fibroso como una
esponja. Tiene un gran tumor. Del tamaño de un recién nacido. Pide dinero en
las calles. Su enfermedad es real, al limosnear su cara se derrite, como si sus
lágrimas fueran llamaradas que funden la cera que es su piel.
No
me gusta que me digan qué hacer… una vez, un cabrón empezó a molestarme. En eso
tiempos yo llevaba una cuarenta y cinco en la maleta. Le metí tres plomazos.
Salí con un amparo… ¿no quiere una paletita?
Ayer
vi a Juan el Bautista, su ropa no era el pelaje de un borrego. Más bien parecía
una red de pescar. Tenía un taparrabos y de zapatos unas telas. Miraba de
frente al templo. En las manos cargaba un libro viejo, demasiado viejo. Parecía
estar rezando. Es alto. Y su existencia es increíble. Ver para creer.
¡Que
le vaya bien joven, que tenga un bonito día!
Sentado
sobre un camellón hay un tipo sin piernas. Lleva un volante. Simula manejar, va
saludando a todos, mentado madres, lanzando besos y da claxonazos. El imbécil
lo cree. Se divierte, estresa, aburre. Pero siempre está manejando. Y lo más
interesante es que con los muñones “pisa” el clutch, frena y acelera.
Te
lo dejo limpio carnal, como recién salido de agencia.
Se
acerca una sombra larga y delgada. Expide un humo sensual. La sombra cada vez
se vuelve más gris. Un humano es el resplandor de la tarde. Carga una cubeta.
Me sonríe deteniéndose, dice algo y se sienta en su balde. Empieza hablar. La
historia que me refiere es un drama aleccionador. Hace tiempo vivía en EUA,
manejaba un camión despachador. Con el paso del tiempo el inglés se le hizo
entendible. Conocía Los Ángeles y las Vegas. Un día unos tipos lo asaltaron.
Putiza tremenda dice su nariz. Pero no se quedó así. Con una sonrisa aún más
enérgica averiguó que un negro que lo conocía había sido quien organizó el
atraco. Se vengó con unos picotazos en el culo. Estuvo en la cárcel pero el
juez que lo condenó le dio una sentencia de repatriación porque odiaba a los
negros. Con orgullo me presume su escolaridad: mojado, bilingüe y cuatro años
en la Pinta.
Pasa
el gallo.
Otra
ruca bien loca. Se queja porque la acera no está limpia. Barren la basura, pero
no la recogen. Lo que ocasiona que se inunde la calle. Ella se ofrece a
barrerlo por cinco pesos. Es horrible, por lo tanto, para la gente es una
pendeja. Pero para mí no tanto, tiene razón. Pero para ellos también luzco como
un pendejo.
A
la vuelta.
Quema
la luz el cielo del amanecer, yo salía de mi casa. El aire era color verde. A
lo lejos la ciudad despertaba. Por detrás dos pepenadores pedaleaba en sus
triciclos silbando el himno de la basura. Se levantan más temprano que los
gallos y aun así son pobres.
¡Los
locos de Cristo no salen a gritar a la calle porque si!
Paseaba
a mi perra en la noche por la cuadra, todo afuera era tranquilo. Las señoras
platicaban, los niños jugaban y los carros pasaban. Era agradable el aire. Un
chillido. Primero como el sonido de un pájaro. Seguí caminando y el sonido se
volvía violento. Metros
más adelante un gato se convulsionaba, parecía que tenía rabia, y estaba por
morir. Su rostro era el del miedo. Ese día sentí una nueva clase de dolor.
Eso
te decía, pero nunca estás atento - Entonces repítemelo - Que si
-
Que no – Anda - ¡Que no!
Afuera
de un restaurante hindú dos mujeres ya mayores se golpean; varia gente las
observa y no hacen nada, es un gran espectáculo que no se puede interrumpir.
¿Tú
que ves?
Se
sube a un autobús un hombre. En la mano lleva unos clavos. Se presenta.
Demuestra que los fierros son de verdad golpeándolos entre sí, luego, los lleva
dentro de las fosas nasales. Son de nueve pulgadas. Igual a los de Cristo.
Ahora
resulta que nos pagan hasta noviembre.
Subiré
al tejaban y bajare el balón. Se ve resistente. Debo hacerlo rápido. Escalo la
reja. Me impulso con los brazos y piso el tejaban. Piso exactamente donde hay
tubos que sostengan el techo. Salto ligeramente. Uno, dos, tres… caigo. Se
tragaron uno de mis pies. Una luz se enciende. Se escucha la voz de un hombre.
Al intentar escapar mi otro pie se hunde. Estoy atorado. Logro escapar en
segundos. Corro hacia el parque. Mi madre me ve corriendo. ¿Qué habrá pensado?
Mis amigos me
dijeron, ya no riegues esa flor
Porque esa
flor ya no retoña, tiene muerto, el Corazón.
El
paisaje de la carretera es relajante. Aparenta no conocer el tiempo. Los
automovilistas van a una velocidad estable. Cien metros adelante dos patrullas
de la federal les obligan a disminuir la velocidad. La policía se orilla a la
derecha. En lo que antes era un sembradío un hombre yace sobre la tierra.
…y
recuerden, es mejor pedir que robar.
Luna
amargaba con su pálido resplandor la noche apagada; dos veces, momentos
absurdos de tristeza inconfundible me alegraron al ver fornicar insectos
decadentes. No terminaba de dormir cuando sentí un pinchazo en la punta de mi
dedo gordo. Una araña dorada descendía por el filo del colchón sin inmutarse
por mi movimiento trepidante. Derramando mi miedo en la porcelana, esquivo la
alimaña y me escurro por la escalera. Viento húmedo y gris que huele en la
sala. Hay dos cadáveres en estado putrefacción. Pasa por la ventana un
saxofonista; gira y baila sobre sí mismo. El grito del cuchillo rasga mi
cabeza… al caer desperté. Dormía sentado en el escusado.
¡Puro
aire brother!
Dos
hombres golpean a uno. Le pegan tan fuerte que cae al suelo. Continúan
lastimándole: lo patean y saltan sobre él. Uno de ellos llama a la policía.
Impartieron castigo, la policía se encargar de levantar la basura.
Te
orinamos cabrón, mientras dormías. Ya andabas bien pedo. Primero fue…
Toda
la avenida está decorada de prostitutas y travestis, mariachis y cholos, perros
y vagabundos. El color naranja de la noche los hace ver como santos.
No
hay voces de hombres, son los perros del vecino
Una
pareja de ciegos canta “Cruz de olvido”. Su voz es pésima, sin embargo, el
sentimiento los hace temblar. El viejo sigue el ritmo con la palma de su mano.
Cada vez que los observo, alegran mi día. No les doy una moneda.
¿Escondiste
los peyotes en los panes?
El
ansia de orinar me obliga hacerlo en la vía pública. Primer intento: unos niños
salen de la escuela. Segundo Intento: unas señoras pasan en la acera de
enfrente. Tercero intento: no me permiten utilizar el baño de una tienda si no
compro algo, no tengo dinero. Cuarto intento: encuentro entre dos camionetas un
lugar adecuado, de ambas salen dos botudos, me largo de ahí con el pene de
fuera. Quinto intento: me oriné en los pantalones.
…después
cuando el otro le empezó a ayudar a cortarle la cabeza me cagué, enfermos...
Afuera
del atrio de un templo un borrachín se da golpes de pecho llorando y temblando,
se pone de rodillas y camina hacia la entrada. Grita algo imposible de entender
y cae al suelo. Como si un demonio lo poseyera empieza a sufrir un violento
ataque. La gente no hace nada por ayudarlo. Lo contemplan asombrados del
salvajismo con el cual se retuerce. Su rostro y manos sangran. Después de unos
segundos se detiene. Ya en pie una vieja cae desmayada. Me acerco al hombre y
puedo observar que ha sido estigmatizado.
El
gobierno legítimo protegerá a sus súbditos; que diga, ciudadanos….
Tú
compra esa revista porque al ver esas imágenes dejarás de creer en lo que
sucede allá fuera. Es como si las muertes al ser fotografiadas dejaran de
pertenecer al mundo en el que habitamos. Sí, eso es. Te conozco. Míralas. No
importa. Tú no cometiste el crimen, únicamente los observas.
Mataron
a otro en Paseos.
Lo
único que admiro del catolicismo es la transustanciación. La sangre de Cristo
es deliciosa.
Déjame
rematar la chora.
________
GERARDO UGALDE. Escritor
fantasma. 1989. Zapopan, Jalisco.
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