a mi abuela, la princesa Dounia Fedora Kolikovska, a quien ruego perdone mi desinterés por la magia y mi adhesión excesiva al samovar
—Al alba dormiré con mi muñeca en mis brazos, mi muñeca la de ojos azul oro, la de la lengua tan maravillosa como un poema a tu sombra. Muñeca, personajito pequeño, ¿quién sos?
—No soy tan pequeña. Sos vos quien es demasiado grande.
—¿Qué sos?
—Soy un yo, y esto, que parece poco, es suficiente para una muñeca.
—Pequeña marioneta de la buena suerte, se debate en mi ventana según quiere el viento. La lluvia ha mojado su vestido, su cara y sus manos, que se decoloran. Pero le queda su anillo, y con ello su poder. En invierno ella golpea en el vidrio con sus piececitos calzados de azul y danza, danza de frío, de alegría, danza para calentar su corazón, su corazón de madera, su corazón de la buena suerte. En la noche ella eleva sus brazos suplicantes y crea a voluntad una pequeña noche de luna.
Relato tomado del libro Prosa completa (Debolsillo, 2018)
Foto de Skitterphoto en Pexels
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