No pueden negar que ir por las tortillas en
la infancia, a pesar de ser considerado una moderna forma de esclavizar, era
una manera de saber que ya eras grande y podías andar solo en este mundo lleno
de peligros y atrocidades. Pero también existía un nivel más alto, y era
acompañar a tu mamá al súper y que te dejara “ver los juguetes” o en mi caso
“ver los libros”. Porque ¡sorpresa!, antes, muchos años atrás, en el súper
mercado vendían libros.
En una de esas idas, comencé
a leer un libro que conservo hasta el momento, lo compré invirtiendo mis
ahorros del momento, todavía tiene la etiqueta de la tienda y el precio, El principito de Antoine de Saint-Exupéry.
Últimamente se ha puesto muy de moda hablar
de esa novela, y entre la discusión sobre el género (novela o cuento) llega
otra más pesada en relación con si es libro de autoayuda, de fantasía, si se
puede hablar de una princesita y etcétera. Todo eso no tiene importancia, lo
que queda en mí es esa primera impresión.
Una vez que lo leí, supe
que la poesía no tenía por qué ser necesariamente aquellas inacabables
recitaciones rimadas que nos obligaban a escuchar en el colegio en voces de los
niños privilegiados para la oratoria. La poesía eran esas imágenes que la
palabra desataba a través de cosas tan sencillas como un zorro explicando el
amor a un niño que no tenía idea de las cosas humanas. La poesía es esa soledad
del rey en su planeta esperando por un súbdito que lo pueda adorar, y sentirse
todavía más solo después de eso.
La inmensidad del espacio
con sus planetas y habitantes y no poder empatar con ninguno. Hacer el viaje
iniciático, ese que después conocí en otras tantas novelas, y regresar al punto
de partida, sabiendo, que (parafraseando a Cavafis) si la regaste aquí en
cualquier sitio la seguirás regando, que, si abandonaste allá, en cualquier
otro sitio seguirás abandonando.
La sigo considerando novela infantil, por su
lenguaje sencillo, la relación del principito con el mundo adulto, el cuestionamiento
sobre la naturaleza del ser humano. Si no se lee de niño, se corre el riesgo de,
precisamente, considerarla una lectura de autoayuda, y creo que eso es lo que
menos querría el autor.
Antoine de Saint-Exupéry (1900,
Lyon, Francia) novelista y piloto, publica El
principito en 1943 con ilustraciones realizadas por él mismo. La novela
narra las aventuras del principito quien vivía en un asteroide muy pequeño en
donde un día brotó una rosa. El principito se enamoró de ella, pero no soportó
su orgullo y presunción, así que la abandona y comienza un viaje a otros
planetas en los que encuentra personajes que encarnan alguna característica
humana: vanidad, ambición, egoísmo, etcétera.
El mismo Antoine tuvo que
expatriarse debido al rumor de haber colaborado con Alemania durante la Segunda
Guerra Mundial. Tal parece que, en El
principito, buscaba llegar nuevamente a su mundo. Se dice que escribía
cartas a sus amigos en donde ya esbozaba la figura del niño de cabellos
dorados, dibujos que le servían para decir con voz de niño lo que el adulto no
se atrevía.
No estoy segura de que las
modificaciones o nuevas versiones aporten algo que no esté ya en el original,
pues este ya narra la relación que todos los seres tenemos con la muerte, con
la violencia, con el amor, con la amistad. Una boa, seguirá tragando animales
puesto que es la naturaleza de la boa. Una rosa, en el imaginario y en la
simbología colectiva, seguirá siendo la representación de la belleza orgullosa
y vana.
El principito seguirá
siendo el mensajero del más allá que nos recuerda que el zorro quiso ser
domesticado, para convertirse en el amigo único e inolvidable.
TERESA MUÑOZ. Actriz con formación teatral desde 1986 con Rogelio Luévano, Nora Mannek, Jorge Méndez, Jorge Castillo, entre otros. Trabajó con Abraham Oceransky en 1994 en gira por el Estado de Veracruz con La maravillosa historia de Chiquito Pingüica. Diversas puestas en escena, comerciales y cortometrajes de 1986 a la fecha. Directora de la Escuela de Escritores de la Laguna, de agosto de 2004 a diciembre 2014. Lic. en Idiomas, con especialidad como intérprete traductor. (Centro Universitario Angloamericano de Torreón). Profesora de diversas materias: literatura, gramática, traducción, interpretación, inglés y francés. Escritora y directora de monólogos teatrales. Coordinadora de Literatura y Artes Escénicas de la Biblioteca José Santos Valdés de Gómez Palacio, Dgo.
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