Contemplación
Creo que la poesía duele más que la ausencia,
duele que no sé escribirla
creo que debo dedicarme a observar el mar,
mientras me congelo en la mirada de los peces.
El
blues del maldito perro que soy
Nunca fui bueno para jugar fútbol
siempre supe que la palabra ganar no estaría en mi vocabulario
llevo en los pies el dolor de la vida
como pequeños caminos que no te llevan a hacia ningún punto
me volví un maldito alcohólico
cuando me perdí en la urbe de un clítoris
me atormentaron necesidades que ardían en la piel,
transformándome en un Dios atrofiado
crecí odiando, sumando muertes
cantando un blues en silencio que solo yo tarareo,
la única vez que jugué fútbol
los pies se fueron hacia otra portería
y jamás me recupere del extravió.
Nunca fui bueno para jugar fútbol
siempre supe que la palabra ganar no estaría en mi vocabulario
llevo en los pies el dolor de la vida
como pequeños caminos que no te llevan a hacia ningún punto
me volví un maldito alcohólico
cuando me perdí en la urbe de un clítoris
me atormentaron necesidades que ardían en la piel,
transformándome en un Dios atrofiado
crecí odiando, sumando muertes
cantando un blues en silencio que solo yo tarareo,
la única vez que jugué fútbol
los pies se fueron hacia otra portería
y jamás me recupere del extravió.
Hambre
canina
Llegué al mundo herido,
con el hambre de ser,
en el epigrama de un vientre
brote como tallo de una flor muerta,
mi madre alumbro su coraje,
con dientes apretados y una hoguera
quemante en el ombligo.
Llegué al mundo herido,
con el hambre de ser,
en el epigrama de un vientre
brote como tallo de una flor muerta,
mi madre alumbro su coraje,
con dientes apretados y una hoguera
quemante en el ombligo.
Confesión
Habito en los cuerpos
dónde el sudor pueda germinar.
En el tacto sutil de los labios que marcaron la carne
con el aguijón del Am-r
en la vulva que vio morir el amanecer de mis ojos
y me convirtió en un perro
que atropelló la vida.
Fotografía tomada de Pexels
Habito en los cuerpos
dónde el sudor pueda germinar.
En el tacto sutil de los labios que marcaron la carne
con el aguijón del Am-r
en la vulva que vio morir el amanecer de mis ojos
y me convirtió en un perro
que atropelló la vida.
Fotografía tomada de Pexels
ÓSCAR PÁEZ. Huatusco, Veracruz, México, 1993). Cursa el segundo año de la Lic. En Psicología. Tallerista y locutor en radio guarache. Estudió creación literaria en los estudios estatales red de letras (2019), del H. Ayuntamiento de Acapulco, entre otros. Finalista del premio de poesía Francisco Javier Estrada 2022 y el premio de poesía emergente Antonio Alatorre 2022. Autor de los libros Los Castigados (Híbrido, 2018); Armario de brevedades (2020, Minificion); Plegarias al espíritu extraviado (2021, Poesía) De estos poemas crecerá mi casa (2021, poesía).
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