ESCAFANDRA Águila o Sol | Blanca Vázquez


Por fin lo comprende mi corazón:
Escucho un canto,
Contemplo una flor:
¡Ojalá no se marchiten! 
Netzahualcóyotl

Existen voces que permanecen en la corporalidad de quienes habitamos estas tierras mesoamericanas: despojo y colonización. No podemos comprender la otredad en México si no nos permitimos ver que somos un espacio sociocultural de gran riqueza por sus múltiples diversidades. Un México que por ser ultrajado pareciera aún más profundo por sus raíces que por aquello que lo ha ido lacerando.

La Conquista y Colonia del pueblo conquistador fue lacerando la esencia de los pueblos originarios, quienes en un espacio de rebeldía fueron adoptando elementos que camuflaron las intrusiones y guardaron su identidad que ha resistido hasta estos días. No sólo flagelaron o martirizaron la carne de sus cuerpos, ni destruyeron sus palacios y espacios simbólicos de ritualidad, no sólo les arrebataron la palabra que es la llama en la que parte el reconocerse en el otro. No. Pretendieron desaparecerles de la faz, violando mujeres, insertando semilla seminal para que la culturalización se consumara, y esa tez morena sólo fuera recuerdo de una batalla ganada.

Sí menguaron sus capacidades de decisión y sus elementos culturales, pero estos pueblos rebeldes aún desde antes de la llegada de Cortés, resistieron el embate como menciona Bonfil Batalla en su libro México Profundo.[1]

“Algunos resisten hasta la extinción colectiva antes que aceptar la derrota y el sometimiento.”[2]

Hoy que se están desfragmentando las ideas de la razón instrumental nos encontramos ante nuevos paradigmas que aunque ya existían, hoy ven la luz de manera diferente. Porque aunque pareciera contradictorio y en los documentos legales nos establece a todos por igual,  nos encontramos que los derechos ancestrales de los pueblos originarios siguen siendo vulnerados, no por el español, sino por el mismo mexicano que le ha visto resistir el embate del tiempo, pero sobre todo de la violencia simbólica –olvidos, exclusiones, desprecios– negándoles el derecho de decidir de qué manera vivir sus procesos identitarios y de vida.

Estos grupos humanos han recurrido a la memoria histórica para irse conformando, van rescatando costumbres, ritos, lengua, mitos; todo lo que un grupo cultural requiere para seguir siendo.

“La vuelta al pasado se convierte en un proyecto de futuro. La conciencia de que existe una civilización recuperable permite articular firmemente la subversión."[3]

El mundo occidentalizado debiera ser reeducado en estas filosofías primigenias, porque podrían entender que el territorio no sólo es el espacio de tierra que produce, sino que hay en el espacio cosmogónico del ser, en donde convive todo ser vivo y ninguno sobrepasa al otro. Más bien, existen encuentros que han ido sosteniéndose para no ser aniquilados.

La defensa de los pueblos originarios no debiera ser moda o políticas emergentes para ganar votos o puestos políticos, se trata de una situación de vernos como humanos y no ser tratados como maniquíes para fotografiar con la cámara Minolta o para vestir con sus atuendo sólo el 15 de septiembre para decirse mexicanote, se trata de una situación de humanidad.

La rebeldía y la resistencia no debe observarse como un mero capricho cultural, sería mejor que pensáramos en ellas como palabras descolonizadoras del pensamiento que ha ido arrasando con el planeta, por ende nuestra supervivencia está en un volado de águila o sol.

Para escuchar:
* Sangre Nahuatl
* Los auténticos Otomíes.
* Kopani

Correo electrónico: itasavi1@hotmail.com
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Instagram: itasavi68
Twitter: @Blancartume
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[1] Guillermo Bonfil Batalla. México Profundo. México: Grijalbo / CONACULTA, 1990. 
[2] Op. Cit.  p. 188
[3] Op. Cit. P. 189


Imagen | Calendario Maya (imágenes de Google)

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