EDITORIALES La infinidad de lo posible, prólogo al libro Lenguas del agua, de Roberto Acuña || Hiram Barrios

La autobiografía de un poeta son sus poemas.
El resto es sólo comentario. 
EVGUENI EVTUSHENKO
 
I
 
Hay poetas cuya misión es arder. Sus versos son la hoguera con la que encienden una vida, casi siempre arriesgada, atrevida o fugaz. Son espíritus inconformes, contestatarios: la rebeldía es su sino. Pertenecen a esta estirpe los poetas malditos, los hijos de la ruptura vanguardista y los destinados al peregrinaje, al vagabundeo al estilo beat: salvajes, como Rimbaud o Verlaine; trásfugas, como Vaché o Riguat; subterráneos, outsiders, como Eros Alesi. 
 
Hay otros que se saben herederos de una tradición, continuadores de un legado que los signa. Poetas afianzados en la tierra, son aquellos que renuevan sin cortes ni desgarres. Transitan por un camino ya trazado y su misión es preservar el sendero. Son voces que habrán de consolidar un rumbo, una dirección. Whitman o Eliot, aún con sus diferencias, habitan esta zona, y acaso sea Octavio Paz, para el lector mexicano, el referente que mejor ilustre este territorio poético.
 
Hay otros que fusionan inteligencia y emoción: se expresan a través de un razonar poético que hermana sensibilidad y lucidez. Su palabra es como el viento: la levedad y la gracia los asisten. A veces lúdicos, a veces imaginativos, anhelan el conocimiento y a él aspiran por medio de la creatividad. Algunos versos de José Hierro, uno puñado de poemas de Pablo Neruda y buena parte de la poesía de Gonzalo Rojas se dispersan como el viento. Son aire, un hálito creador.
 
Hay poetas cuyo destino es fluir. Su escritura es ablución o bautismo: purifica, redime, limpia, expía.  Se trata de poetas esenciales. Congregan a los elementos y les dan un cauce.  En su voz habita un demiurgo. Proteicos, mutables, representan, como el agua, la infinidad de lo posible. Cierta etapa en la trayectoria vital de poetas como Rubén Darío o García Lorca, algunas imágenes de Paul Valèry o ciertas metáforas de Xavier Villaurrutia pertenecen al agua. La poesía de Roberto Acuña es parte de este flujo. 
 
II
 
Reducir una poética a los elementos que, según la astrología, configuran el mundo no pasa de ser un ejercicio lúdico. No se necesita un complejo aparato argumental para tirar por la borda esta clasificación, por demás arbitraria. El verdadero poeta arde como el fuego, fluye como el agua. Es aire y es tierra. Sin embargo, cada de uno de estos elementos contiene simbolismos y distintivos que aceptan el parangón. Y hay poetas que parecen consagrarse a uno de estos principios creadores.
 
Lenguas del agua se inscribe en la poética que ya alude desde el título. Y no sólo por la elección del tema —toda temática orilla, directa o indirectamente, una esquemática; al elegir una inquietud se está eligiendo, subrepticiamente, una forma de abordarla: dos caras de una misma moneda—, sino por su fluir. La prosa poética de este poemario evoca el rumor de la lluvia sobre el agua. Ir con ella parece la consigna.
 
III
 
Leo este libre e imagino a un hombre que observa la lluvia tras la ventana. Sobre un cuaderno intenta plasmar sus impresiones, pero en lugar de (d)escribir la caída del agua termina por hacer un autorretrato. Me llega la imagen de un poeta que explora su exilio interior, que traza los senderos de su nomadismo espiritual al compás del goteo. Un poeta que, a pesar de hallarse en el resguardo de la habitación, vive siempre a la intemperie.
 
Al indagar en el agua, Acuña indaga en sí mismo. La introspección de la poesía no se limita al sujeto, ni a sus elucubraciones. Una emoción personal, íntima, puede volverse universal a través de la palabra. Acaso sea esta la primera y la principal virtud de este poemario: su capacidad de comunicar, de transmitir sensaciones fundamentales:
 
Me extingo en el vientre del fuego, en su historia, una sola cada noche y un mismo bar o laberinto que nunca es el mismo; al final salimos a flote de palabras.
 
El libro de Acuña no aborda propiamente su vida, aunque contenga su autobiografía, pero no por ello se limita a las experiencias personales del autor: un hombre, pensaba Borges, puede ser todos los hombres. Y Acuña, al cuestionarse, cuestiona nuestra naturaleza, nuestro lugar en el mundo:
 
El hombre es agua que algún día desbordará sus contornos y será una voz más en el abismo.
 
El recorrido que propone este poemario va de la luna a la montaña, de la tribu al hombre. La inquisición que emprende Lenguas del agua recupera mitos alusivos a dicho elemento, así como personajes cuyo destino estuvo trazado por el agua (sirenas, tritones, Odiseo, Ofelia), los actualiza y nos acerca a esas historias pretéritas que emanan del río, del lago, del mar, pero también de la lluvia que acaricia la urbe moderna: Ciudad Universitaria, el Parque Bicentenario, La Merced, Bellas Artes, calles y avenidas de un barrio, los rincones de una casa, el paisaje citadino entre lloviznas y diluvios.
 
Poema hecho de relatos, de imágenes fluviales. La brevedad, el lenguaje metafórico y la conciencia de la sonoridad de la palabra son otros rasgos a destacar en este libro. La prosa de Acuña es elíptica y figurada, evita la verborrea sin descuidar la eufonía verbal, pues sabe que la naturaleza de la poesía es siempre la palabra.
 
IV
 
Los Vedas afirmaban: “todo es agua”; la doctrina taoísta atribuía el origen del mundo a “las vastas aguas [que] no tenían orillas...”; el espíritu de Dios, según el Génesis, se incubó en sobre la superficie del mar; para Tales de Mileto, era este elemento el principio constitutivo del cosmos. ¿Acaso hay poetas que se inspiran en el agua porque intentan emanar el fluir creador del líquido?, ¿acaso porque sacian con la palabra esa sed de asir el mundo? En todo caso, son un afluente: su lectura sana y alimenta.

LENGUAS DEL AGUA*
MUESTRA POÉTICA
 
 
MICROBIOLOGÍA
 
Es diminuto el hombre en las mandíbulas de los peces, es diminuto en la tempestad, entre sus fauces o al amparo de las hogueras; es diminuto en el silencio o en la plegaria, es diminuto bajo el agua y sobre la arena y al medirse con su propia sombra; es diminuto al comer y al dormir; y al juntar su cuerpo a otro cuerpo es aún más diminuto. Es tan diminuto que su amor y su odio lo consumen y superan; tan diminuto que tal vez es únicamente la errata de un Dios.
 
 
OFELIA
 
La única muerte digna para los amantes y los locos es por medio del agua.
 
 
SÁBADO DE GLORIA
 
Todo infierno es agua en tempestad.
 
 
FUENTE DE LA SIRENA
 
Un mapa, unas líneas se abren en mí, una cartografía celeste impacienta mis escamas, busco mi zodiaco y una manada de espumas muerde mi sexo. Es medianoche, ¿soñará el agua con las piernas de los hombres, soñarán los pulpos con las aletas de los peces?
 
 
EL GITANO
 
El agua Lorca es la fiel incertidumbre, hielo y llama de una misma flamadura. Esa noche no me fui por ningún camino, perdí el paso, caí a un abismo, sentí el ahogo de ser todos los peces sorprendidos. El agua, Lorca, son todas las mujeres y todos los toros del río.
 
 
JONÁS
 
Entra el agua de vez en cuando, la oscuridad es líquida, repta por mi carne hacia mi voz que ya no ruge ni grita, tampoco gime o en silencio construye una hoguera de palabras. Mastico la carne de otros peces mordidos. Todo se muere cuando la noche se alarga demasiado. ¿Escucho la distancia o el futuro? ¿En qué parte del mar decidí quedarme sin rostro, ser una prueba o un suicidio para los ángeles? ¿Dónde está dios cuando el mar sólo entrega peces muertos?
 
*Roberto Acuña. Lenguas del agua. Toluca: FOEM, 2022.
 
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ROBERTO JAVIER ACUÑA GUTIÉRREZ (Ciudad de México, 1981). Es escritor, tallerista, profesor universitario en las carreras de Comunicación y Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Entre sus publicaciones se encuentran: Tarde en recordar (UANL, 2017), Los ojos negros de la noche (Surdavoz, 2019), Regusto a diablo (2020, Tintanueva), Calaverio (2020, Cómics poéticos), El infierno es con nosotros (2020, Mantra), Fosa común (miCielo ediciones, 2022), Lenguas del agua (2022, FOEM). Algunos de sus reconocimientos incluyen, en el 2012, el 1er lugar en el II concurso de cuento “La Ciudad Imaginada” (Gobierno del D.F, ediciones el Zócalo). Mención honorífica en el XI Concurso Nacional de cuento Beatriz Espejo (2012). En el 2014, primer lugar de poesía en el “XVII concurso de poesía: Décima muerte”, organizado por la UNAM. En 2015 obtuvo el 3er lugar en el “Concurso de ensayo de literatura coreana. Cuentos de la noche escalofriante (LTI Korea y Bonobos); 1er lugar en el concurso de crónica: “Crónicas de un virus sin corona” (UACM, 2020), entre otros.

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HIRAM BARRIOS (Ciudad de México, 1983). Escritor, traductor y crítico. Es autor de los libros de ensayo El monstruo y otras mariposas (UNAM-Naveluz, 2013) y Las otras vanguardias (UANL, 2016); de los títulos de aforismo Apócrifo (Ajenjo, 2014; 2ª ed., UNAM-Naveluz, 2018) y Artimañas (Lima, Perú: Quarks Ediciones Digitales, 2021); y de los compendios Lapidario. Antología del aforismo mexicano (FOEM, 2015; 2ª ed., 2020); y Aforistas mexicanos actuales (Sevilla, España: Apeadero de Aforistas, 2019). Traductor del italiano. Preparó las antologías de Eros Alesi: Voces paranoicas. Bitácora inédita (Cuadrivio, 2013) y Mamá Morfina. Poesía reunida (Laberinto, 2021). En coordinación con Donato Di Poce, editó los compendios Silenzi scritti. Aforismi. Antologia Bilingüe Italiano-Spagnolo (I Quaderni del Bardo, 2020), y Clandestini / Clandestinos (I Quaderni del Bardo, 2021), ambos publicados en Milán, Italia. Ha escrito prólogos para autores de ambos lados del Atlántico. Preparo la edición crítica Gotas tóxicas. Aforismos y minificciones de Sergio Golwarz (Cuadrivio, 2015; 2ª ed., 2021) y la antología poética Zarrapastra (Mapa de obra) (Guatemala: 400 Elefantes, 2021) de Andrés Cisnegro (pseudónimo de Andrés Cisneros de la Cruz). Incluido en antologías de México, España, Italia y Perú. Algunos de sus escritos se han traducido al inglés, al croata y al italiano. Forma parte de la Redacción de la revista-blog Zona di Disagio, en la que colabora con artículos y traducciones al italiano.


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