Sonido de cientos de gusanos satisfechos,
arrastrándose en la tierra quemada por el hombre,
el hombre ensimismado y disperso.
La piel seca queriendo untarse a la tierra,
hundida y áspera.
Cavernas llenas de moscas de la anunciación.
Saldrían los nuevos brotes sobre los cuernos.
Algunos huesos todavía unidos por la carne,
hasta que el rayo constante despegue,
hasta que su calor desteja lo que el designio ha logrado.
Era su nueva voluntad.
¿Sobrecogido?
Virgilio te contó de las bondades de aquella pestilencia:
…Y saldrían las abejas de las entrañas caducas del animal
¿Aspiró la podredumbre para escuchar el zumbido?
Cientos de larvas salieron a la superficie,
como el ruido de los hombres distraídos
lanzados a deberes finitos y sin redención.
Desde esa media luna ósea esta noche podrán apreciarse las estrellas,
será en esta ciudad tomada por dioses menores
donde algunos aún confían en la restauración.
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Más de la obra de Kenia Cano en
La otra y
La turbina.
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