POESÍA Florecer de fuego y de locura **Lo narrado, lo nombrado, lo dicho, se abrazan entre sí en el canto de la noche || Linda González

1)
 
Nada sabes de poesía,
para ti un libro es un cadáver abierto que flota,
en él encuentras el pan y la sal,
las migajas que dejaste en el cementerio
cuando conociste la tristeza.
Las leyendas dicen otra cosa,
no se debe molestar a los muertos ni a sus tumbas,
pero a ti te florecen las heridas,
te sangran palabras,
te sobran versos para compartir con los difuntos,
todo conspira en tu contra,
eres la suma de todos los desvelos.
Y nada, nada sabes de poesía.
 

2)
 
Lo narrado, lo nombrado, lo dicho,
se abrazan entre sí en el canto de la noche,
danzan como siluetas empedernidas en la alcoba.
Una figura encapuchada les saluda,
desmonta una escoba de marfil
y se echa sobre la alfombra roja.
Luego, un ruido ahogado, como un gemido,
sacude la estancia.
Se encienden las luces,
una chiquilla temerosa garabatea en su cuaderno
palabras oscuras,
su risa es un estrépito de mariposas que aletean.
En el sillón de la esquina,
una anciana contempla a la niña,
mientras teje, minuciosa,
cadáveres de luz.
 

3)
 
Todo intento de escritura es un elogio,
cada día, es un ave sobre el cielo,
un pequeño crepúsculo.
Si alguna vez hube pensado en el suicidio,
no fue por tonta,
fue por tener las manos amarradas,
el corazón cercenado,
la mente enloquecida.
Esas tardes me parecen ahora borrosas,
imágenes que desaparecen lentamente
entre las líneas de la hoja.
No volveré a pisar los andamios sin zapatos limpios,
si acaso buscaré otros senderos,
más oscuros, más emblemáticos,
o más luminosos,
sea entre farolas o entre sombras,
intentaré escribir a toda costa,
me abriré camino a la vida,
me abriré camino en la sangre.
 


4)
 
No se florece sin una buena dosis de locura.
Giorgia Deidda
 
Siempre quise florecer en medio de las rocas.
Es estúpido, decían.
Pero sólo yo sabía la verdad.
Nada hace florecer mejor una vida,
que entender que te estás quedando sin aire,
que quizá es esta la última puerta,
el último derrumbe en la punta de los pies,
la última gota sagrada de alegría.
También supe, que no bastaba el deseo,
era necesario morir de hambre, de luces,
morir de todos los sentidos,
ahogarse de bilis o de miedo,
ahogarse en la locura,
ahogarse y escupir los venenos.
Yo lo escupí todo, 
el dolor, la enfermedad, la mentira,
y me quedaron los huesos secos,
pero no se fue el fuego,
no se fue la locura,
mi cuerpo rocoso llovió tulipanes,
mi cuerpo roca floreció poesía.
 

5)
 
Escribo, escribo y me impaciento,
deseo la tempestad de la poesía adentro,
fuerte y punzante.
Coloco las yemas sobre el teclado.
Quema, quema.
La locura baila sobre mis huesos.
De pronto soy una loba en cuatro patas,
una nave nodriza en el espacio,
un viento que apaga las antorchas.
Escribo, escribo,
la suavidad de la angustia desaparece,
se revela el encantamiento,
todas las palabras tienen nombre,
todos los poemas brillan,
escribo, escribo, escribo,
y gozo.

Fotografía de Pixabay


LINDA GONZÁLEZ. Fue colaboradora de la revista artesanal Cariátides. Ha sido publicada por revistas virtuales como Remolinos (Lima, Perú) y Letralia, Tierra de Letras (Cagua, Venezuela), además del suplemento editorial Hojalata (Nuevo Laredo, Tamaulipas). Acreedora a una Primera Mención Honorífica en el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines 2007, con el poemario Gemidos para arrullar a una loba herida. En Julio del 2018, su cuento “La oruga que veía el cielo”, apareció en el libro virtual Escritura de cuentos de hadas para mujeres, antología del taller literario titulado con este mismo nombre e impartido por la escritora Marisol Vera Guerra. Se puede leer más de su obra en su blog personal: https://lindagonzalezg.blogspot.com


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