Acabo de leer este compendio de historias, y acto seguido le escribo a Ricardo Guerra de la Peña para comentarle que su voz me parece muy válida, me ha gustado por su potencia, y le doy la enhorabuena por ese universo particular, sincero y tormentoso del que se ha servido. Su santo del crack, el Quijote, magistral personaje del cuento que da nombre al compendio es un santo para encomendarse, sí, pero hasta cierto punto, hasta que él quiera, y nos lo advierte desde el inicio: «No puedo porque te quiero, amigo. La piedra me tiene amarrado, si me quedo contigo te voy a robar. No, amigo, no quiero lastimarte». El Quijote habla por el libro, hacia sus lectores, advirtiendo que, como santo, hay riesgos que se van a correr si lo tomas de la mano. Corrí el riesgo, me sumergí en el libro y ahora regreso para contarles lo que vi.
Confieso que en numerosas partes del texto me invadieron sentimientos afines con el reflejo del ser inmigrante en el propio país, y aunque mi caso sea otro consigue colarse en mi experiencia lectora a varios niveles, lo que tiene un mérito mayor; la narrativa de Ricardo cala hondo en los pequeños detalles del mudarse a una zona geográfica que comparte similitudes y diferencias con el lugar de origen, un auténtico choque de mundos; pequeños triunfos y grandes reveses que en una tierra extraña se amplifican, duelen más, saben más, y eso Ricardo lo sabe muy bien y lo lleva a su terreno.
En estas historias el narrador de Ricardo se identifica mayormente como un inmigrante en su propio país, y la mudanza del centro de México a Yucatán se deja entrever como un impacto que va calando en varios aspectos de su vida cotidiana. Sin embargo, Ricardo no lo trata en crudo, no: logra que ese elemento poderoso del extranjero se diluya, se mezcle con unas historias de muy buena manufactura y llegue a nosotros con un amplio espectro de interpretaciones. Y lo logra con elementos muy particulares: con el trauma de la imagen del padre sentida a través del olor dejado por su cadáver en unas corbatas; las adicciones y constantes sentimientos suicidas con su consabido vértigo atrayente; una visita a la feria de Xmatkuil —como un huach o foráneo—, una feria que representa diversos choques a las sensaciones de su narrador. Con tales ingredientes El santo del crack (Los libros del perro editorial, 2022) se hace, a mi juicio, un lugar propio en la narrativa moderna mexicana. Eso nos indica que Ricardo tiene muy bien calado el sensor, está atento a todo lo que le rodea y saca de ese dolor, de esos mundos en colisión, lo mejor para su prosa. Y no es todo, también hay gratas sorpresas —como suelen tener los buenos cuentos— y estas nos pueden agarrar desprevenidos. Cuando el cuento Cascada parece tomar un rumbo erótico propio de la preadolescencia, Ricardo da ese viraje arriesgado, quemando sus naves incluso… y al final siento que le da muy buenos réditos. Me gusta cuando el autor toma riesgos así, nada de «tecladazos» o teclear por teclear, como decía José Emilio Pacheco en El principio del placer.
Quizá es una coincidencia, pero tras leer a Ricardo empecé con José Luís Peixoto y su Camino imperfecto, y no pude evitar encontrar ciertas similitudes con El santo, sobre todo en la historia de un periodista que tiene que ir a ver un estreno de una película de superhéroes y se ve en la necesidad de provocar sensaciones para sí mismo y para los que le rodean yendo a contracorriente, todo por armar una crónica para una revista. Digo que me lo recordó porque El camino imperfecto se nutre de un viaje a Asia, de todo lo que Peixoto logra percibir y atrapar premeditadamente para un libro, y siento que Ricardo también lo hace a su manera en diferentes partes, todo para alimentar a su Santo. ¿Qué tanto es autobiográfico y qué tanto ficción? Personalmente no es lo importante, pues Ricardo, como Peixoto, ha logrado que nos creamos las situaciones, que las disfrutemos con una lectura que al menos para mí ha sido provechosa, con sus dosis de humor e incomodidad muy bien repartidos a lo largo de las historias. Lo voy a decir, hay que seguir de cerca a este joven narrador..
MAURO BAREA (Cancún, 1981). Narrador y ensayista. Consultor en el documental Entre dos mundos (2012), coproducción con TV UNAM y con difusión de National Geographic. Fue articulista para la revista Pioneros, publicación historiográfica de Quintana Roo (2011-2015). Ganador del Premio de Narrativa Breve del Certamen Jóvenes Creadores 2017 (Ávila, España). Fue incluido en Sureste, antología de cuento contemporáneo de la península (Ficticia, 2017) y Gaceta del Pensamiento le publicó una antología propia de cuento: El gato sobre el féretro (2018). En 2019 publicó su novela Terra incognita (Tandaia) sobre Gonzalo Guerrero y la conquista de Yucatán. Actualmente colabora en las revistas Bitácora de vuelos (México) LO cultural (España) y Carátula, dirigida por Sergio Ramírez. Es miembro del CAL Centro Andaluz de las Letras. Su novela Kolymá (2022) fue distinguida con mención honorífica en el 19o Premio Internacional de Narrativa Ignacio Manuel Altamirano, organizado por la Universidad Autónoma del Estado de México.
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