El
tema de la masturbación aún pesa mucho en nuestro país. Referirse al término es
voz alta es una especie de atrevimiento al que nadie quiere enfrentarse sobre
todo porque implica que algo dentro de uno está mal y dentro de la familia. Así
es este asunto y entonces tratamos de ocultarlo. Es más, pocos son los que se
atreven a decir que, en algún momento de su vida y tiempo, miran pornografía, o
que para hacerlo con la esposa, el esposo, la amante, el amigo, la amiga, miran
esas películas donde los gemidos son la incitación a dar el paso siguiente. [¡Oh,
me entero que las esposas, esas que pintan de recatadas, no les gusta jugar con
sus maridos, que se prohíben fantasías, atrevimientos? ¿Por qué?] Gemidos falsos,
gozos falsos, pero que sirven para lograr el placer deseado. Veo pornografía
casi todos los días y me siento bien con ello y tampoco suple la presencia de la
mujer en mi cama o la del hombre, porque hay días que necesito ese otro órgano
sexual.
Comencé a masturbarme cuando recién
cumplí los once años. Lo ardiente llegó
muy pronto y me descubrí un día acariciando mi entrepierna y fue una de las
cosas más fascinantes. Mi hermana comenzó a vivir prácticamente con sus amigas
y yo tenía toda la noche para explorarme. Experimenté con todas las posiciones,
pero nunca me atreví a insertar algo en mi vagina sobre todo por ese “mote” de
la virginidad. A mis quince tuve mi primera relación sexual, amarga por cierto,
un compañero de clase corriente que me dejó un chupetón en el cuello y odié mucho
antes de haber terminado, y desde entonces, masturbarme es una actividad
continua a mitad de la tarde, a mitad de la noche. Cuando me masturbo veo
pornografía y me basta mirar el beso ardiente de las chicas, la caricia en los
senos y sus dedos hundiéndose en la raja para alcanzar el orgasmo.
Les hablo de esto porque creo que es
importante saber lo que le gusta a nuestro cuerpo, este gran paraíso que somos.
A veces pienso que parte de la amargura que prevalece en las personas se debe a
la insatisfacción absoluta por el mundo que nos rodea, los conflictos, la
incertidumbre ante el futuro cada vez menos claro, y el vacío del cuerpo y del
alma. Masturbarse puede aliviar en parte el sufrimiento al que estamos
sometidos. Puede ser un aliciente, como lo son la taza de café, los libros, una
buena película, un buen disco. Además ¿por qué negarnos estos pequeños espacios
de felicidad, de gozo, de dicha? ¿Es tan malo? Dudo que los santos, las tantas
vírgenes, los tantos ángeles, no hayan sucumbido ante la propia caricia. Dudo
que religiosos y religiosas, no hayan tocado el borde rosado de la entrepierna;
dudo que alguien, no se haya excitado, leyendo la obra maravillosa de Anaïs
Nin, por ejemplo. Si les contara con qué libros me he tocado, con qué libros llegado
a la cima. No debe ser un tabú, al contrario, un buen tema para abrir la conversación.
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YAAZKAL RUIZ. (Oaxaca, 1997). Estudia la carrera de Psicología. Es lectora de tiempo completo. En Bitácora de vuelos se estrenó como escritora. Dice que jamás publicará un libro. Twitter: @YaazkalR
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