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Desde la puerta de entrada, una alfombra limpia y de muchos colores indicaba la dirección a seguir, antes de bifurcarse entre los percheros que contenían todo tipo de ropa, repartida según los colores y tonalidades; olía a incienso y la temperatura era agradable; casi hacía calor, gracias a unos enormes radiadores industriales que había debajo de las ventanas. Antes fue la sede de la Cooperativa de Corte y Confección de los Inválidos, como aseguraba un letrero que todavía podía verse en la pared. Una enorme planta ocupaba por completo un rincón: una gigantesca tetrastigma que seguramente habían metido hacía tiempo, pues ya había crecido en exceso, y sus fuertes tallos trepaban por las paredes en dirección hacia los cristales del escaparate. Era una mezcla de cafetería de la época socialista, tintorería y tienda de alquiler de disfraces de carnaval: la Buena Nueva.
A ella la bauticé así de inmediato. Su nombre me vino a la mente de forma automática y poderosa, como una.revelación. Qué bella palabra, revelación. Al usarla ya no tenemos que dar más explicaciones.
—Busco un abrigo, una cazadora —dije con timidez.
La chica me dirigió una mirada inteligente y sus ojos negros brillaron. Tras un breve instante añadí:
—Que me dé calor y me proteja de la lluvia. Que no sea gris o negra como otras cazadoras; con las de color negro es fácil equivocarse en cualquier guardarropa. Que tenga bolsillos, muchos bolsillos para guardar las llaves, chucherías para los perros, para el teléfono móvil, para los documentos, al grado que no sea necesario llevar un bolso, y siempre tenga las manos libres.
Dije todo aquello consciente de que con la petición me abandonaba en sus manos.
—Creo que tengo algo para usted —respondió Buena Nueva y me condujo hacia el fondo de aquel largo y estrecho recinto.
Al final del pasillo había un perchero del cual colgaban unas cazadoras. Estiró el brazo sin dudar y sacó un precioso abrigo de color carmín.
—¿Qué opina? —en sus ojos se reflejaron las grandes superficies de las luminosas ventanas y brillaron con una luz preciosa y límpida.
Sí, la cazadora me iba como anillo al dedo. Me sentí como un animal al que le hubieran devuelto la piel robada. En el bolsillo encontré una pequeña concha marina y consideré que se trataba de un regalo de la propietaria anterior, con sus mejores deseos: «Que disfrute el abrigo».
También compré en aquella tienda dos pares de guantes, encontré un gran gato negro mientras buscaba en un cesto lleno de gorros, y al lado, entre las bufandas, otro gato negro. Los llamé Gorro y Bufanda, aunque era difícil distinguirlos. Los gatos negros de la Buena Nueva.
Aquella pequeña y bella dependienta, de rasgos de origen manchú, que se cubría la cabeza con una gorra de piel artificial, me hizo un té y me acercó una silla hasta la estufa de gas para que entrara en calor.
Así nos conocimos.
Fragmento tomado del libro Sobre los huesos de los muertos (2009)
La Academia Sueca anunció a los Premios Nobel de Literatura por los años 2018 y 2019. Olga Tokarczuk y Peter Handke, respectivamente, fueron los galardonados en medio de una conferencia en Estocolmo, que fue transmitida en vivo vía YouTube.
La escritora polaca Olga Tokarczuk (1962), Nobel 2018, venía de ganar ese mismo año el Man Booker International. A lo largo de la historia solo 14 mujeres habían recibido el Nobel de Literatura (de un total de 110), siendo una de ellas la chilena Gabriela Mistral, que a la vez se transformó también en la primera Latinoamericana en ser reconocida. Hoy, con Tokarczuk, se pasa a 15.
Desde las cuentas en redes sociales del Premio Nobel, Tokarczuk fue reseñada de la siguiente forma: “Ella construye sus novelas en una tensión entre polos opuestos culturales; naturaleza versus cultura, razón versus locura, hombre versus mujer, hogar versus alienación”. Más información: La tercera
La escritora polaca Olga Tokarczuk (1962), Nobel 2018, venía de ganar ese mismo año el Man Booker International. A lo largo de la historia solo 14 mujeres habían recibido el Nobel de Literatura (de un total de 110), siendo una de ellas la chilena Gabriela Mistral, que a la vez se transformó también en la primera Latinoamericana en ser reconocida. Hoy, con Tokarczuk, se pasa a 15.
Desde las cuentas en redes sociales del Premio Nobel, Tokarczuk fue reseñada de la siguiente forma: “Ella construye sus novelas en una tensión entre polos opuestos culturales; naturaleza versus cultura, razón versus locura, hombre versus mujer, hogar versus alienación”. Más información: La tercera
Desde la puerta de entrada, una alfombra limpia y de muchos colores indicaba la dirección a seguir, antes de bifurcarse entre los percheros que contenían todo tipo de ropa, repartida según los colores y tonalidades; olía a incienso y la temperatura era agradable; casi hacía calor, gracias a unos enormes radiadores industriales que había debajo de las ventanas. Antes fue la sede de la Cooperativa de Corte y Confección de los Inválidos, como aseguraba un letrero que todavía podía verse en la pared. Una enorme planta ocupaba por completo un rincón: una gigantesca tetrastigma que seguramente habían metido hacía tiempo, pues ya había crecido en exceso, y sus fuertes tallos trepaban por las paredes en dirección hacia los cristales del escaparate. Era una mezcla de cafetería de la época socialista, tintorería y tienda de alquiler de disfraces de carnaval: la Buena Nueva.
A ella la bauticé así de inmediato. Su nombre me vino a la mente de forma automática y poderosa, como una.revelación. Qué bella palabra, revelación. Al usarla ya no tenemos que dar más explicaciones.
—Busco un abrigo, una cazadora —dije con timidez.
La chica me dirigió una mirada inteligente y sus ojos negros brillaron. Tras un breve instante añadí:
—Que me dé calor y me proteja de la lluvia. Que no sea gris o negra como otras cazadoras; con las de color negro es fácil equivocarse en cualquier guardarropa. Que tenga bolsillos, muchos bolsillos para guardar las llaves, chucherías para los perros, para el teléfono móvil, para los documentos, al grado que no sea necesario llevar un bolso, y siempre tenga las manos libres.
Dije todo aquello consciente de que con la petición me abandonaba en sus manos.
—Creo que tengo algo para usted —respondió Buena Nueva y me condujo hacia el fondo de aquel largo y estrecho recinto.
Al final del pasillo había un perchero del cual colgaban unas cazadoras. Estiró el brazo sin dudar y sacó un precioso abrigo de color carmín.
—¿Qué opina? —en sus ojos se reflejaron las grandes superficies de las luminosas ventanas y brillaron con una luz preciosa y límpida.
Sí, la cazadora me iba como anillo al dedo. Me sentí como un animal al que le hubieran devuelto la piel robada. En el bolsillo encontré una pequeña concha marina y consideré que se trataba de un regalo de la propietaria anterior, con sus mejores deseos: «Que disfrute el abrigo».
También compré en aquella tienda dos pares de guantes, encontré un gran gato negro mientras buscaba en un cesto lleno de gorros, y al lado, entre las bufandas, otro gato negro. Los llamé Gorro y Bufanda, aunque era difícil distinguirlos. Los gatos negros de la Buena Nueva.
Aquella pequeña y bella dependienta, de rasgos de origen manchú, que se cubría la cabeza con una gorra de piel artificial, me hizo un té y me acercó una silla hasta la estufa de gas para que entrara en calor.
Así nos conocimos.
Fragmento tomado del libro Sobre los huesos de los muertos (2009)
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