POESÍA La loca de la cuadra y otras derrotas || Irán Vázquez Hernández

La loca de la cuadra
 
A Iris
 
Estaba cansada del destino que los dioses habían prescrito para ella; de no poder llevar aquel lindo peinado que tanto envidiaba a la esposa del alfarero; de poseer un espejo tallado en oro y sentir vergüenza de su propio reflejo; de representar cada día el papel de femme fatal —¿quién más podría hacerlo?— y que la gente no apreciara ese gesto. Así que cuando el solado apareció en las puertas de su casa, ella avanzó en silencio agachando la mirada y entregó voluntariamente la cabeza. Segundos después salió Perseo de la cueva y gritó triunfalmente a los habitantes del pueblo: ¡Señores, Medusa ha muerto! 
 
 
El desdichado
 
Ahí donde pasa lo ven con recelo,
es inaudito que alguien subsista así,
soportando los días más allá de lo escrito,
todo con tal de evidenciar el milagro;
ya ni sonríe el desdichado de Lázaro:
sobrelleva cansado el retorno a la vida.    
 
 
El “Temerario Wally”
 
De niño amaba los columpios,   
la extraña sensación de rozar el mundo con los pies,
tallar el cielo con la punta de los dedos,
volar hacia la nada.
Cierto día incluso se hizo llamar
“El Rey de los Columpios”.
En fin, quién iba a decir 
que el “Temerario Wally”  
acabaría colgado
  de una soga.  
 
 
El otro Ulises
 
Regresó a su pueblo como elegido de los dioses.
Esta vez no hubo Euriclea ni Penélope que lo reconocieran.
Así volvió a la ciudad como vil empleado que era
sin haber tensado el arco
       ni masacrado a los pretendientes.  
 
 
La señal
 
Sostuvo el rifle con firmeza: apuntó.
Más allá de la cerca,
entre las sombras de la barricada
y la bruma,
había alguien como él,
con un padre, una madre
y quizá el mismo nombre.
Quiso enviarle una señal,
que aquella guerra acabara ahí,
un pacto de silencio
entre hermanos,
pero la noche se iluminó: 
un destello a lo lejos,
el disparo atravesó la frente.
 
 
Monte Palatino
 
En esta loma
Luperca dio de mamar
a Rómulo y a Remo.
La leyenda dice
que salvó a los niños
a orillas del Río Tíber.
Sin embargo,
la loba no podía prever que un día         
sus dos cachorros
disputarían a muerte
un pedazo de tierra.  
De haberlo sabido, 
los habría dejado perecer             
como viles semidioses que eran. 
 
 
10 del barrio
 
El balón llega a sus pies,
el tiempo se detiene:
un recorte magistral,
cambio de dirección y el disparo  
hubiera sido fulminante, 
pero a su edad
–ronda los ochenta–
apenas si puede mantenerse
en vilo  
  ante la mirada
socarrona
                           de los niños.
 
 
Orfeo del mar
 
El niño de piel dorada
y pecho acuático
incitó a los turistas
a lanzar una moneda
 
luego se perdió
bajo el
agua oscura
 
y a los pocos segundos
emergió
  triunfal
 
con el puño cerrado
 
 
Fundación del amor
 
En el parque
tomados de la mano
caminaron
indiferentes
a la mariposa
que batía
sus alas        
        adentro 
   de un charco
de lluvia.
 
 
 Fotografía de Pexles

IRÁN VÁZQUEZ HERNÁNDEZ es poeta, ensayista e investigador. Es autor de los libros Octavio Paz: un moderno antimoderno (Redactum, 2018) y Viajes redondos. Ensayos sobre literatura (Gradocero, 2021). Ha sido galardonado con el Premio Nacional de Ensayo Joven 2002 y el Premio Nacional de Poesía Enrique Peña Gutiérrez 2020.


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