Tuve noticia sobre la escritora
Cristina Rivera Garza allá a inicios de 2015, cuando alguien muy querido para
mí, quien deseaba le conociera sus gustos y preferencias literarias, me regaló
la novela Nadie me verá llorar de
esta autora. Desde entonces para mí, Cristina Rivera Garza pasó a formar parte
del mundo de los libros que me circundan. Es una escritora múltiple, pues
escribe poesía narrativa y además es historiadora consumada; real, pues casi
todos sus textos si no son un reflejo de la realidad, son un retrato en su más
crudo y descarnado drama. Rivera Garza, puede empezar escribiendo un ensayo y
luego este repentinamente se convierte en texto de novela, intercalándose con
algunos retazos de poemas o como un poema; saltando así de un género a otro. Al
menos, esta idea me ha dejado el texto que me ocupa y que hoy precisamente,
acabo de terminar de leer: Había mucha
niebla o humo o no sé qué. Un texto que no tan solo es uno más para leer,
sino que es un texto esperado por el que esto escribe. Al inicio de su lectura,
extraño y al final de la misma soberbio, apasionado, en el que se descubre un
gusto y un profundo interés por la obra y su autor, en este caso Juan Rulfo,
pero sobre todo, de ese contexto colindante a la literatura que vivió el
escritor en sus recorridos y trabajos al interior del país.
Supe de
este libro por primera vez en un anuncio que apareció en el especial de la
revista Proceso “Cien años de Juan
Rulfo”, publicado en 2017. Ahí se decía que era un “homenaje” a Juan Rulfo,
aunque su lectura me ha dejado otra impresión. Posteriormente en mis pesquisas
bibliográficas, no me fue nada difícil encontrar el libro a principios de año y
lo guardé para leerlo en un momento propicio de acercamiento a la vida y obra
de este autor. Y ese momento llegó. Cuando estaba en la lectura del
capítulo uno y dos, surgió una reunión de familia en el Grullo Jalisco, y
aproveche este viaje para hacer un recorrido por algunos de los pueblos
habitados y caminados por Juan Rulfo.
No pudo
haber mejor acompañamiento que el libro de Cristina Rivera Garza en estos tres
días de recorrido por el rumbo de El llano
en llamas; el rumbo de Rulfo. De todos los pueblos recorridos Apulco me
llegó más. Pueblo donde se afirma nació el escritor, un pueblo silencioso a
pesar de ser medio día, en donde en cada rincón había referencias a Rulfo; la
casa de sus abuelos maternos, ahora Monasterio de nuestra Señora de la Paz; La
iglesia del lugar construida por ellos mismos. Un pueblo casi de traza medieval
por sus calles fuera de cuadrícula, lleno de portales, donde encontré uno muy
peculiar con un techo de madera a punto de venirse abajo, con muros de adobe y
un piso de piedra bola. Calculé su edad por sus materiales y sistema
constructivo, llegando a estar seguro que alguna vez lo camino Rulfo de infante
o de joven; no lo sé, pero me quedé con esa certeza.
Por la
tarde en el Hotel, continué con la lectura del libro, el cual, lo componen una
introducción, seis capítulos y una suerte de epilogo escrito en la lengua mixe.
Cada capítulo es por demás una experiencia, en donde desde la introducción uno
regresa a dar un repaso a la obra y a la persona del escritor. Cristina Rivera
Garza anota que su relación con Juan Rulfo “es una de las más sagradas que
existen sobre la tierra: la lectura y un texto” en donde aclara que Juan Rulfo
es “un Rulfo mío de mí”, es decir que establece una interacción directa con el
autor y sus textos, haciendo un recorrido a la inversa: de ellos, al contexto
de vida de un hombre que tuvo que desempeñar diferentes actividades para poder
vivir y escribir.
A partir
del capítulo III, “Angelos novus sobre el Papaloapan” el libro de Cristina
Rivera Garza entra abiertamente a la descripción de ese contexto del escritor,
en él, la autora se refiere al trabajo que desarrollo Rulfo en la Comisión del
Papaloapan, lo que ahí hizo, lo que aportó como fotógrafo; por cierto, trayecto
poco conocido de la vida del escritor; además de la influencia que tuvo en este
trabajo de las comunidades indígenas que visitó.
El
capítulo IV “Mi pornografía, mi celo, mi danza estelar”, considero que es el
capítulo central de este texto, Cristina Rivera Garza hace una reinterpretación
de algunos pasajes de la novela Pedro Paramo,
recorrido que se convierte en un recorrido erótico entre los personajes de la
novela y otros personajes desconocidos de la vida presente. Aquí Cristina
Rivera Garza establece un dialogo personal con la obra y desde luego con el
autor.
En el
capítulo V “Luvinitas”, Cristina se adentra en los territorios de la Sierra de
Juárez en Oaxaca recorridos por el escritor y que gestaron el magistral y
memorable cuento de Luvina. La escritora hace un viaje por la sierra y
establece un dialogo con algunos habitantes de ese pueblo, para identificar los
motivos de Luvina y confirmar que ese pueblo en Oaxaca, es el pueblo del cuento
de El llano en llamas, de Rulfo.
Por
último, un capítulo de conclusión el VI “Lo que podemos hacer los unos por los
otros”. Aquí la autora participa en un ancestral ritual donde se sube a la cima
de la montaña más alta, el Zempoaltépetl y la comunión lograda con los
habitantes del lugar en este ritual. El capítulo “No hay soledad en la montaña”
alude al ancestral ritual del que participa y a los que han recorrido y
recorrerán esos caminos dejando su humana huella.
Se ha
dicho y escrito mucho de la obra de Juan Rulfo desde 1955, en que formalmente ésta
vio la luz al público. Y también se ha hablado y escrito mucho de su autor,
pero desde hace tiempo, no había leído nada tan original y diferente, en donde
una autora excepcional como Cristina Rivera Garza, habla de los rincones poco
conocidos del escritor y descubre ese lado oscuro, adentrándose con sus formas
narrativas, en la magia y realismo de la vida y obra del escritor, donde
pareciera no existir frontera entre una y otra.
RAMÓN VENTURA ESQUEDA (Colima 1955). Arquitecto de formación por la Universidad
Autónoma del Estado de México. Miembro de los talleres literarios de la Casa de
la Cultura coordinados por Víctor Manuel Cárdenas 1981/82. Museógrafo diplomado
en Arte Mexicano, con un master en Diseño Bioclimático. Ha publicado en los
periódicos colimenses Diario de Colima, Ecos de la Costa, El
Comentario y la revista Palapa en su primera época.
Coautor en el libro Carlos Mijares Bracho Maestro Universitario
distinguido, en los volúmenes I, II, III y IV de la colección Puntal. Ha
participado con crónica en los volúmenes II, III, IV y VI de los coloquios
regionales de Crónica, historia y narrativa. Actualmente publica en el
suplemento “El Comentario Semanal” del periódico el Comentario de la Universidad
de Colima, la columna “De ocio y arquitectura”.
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