Simone de Beauvoir
He entendido que conforme van pasando los años nos vamos transformando, y con ellos se cambian la querencia, las relaciones y el amor. Es en nuestra niñez que se guardan instantes irrepetibles que van delineando nuestro destino, todo lo malo o lo bueno que hayamos experimentado van haciendo de nosotros un cúmulo de experiencias que nos enriquecen (con esto no quiero que se piense que afirmo que niñez es destino, porque sé que tampoco es así) porque tenemos una libertad descubridora; aquí recuerdo esa frase que estaba en el kinder “Niños Héroes” en CDMX, La niñez es la etapa en que todos los individuos son creadores, atribuida a Juana de Ibarbourou. [1]
La mirada con la que veíamos el mundo era muy diferente a esta mirada de adultos, de seres que buscan racionalizar de manera absoluta y tildan de pueril a aquel que mantiene o posee rasgos infantiles. En nuestra etapa de niñez conectamos con otros Locos bajitos [2] y percibimos el mundo con ojos muy diferentes a los que años más tarde tendremos; nuestras ilusiones están más cercanas porque no pensamos nunca que no podremos llegar a ser astronauta, médico o científica, es un periodo en que las nimiedades nos inundan de felicidad (hacer bombas enormes con chicle sabor plátano me maravillaba).
Esos locos bajitos que se incorporan
con los ojos abiertos de par en par,
sin respeto al horario ni a las costumbres
y a los que, por su bien, (dicen) que hay que domesticar.
Niño,
deja ya de joder con la pelota.
Niño,
que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca.
Cuando
jugamos no solo abrimos la puerta a la ilusión, también hacemos que
nuestro cerebro tenga plasticidad y con ello la posibilidad en un
futuro de lograr resolución de problemas o el incremento de la
creatividad. ¿Ustedes no organizaban diálogos con sus juguetes o
creaban un suculento manjar con lodo y hojas del árbol?
Es
fantástico también darme cuenta que no soy la única que se
emociona con los juguetes o esas cosas de la infancia, porque como
menciona Graham Greene [3] quienes comparten nuestra niñez, nunca parecen crecer, entiéndase
que no tiene nada que ver con eso que llamamos madurez; cuánto
diéramos por volver al centro del ser pequeño; yo sí desearía
regresar y cuestionarme aún más. En todas las áreas del
conocimiento se requiere de la pregunta y la sorpresa, y eso sólo en
la infancia está potencializado. La literatura necesita de esos ojos
y esas emociones honestas, luego la adultez nos lleva de la mano para
creer en nosotros y seguir viviendo. He rezado por mi niñez, y ha
vuelto a mí, y siento que sigue siendo tan pesada como antes, y que
no ha servido de nada hacerme mayor [4].
2. José Emilio Pacheco: (2018) Las batallas en el desierto. México: ERA
Recomendamos:
1. Harper Lee. (2009). Matar a un ruiseñor. Barcelona: Ediciones B.2. José Emilio Pacheco: (2018) Las batallas en el desierto. México: ERA
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[1] Juana de Ibarbourou, escritora uruguaya; sus obras trascendieron fronteras. En 1950 se publicaron sus obras completas en Madrid, incluyendo dos libros hasta el momento inéditos: Dualismo y Mensaje del Escriba.[2] Canción de Joan Manuel Serrat.
[3] Escritor británico que publicó El tercer hombre y El americano impasible.
[4]. Rainer María Rilke, escritor checoslovaco que nos deja un maravilloso texto: Cartas a un joven poeta.
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