RESEÑA El sueño de toda célula, de Maricela Guerrero | Ignacio Ballester Pardo


El mes pasado la editorial Antílope organizó en La increíble librería de la ciudad de México «Poesía contra la cuesta de enero», un encuentro donde pudimos escuchar a Maricela Guerrero, Robin Myers, Javier Peñalosa y Ezequiel Zaidenwerg, quien terminó haciendo una performance con Hernán Bravo Varela. Allí, Maricela Guerrero (Ciudad de México, 1977) compartió algunos textos de su reciente poemario, El sueño de toda célula (Antílope, 2018).
        Como ocurre a propósito de la violencia con Horacio Warpola en Metadrones (2015) o Camila Krauss, En las púas de un teclado (2018), El sueño de toda célula se forma a partir del diálogo con otros textos, en este caso sobre la alarma medioambiental que estamos viviendo, «como la crónica que Yásnaya Aguilar ha hecho en redes sociales del conflicto en la región mixe» (116), según se detalla al final en «Lecciones». Antes, el deseo vital se estructura en cuatro secciones que homenajean a la figura docente, «Maestra Olmedo»; el lugar que habitamos, «Reino plantae»; algunas recomendaciones de tópicos y expresiones populares que se retoman con una fina crítica a la realidad, «Lobos: lecciones de cuidado»; y la vocación por la expresión y la comunicabilidad que nos unen como seres vivos: «Reino linguae».
        Así empieza este árbol genealógico, «Olmedo»: «Viene de Olmo, es un conjunto de árboles que no dan peras: / los apellidos / con nombres de árboles son ancestrales: / igual que los de oficios y los patronímicos» (19). Aunque sin duda estamos ante un libro de poemas por las cualidades estéticas de cada pasaje, por momentos podríamos pensar que estamos leyendo un ensayo, un tratado enciclopédico que dialoga naturalmente con expresiones del habla coloquial («pedir peras al olmo») para desautomatizarlas y generar la narración de una historia en la que el sujeto poético va reproduciéndose en contacto con demás células, voces, visiones.
        La maestra de biología conecta con «el palmar de dátiles de Elche» (38) y una realidad que nos circunda y contamina hasta la lengua, el idioma, la manera de expresarnos a través de los medios de comunicación, de la imposición de un devenir. Un ejemplo de la poesía ecológica que estudian Niall Binns o Ronald Campos López sería «Ríos», poema en el que «Guadal quiere decir río. / Guadalupe es el nombre de un río de lobos. […] // Un río de lobos que despierte / que corra: / ajeno a la lengua del imperio» (41). Y en la fusión, fisión y reciprocidad culturales la geografía marca el camino (podemos pensar, de la conquista) que cual senda seguía, en esta misma editorial Antílope, Javier Peñalosa con Los que regresan (2016).
        El riesgo de la denuncia en la literatura es caer en el tono melodramático, alarmista o falsamente sostenido, incoherente; sin embargo, El sueño de toda célula mantiene la esperanza mediante precisas máximas que se concentran generalmente al final de las escenas: «Alentar es una forma redonda y cálida de resistir. / Devenir célula que sueña devenir célula» (64). Combinando breves poemas en prosa y en verso, Guerrero construye al personaje de Olmedo y le rinde homenaje: «Esta noche a dieciséis kilómetros de distancia en el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía las células de la maestra Olmedo se debaten entre el sueño de devenir células o dormir profundamente; no podemos acompañarlas» (68). La primera persona da voz a un espacio que no debería de interrumpirse antes de tiempo.
          La merecedora del Premio Clemencia Isaura en 2018 reivindica con este libro la defensa medioambiental que en la tradición mexicana se le ha reconocido a José Emilio Pacheco y Homero Aridjis, además de actualizar la herencia de referentes como sor Juana, de quien parte algún inédito que aquella tarde de enero nos regaló. En cada composición queda patente una declaración de intenciones, una poética, una acción que avala el papel de la Maxxam Corporation o demás iniciativas en pos de la ecología. Poesía y biología logran convivir en México, algo que también propone, por ejemplo, Mariel Damián. 


El sueño de toda célula se dirige al punto de encuentro del ser humano con la naturaleza, la existencia y la poética, después de la mirada exterior en Se llaman nebulosas (2010), Kilimanjaro (2011) o El tema de la escrofularia (2013), obras que están disponibles en el archivo de PoesíaMexa. El nuevo libro de Maricela Guerrero, lejos del intimismo o del lenguaje hermético, mantiene su peculiar visión de la realidad, su voz propia y su preocupación por el origen de lo que ahora nos reúne: la vida y la poesía.

IGNACIO BALLESTER PARDO (Villena, Alicante, 1990). Es doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Alicante, con una tesis sobre poesía mexicana que dirige Carmen Alemany Bay. Es miembro del Centro de Estudios Literarios Iberoamericanos Mario Benedetti y del Seminario de Investigación en Poesía Mexicana Contemporánea. Con Alejandro Higashi coordina el número 23 de la revista América sin Nombre (2018), dedicado a la «Madurez de la joven poesía mexicana». Actualmente lleva a cabo una estancia posdoctoral sobre experimentalidad poética con Alejandro Palma Castro en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Comparte sus líneas de investigación en el blog Poesía mexicana contemporánea.

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