Foto tomada del sitio digital Ethic |
Entre la noche que está dormida
y el mar dormido que sueña y lucha
tengo enhebrada mi ardiente vida,
alma que alerta ronda y escucha.
Para mi frente, clara diadema,
los astros hilan vivo reflejo,
para mis ojos, triste poema,
las aguas mullen un blando espejo.
Calman las olas sus parioximos
llenas de lumbres y estupores
y entre las fauces de dos abismos
hago la siembra de mis amores.
Aquí las mieses y las derrotas
son infinitos que yo paseo;
haces de vida, ansias remotas,
vasto refugio para el deseo.
Y las criaturas de mi paisaje,
bestias menores, nunca son malas;
con la inocencia de lo salvaje
de los querubes tienen las alas.
Aves y peces, sordo murmullo,
alible fauna reclamadora
cuando la noche lanza su aúllo
del mar dormido que sueña y llora.
Nada me hiere donde yo habito;
mis daños, todos, son de la orilla.
Aquí se esconde mi ronco grito
en el manojo de mi gavilla.
Ramos de espuma, leves corolas,
plantel de soles y de luceros;
para mí el baño de frescas olas
y la ardentía de los senderos.
Para mí, todas las noches gayas;
para mí, todos los océanos;
lejos la tierra, lejos las playas;
ningún anillo para mis manos.
No quiero engarces prometedores
con el mezquino polvo sediento
donde el gusano vive en las flores
y la veleta gira en el viento.
Ninguna gracia de la ribera
donde se miente lo que se jura;
es más benigna la mar señera;
es más piadosa la noche oscura.
Si deseas saber más de esta autora, te invitamos a leer Concha Espina, la mujer que ansió el cambio, en Ethic.
CONCHA ESPINA (Santander, 1877 - Madrid, 1955) Novelista española cuya obra supone una prolongación del realismo decimonónico al que se agregan elementos líricos y sentimentales; en este sentido, su narrativa se opone a las tentativas de renovación emprendidas por otros miembros de su generación (Wenceslao Fernández Flórez, Benjamín Jarnés, Gabriel Miró y Ramón Pérez de Ayala). Se casó muy joven y vivió algún tiempo en Chile, donde fue corresponsal de El Correo Español de Buenos Aires. De vuelta a España, publicó una breve colección de versos infantiles con el título de Mis flores (1904), prologada por Marcelino Menéndez Pelayo. Aunque inició su trayectoria literaria con artículos periodísticos, cuentos y poemas, obtuvo su primer éxito con la novela La niña de Luzmela (1909), donde trataba de analizar la psicología femenina. Le siguen: La esfinge maragata (1914), en la que narra la vida desgraciada de una mujer que se casa en contra de su voluntad, y El metal de los muertos (1920), descripción realista de una huelga en las minas de Riotinto. Autora prolífica, permaneció ajena a las innovaciones estilísticas y las preocupaciones ideológicas de su tiempo. En varias de sus novelas reflejó el mundo rural asturiano, pero sin cuestionarse los valores tradicionales. Sus paisajes y tipos, arrancados de su tierra natal, vienen a ser una renovación de la obra de José María de Pereda. El estilo es rico y pintoresco, rozando a veces el cromo; en otras ocasiones alcanza una admirable perfección expresiva. La rosa de los vientos (1916), El cáliz rojo (1923) y El más fuerte (1947) figuran también entre sus principales obras.
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