Debajo de tu
frente dos arcos de triunfo
zanjas de oro
alumbrando la noche de tus órbitas fermentadas
canto flores
ciegas entre tus piernas
metal
encendido en nuestras piernas tendidas en el rojo de la tierra
en la esfera
marina
caja del
crepúsculo ahogándonos con su boca estelar.
Habito el pozo
de tus uñas
ferozmente
devoradas por la lluvia
piel fría
esperando tu lengua
caverna húmeda
de este beso esquizofrénico:
lengua café
con leche herida
lengua prisión
mariposa rota
lengua
libertad aguasalina.
Dos minutos
más y romperé los huesos que sostienen el corazón palpitante
que está vivo
igual que una libélula
romperé el
muro de sal que soporta piedras escarlatas
romperé el
muro de sal
romperé el
muro de sal.
Que
se apague de una vez la voz que gime y hace gritar a las estrellas marinas
que
se quite de una buena vez el velo nube gris que se interpone en nuestros besos
dados a las cinco cuarenta y cinco de la tarde en esta ciudad desconocida.
Que
se apague de una vez por todas el ruido que baila entre el polvo luz boreal del
desierto mudo escarlata que nos pintó con sangre en el primer encuentro de los cuerpos
juntos
en
la tierra solitaria a los ciento cuarenta y cinco grados en un verano de esos
que tú conoces.
El
corazón te perseguirá hasta que se convierta en arándano gigante y lo muerdas
lentamente
como
muerdes el amanecer las escamas la gravedad los libros mi cuerpo el tiempo
como
muerdes las flores los moluscos el pasto
lugares
planetarios que visitamos en noches inconclusas que se encapan o se pierden o
se olvidan en medio de la especulación de un te amo sordo que pronunciaste a
las nueve menos quince en el desierto planetario valle sin sombra
luz
paraíso en que nos encontramos un veintitrés de noviembre del 2007 en tu casa o
mi casa.
Que
se apague el recuerdo encendido que vive en mi cabeza y me molesta a la hora de
la cena
que
se apague de una buena vez el deseo escondido por tenerte
que
se largue de una buena y maldita vez
el
dolor impreso en la hoja de papel amarillo
que
tengo entre mis cuadernos
en
la ciudad desierto que dibujo cuando no estoy sola
que
te apagues te digo
que
se vaya de una buena vez este dolor
a
la tierra fugaz de flores carnívoras
y
llegue la música celestial cuando te miro.
▁▁▁▁▁▁▁▁▁▁▁▁▁▁
NAYELI
RODRÍGUEZ REYES
(San Felipe, Baja California, México, 1992). Es licenciada en Lengua y
Literatura de Hispanoamérica por la UABC. Obtuvo el Segundo
lugar del Premio Nacional al Estudiante Universitario “José Emilio Pacheco” en
la categoría de poesía. Este premio lo otorga la Universidad Veracruzana.
Ha publicado en Simulacro Revista de
Humanidades, Revista Tijuana Poética,
Bicromato Flyer
Literario, entre otros. Su primer libro de poemas se titula El amor es rosa y su mitad es gris
(2012).
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