ESCAFANDRA Soledades | Blanca Vázquez


Soledad: Un instante de plenitud.
Michel de Montaigne

Todos los días ando de un lado a otro; temprano clases, luego la oficina, más tarde otra vez clases, luego llego a casa y al abrir, Kyra y Lula me reciben moviendo la cola y se avientan a mis piernas; pienso que quieren decirme que soy bienvenida y que me quieren. Dejo mis cosas en la mesa de centro y subo corriendo al jardín de la azotea y me quedo mirándolas, se persiguen, se ladran y luego se disponen a tomar el sol plácidamente, yo me siento en ese sillón Acapulco que me recuerda a mi infancia en el puerto. Me gusta ver a mis perritas, llegan a mi mente el recuerdo de sonidos, imágenes, olores, vidas…el silencio me impregna y me veo sola.
        Paul Auster (uno de mis autores favoritos) en su libro Invención de la soledad menciona que:

Cada libro es una imagen de soledad. Es un objeto tangible que uno puede levantar, apoyar, abrir y cerrar, y sus palabras representan muchos meses, cuando no muchos años de la soledad de un hombre, de modo que con cada libro que uno lee puede decirse a sí mismo que está enfrentándose a una partícula de esa soledad.

Tal vez por eso me gusta estar rodeada de ellos, ahí soy y me reconozco, me encuentro; quizá por eso estoy frente a esta computadora escribiendo para que ustedes en algún momento me lean y entonces comulguemos en un proceso cognitivo o emocional quizá. Mi tarde se extiende, así como la casa, leo un rato, jugueteo con mis perritas, oigo música, luego hay más silencios y los recuerdos a borbotones me dicen que es en la soledad en que vivo; no crean que me estoy haciendo víctima, más bien he ido aprendiendo que cada ser humano necesita aprender desde la niñez cómo es que se vive y convive con uno mismo; escuché tantas veces (una tía aun me lo repite) que debí tener más hijos para que me acompañaran, o que aunque lloviera o tronara mi lugar estaba con mi esposo…lo único que tenía que evitar era estar sola. Me recuesto en el piso y Lula se acerca un poco, me olisquea y se tumba a mi lado, pienso en aquello que memoricé de J. Milton: la soledad es a veces la mejor compañía, y un corto retiro trae un dulce retorno. Cierro los ojos, respiro y sonrío, la soledad no es una plaga, es ese lapso en que me encuentro conmigo y me ha permitido hacer lo que me apasiona en la vida: Vivir.
        Cuando estoy en soledad soy alguien y de forma paradójica cuando salgo a la calle soy todos o bien, la nada, me mezclo, me camuflo y ando tan de prisa como todos los que me rodean. Anhelo la soledad como Orson Welles mencionaba, estamos solos, vivimos solos y morimos solos. Solo a través del amor y la amistad podemos hacernos la ilusión, por un momento, de que no lo estamos. 
        ¿Se dan cuenta que nosotros a través de esta página nos hemos reunido? No nos conocemos pero ustedes han ido acompañando mi pasado en el que escribo para estar a su lado, un futuro que se vuelve pasado cuando ustedes me leen. En la soledad podemos reconfortarnos, escuchar esa voz que nos habla y nos dice qué es lo que sentimos y por qué no, también en lo que disentimos. No se apagarán los recuerdos, seguiré recordando su voz, su mirada, su pasos quietos dentro de la casa, quisiera poder abrazarlo, sentirlo, verlo, agradecerle porque gracias a él está cerca Kyra y por ella Lula. No importa que mi soledad se vea como un defecto, en por ella que estoy en su pensamiento y por ella (parafraseando a María Zambrano) estoy sedienta de verdad.

Recomendamos leer:
~Houellebecq, Michel. Serotonina. Anagrama, España, 2019.
~Auster, Paul. La Invención de la soledad. Anagrama, España, 1982.

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Foto de Daniel Spase en Pexels

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