Caja, de Omar Baca: una novela de su generación || Marlon Martínez Vela


Quizá se me pueda criticar, con justa razón, porque todas las novelas son hijas de su tiempo. Sin embargo, a lo que me refiero es que esta novela retrata a su generación, y no sólo a ella, sino a buena parte de la sociedad contemporánea, lo comentaré de manera sucinta para que tengan oportunidad de leer la ópera prima de Omar Baca.

Desde el inicio advierte el autor que no se trata de una alegoría y tiene razón, pero de lo que sí debemos estar conscientes es que se trata de una ficción. A partir de ahí se genera el pacto ficcional entre la obra y los lectores. Esto es, hay cosas que suceden porque sí y debemos dejarnos llevar por la lectura para ver a dónde nos lleva. Tal como dice Borges en su poema “A un gato”: “En otro tiempo estás. Eres el dueño/ de un ámbito cerrado como un sueño”.

Cada texto literario tiene su dificultad en menor o mayor medida, en este caso, la dificultad está relacionada con la forma en que está compuesta la novela, con párrafos largos, secciones largas y apenas unos tres capítulos, además de que se trata de personajes poco comunes que habitan un espacio imaginario utópico, no por promisorio ni mucho menos, sino porque se trata de un lugar que no puede ubicarse de manera objetiva, es un U-Topos, un lugar sin existencia ni ubicación. Una caja rodeada por un abismo y sobre esta caja a veces se enciende el sol y otras se apaga. Pensando en términos de ficción, también podríamos remitirnos a 1984 de George Orwell, y esto no quiere decir que Omar Baca presente una novela distópica. Por más extraña que parezca la novela, está más cercana a nosotros a nuestro tiempo de lo que pareciera.

Los personajes son cuatro: Pico, personaje femenino, de color gris, incluso sus ojos son grises y lleva el cuerpo cubierto por plumas; el otro personaje femenino es Muela, de color verde, con escamas y es de baja estatura, tiene ojos negros, es huesuda y trompuda; luego están dos personajes masculinos: Mugre, seboso, gordo, panzón; el otro es Pelo, un tipo grande, color morado, cubierto de pelo, tiene tres cuernos. Además del espacio, los personajes no son convencionales.

Otra dificultad está en justipreciar las obras publicadas por los coetáneos, por supuesto, es más sencillo valorar aquellos libros que llevan años o siglos en las bibliotecas y que ya fueron revisados por alguien más, ya existe alguna crítica o críticas al respecto, sin mencionar aquellos que ya forman parte del canon o de alguna biblioteca en específico.

Solamente alguien de Ciudad Juárez podría pensar en una resolución de este tipo: matar al sol. Claro, no es gratuito, ya que únicamente esta ciudad fronteriza y otra del continente africano tienen una cantidad similar de exposición solar en el año. Nuestra frontera hasta tiene sus inviernos soleados. Lo traigo a colación porque así inicia la novela: “Pico debía matar al sol”. De cualquier forma, la idea remite a El extranjero, de Albert Camus, recordemos que Meursault se siente agobiado y pierde la cabeza, a tal grado con el sol, que parece que es el que lo orilla a cometer el asesinato del árabe. Es decir, el sol, si bien no justifica la violencia, podría subrayarla o hacer más propensa su expresión.

En algún momento el sol permanece apagado por demasiado tiempo y los personajes piensan que ya murió, esto está relacionado con el daño que le hacía a Pico, pero se cuestionan que el sol ha fracasado porque no pudo matarla. Esta idea recuerda el poema “Sobre la muerte sin exagerar”, de Wislawa Szymborska, cito: “Ocupada en matar,/ lo hace torpemente,/ sin sistema, sin habilidad./ Como si con cada uno de nosotros apenas si empezara/ a aprender”. Y hablando de la muerte, en Caja se retoma la idea de Ludwig Wittgenstein, en el sentido de que, palabras más palabras menos, no se puede hablar de la muerte puesto que no coincide con la vida, no son compatibles, no ocupan el mismo espacio ni el mismo tiempo, por tanto sólo se puede hablar de lo que pasa en la vida.

Otra de las relaciones intertextuales que podrían señalarse está en El señor de las moscas, de William Golding, en varios sentidos; por alguna razón, quizá por accidente, están estos personajes en esa caja, y al estar aislados, crean de alguna manera sus propios códigos de conducta, de civilidad y supervivencia, pero en ese mismo espacio insular el objeto más trivial se vuelve imprescindible, se convierte e inviste en uno que se traduce en poder, se codicia, se ejerce poder y violencia con él, en el caso de la novela de Omar me refiero a un vaso que de un momento a otro aparece en la caja.

Esta novela está contada a partir de las perspectivas de los personajes que habitan esta caja, a la manera del cuento “En el bosque” de Ryunosuke Akutagawa y que posteriormente llevara al cine Akira Kurosawa en Rashomon. Así, vemos la realidad como lectores desde la perspectiva de Pico, de Muela, de Pelo o de Mugre. Y ya que mencionamos el cine, al leer Caja, pensé en varios momentos en esos pasajes raros, irreales, grotescos que inserta David Lynch en sus películas, pensemos en Mulholland Drive, cuando hay unos personajes como de arcilla o plastilina que aparecen en un corte, cerca de un contenedor de basura. La experiencia es inquietante, como lo es por momentos esta novela.

¿Por qué hablo de un retrato de esta generación? Son personajes egoístas, que se aburren con facilidad, pareciera que la vida debe entretenerlos. Es cierto que en los últimos años hemos vivido tiempos críticos o de crisis. Esto no es propiamente nuevo, hace más de dos mil años se aventuraron propuestas filosóficas para afrontar la realidad que les tocó vivir y que a veces se parece a la nuestra, pero en la actualidad se abocan al hedonismo, ya ni siquiera al epicureísmo, sólo se busca el placer cuando hay otras posibilidades de vivir en un momento crítico, como el estoicismo, el cinismo o el escepticismo, por mencionar algunas. Además, estos personajes se sienten constantemente humillados por los otros, pero casi siempre se trata de la percepción que cada personaje tiene de las situaciones y que es revelada por el narrador; a saber, la humillación está a menudo en la mente del humillado. Un aspecto más tiene que ver con la idea del monstruo, si en el siglo XIX destaca el vouyerismo como acto transgresor e irreverente, en este siglo XXI hay un desbordamiento por mostrarse, de diversas formas, en distintas plataformas, ya no hace falta que haya espías tratando de ver con unos prismáticos desde la ventana, hay una necesidad urgente por ser visto, por no pasar desapercibido.

Aventuremos ahora algunas interpretaciones: la caja es la mente porque es ahí donde pasa casi todo, por eso algunos personajes están a gusto en ese ámbito, otros piensan en lo que hay afuera, como en el mito de la caverna de Platón, que ante esa realidad obtusa, de cuadro paredes, se preguntan si hay algo allá afuera de la caja.

Bien podría tratarse de un grupo de amigos que se representan en estos seres irreales con sus características particulares. Otra posibilidad es que la caja es la mente de cada uno y esos personajes son los que nos habitan a cada uno nosotros, viviendo a veces con expectativas, a veces sólo buscando el placer o el descanso, a veces somos como Pico otras como Pelo, quizá como Muela o Mugre. Encerramos a nuestros monstruos en una caja para los demás no los noten. En fin, estas son sólo algunas ideas para que se internen en esta Caja y hagan sus propias lecturas y después pensarán si están de acuerdo conmigo o no. Por el momento no me queda más que la invitación a que lean la primera novela de Omar Baca.

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