1
Con un capítulo agregado, el decimosexto, la edición del año 2000 —coincidentemente
la decimosexta— del libro Visión de los vencidos (número 81 de
la colección “Biblioteca del Estudiante Universitario”, Universidad Nacional
Autónoma de México) incluye testimonios, “originalmente en náhuatl —apunta
Miguel León-Portilla en el prefacio—, de quienes, consumada la victoria de los
hombres de Castilla, escriben y describen de variadas formas su triste
situación. A pesar de todo, no pudieron ser silenciadas sus voces. Los
escribanos indígenas las transvasaron al papel desde tempranas fechas”.
Pero León-Portilla (1926-2019) no se quedó nada más
con los registros inmediatamente posteriores a la Conquista, sino agregó
documentos que son, de algún modo, su secuela aun 500 años después: “De los
siglos XVI y XVII hay cartas de denuncia y petición al rey; asimismo escritos
de reafirmación en medio de la desgracia. De tiempos posteriores encontramos
evocaciones como las que acompañaron a la ‘Danza de la gran Conquista’. Textos
también de gran fuerza de expresión son los manifiestos en náhuatl de Emiliano
Zapata, difundidos en 1918. Y de momentos más cercanos, la denuncia de Joel
Martínez Hernández y un bello poema de Natalio Hernández Xocoyotzin, ambos
maestros de estirpe náhuatl”.
Por lo mismo, el libro, cuya primera edición salió
de la imprenta hace exactamente seis décadas (en 1959, cuando el historiador
contaba con 33 años de edad) y es ya un clásico de lectura mexicana, renovó su
importancia. No es que la haya dejado de tener en aquel momento, sino que el
agregado, con el capítulo intitulado “Lo que siguió”, reubicó en su real
contexto editorial al volumen.
2
“La visión de los hijos y nietos de quienes fueron vencidos, que hoy
están decididos a no serlo más —señala León-Portilla—, se muestra en este
conjunto de testimonios que nos hablan de ‘lo que siguió’ hasta llegar al
presente. Su voz es de resuelta afirmación. No piden favor o limosna. Los
pueblos originarios exigen ser escuchados y tomados en cuenta. Conocen sus
derechos y por ellos luchan. La palabra, con la dulzura del náhuatl y de otras
muchas lenguas vernáculas de México, comienza a resonar con fuerza. En un mundo
amenazado por una globalización rampante, es ella prenuncio de esperanza. Nos
hace ver, entre otras muchas cosas, que las diferencias de lengua y cultura son
fuente de creatividad perdurable”.
Las 26 páginas complementarias de las que se
componen ese capítulo incorporado, en realidad conforman la corroboración de la
herida. La Conquista, ¿quién lo duda?, fue elaborada de modo cruel,
salvajemente injusta y torturadora en manos de hombres ambiciosos que lo único
que buscaban, contra el mínimo humanitarismo, era riqueza para el usufructo
propio (“y cuando llegaron, cuando entraron a la estancia de los tesoros —refieren
los informantes de Sahagún—, era como si hubieran llegado al extremo. Por todas
partes se metían, todo codiciaban para sí, estaban dominados por la avidez”).
La raza “superior” se imponía bestialmente a la
“inferior”. “Los templos y palacios, el gran mercado, las escuelas, las casas,
todo quedó en ruinas —apunta León-Portilla en la introducción del capítulo
agregado—. No pocos sacerdotes, sabios, guerreros y otros muchos, los dioses
mismos, perecieron o no se supo más de ellos. Los presagios funestos que
Motecuhzoma y algunos otros dijeron haber contemplado [aquellos ocho
terroríficos presagios que fueron avistados por los aztecas en 1517, dos años
antes de la llegada de los españoles, por eso durante este 2019 se cumple el
medio siglo, exacto, del desembarco español con los europeos dispuestos a
llevar a cabo su “conquista”], parecieron cumplirse. Podía pensarse que la
nación mexicana estaba herida de muerte. Pero, ¿es que acaso todo se perdió?”
3
Dice Miguel León-Portilla que algunos sacerdotes y sabios sobrevivientes
“lograron rescatar el doloroso recuerdo, en imágenes y palabras, de la tragedia
ocurrida y del heroísmo que había sostenido a su pueblo. Algunos con la palabra
evocadora, o en sus xiuhamoxtli, anales con pinturas y signos glíficos (sus
códices), y otros valiéndose ya del alfabeto adaptado por los frailes para
representar los fonemas del náhuatl preservaron la memoria de los aconteceres
ominosos, los actos de valor y muerte, su tragedia en fin”.
El sufrimiento de los primeros mexicanos es
indescriptible. El 2 de mayo de 1556, apenas 35 años después de la caída de
Tenochtitlan, varios nahuas de noble linaje (y ya con la palabra Dios en su
boca, entre ellos un hijo de Motecuhzoma: Pedro Motecuhzoma Tlacahuepantzin) le
escriben al rey Felipe II para pedirle, en vano, su misericordia: le suplican a
“Vuestra Majestad” que fray Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, se ocupe
de su protección y, “si acaso fuere que el dicho obispo estuviere impedido por
muerte o enfermedad, suplicamos en el tal caso nos señale una de las
principales personas de su real corte de toda cristiandad y bondad al cual
recurramos con las cosas que se nos ofrecieren. Porque muchas de ellas son de
tal calidad que requieren sola vuestra real presencia, y de sola ella, después
de Dios, esperamos el remedio, porque de otra manera nosotros padecemos cada
día tantas necesidades y somos tan agraviados, que en breve tiempo nos
acabaremos, según cada día nos vamos consumiendo y acabando, que nos echan de
nuestras tierras y despojan de nuestras haciendas, allende de otros muchos
trabajos y tributos personales que de cada día se nos recrecen”.
4
También León-Portilla seleccionó una carta (de agosto de 1595 de un
Miguel Hernández, de Chiyauhtzinco en el actual estado de Guerrero) donde se
denuncia el abuso de un clérigo (el cura Bartolomé López) que incitaba a la
mujer del agraviado a que acudiera a dormir con él a cambio de dinero y ropa:
“Nuestro sacerdote cuando confesaba a mi mujer, no la confesaba, sino que allí
la provocaba a pecar —escribió Miguel Hernández—. Le dijo: Hija mía, habrás de
dejar por la noche a tu marido. En seguida le dijo mi mujer: Padre, ¿cómo habré
de dejarlo, porque es un hombre fiero? Pero él luego le dijo: Hija mía, no tengas
miedo de que él te haga algo, de que él averigüe acerca de ti. En verdad, si
acaso conmigo pecas, te daré tomines [dinero] y tu camisa y tus faldas. Y si
él, tu marido, te maltrata, yo luego iré a dejarte en Cuetlachcoapan [la ciudad
de Puebla], al lado de mis parientes. En verdad, allí tú estarás contenta al
lado de ellos. Pero luego mi mujer le dijo: Padre, allí me buscará, porque es
muy fiero mi marido. [Él le respondió:] Hija mía, no te aflijas, porque
entonces yo habré de golpear a tu marido, no te aflijas”.
Entonces, afligidísimo, Miguel Hernández le dice al
sacerdote visitador Alonso Ruiz que si él no vigila al sacerdote provocador,
“¿cómo, aquí, junto a él, mantendré a mi mujer? Hace ya seis años que comenzó
[el padre Bartolomé López] a incitarla a que pecara con él. Hace ya dos años
que la hizo azotar a mi mujer, porque ella no consentía”.
Tuvieron que pasar pesarosamente casi 300 años para
deshacernos del yugo español.
5
Nunca nadie los atendió. El rey en su realeza estaba. Los virreyes
despojando a los indígenas de cuanto tuvieran. Los vencidos eran mancillados;
las vencidas, violadas; los vencidos, discriminados; las vencidas,
incriminadas.
¿Dónde hemos oído estas historias?
.
VÍCTOR ROURA. Posee una trayectoria de más de 40 años en el periodismo cultural. Fundador de importantes medios en el país, como Unomásuno y La Jornada, y creador de la sección cultural de El Financiero, así como de los periódicos culturales De Largo Aliento y La Digna Metáfora. Es autor de medio centenar de libros en los que ha explorado el ensayo, el cuento, la poesía, la narrativa e incluso la ilustración para hablar acerca de rock, erotismo, prensa y literatura (poética y narrativa, sin hacer a un lado las letras infantiles); se ha adentrado en la crónica de las perplejidades del medio escritural e informativo y demás jocosidades del ámbito en el que se ha desempeñado toda su vida. Subdirector cultural de Notimex.
0 Comentarios
Recordamos a nuestros lectores que todo mensaje de crítica, opinión o cuestionamiento sobre notas publicadas en la revista, debe estar firmado e identificado con su nombre completo, correo electrónico o enlace a redes sociales. NO PERMITIMOS MENSAJES ANÓNIMOS. ¡Queremos saber quién eres! Todos los comentarios se moderan y luego se publican. Gracias.