DÉJAME SER EL LOBO
Desde el lado obscuro
de tu piel
me iluminas.
Déjame ser el lobo
—sombra de sed y perro y hambre—
que entra en la noche
de tu cuerpo
con pasos húmedos,
titubeantes,
por tu bosque incierto
—tu olor a mar me guía hacia tu oleaje—
para tocar adentro
la luna creciente
de tu sonrisa.
Déjame conocer
—con lengua incluso—
la obscuridad
más honda,
la más callada,
e invocar
con movimientos
repetidos,
rituales como aullidos,
la luna llena
de tu cuerpo,
la que me lleva a ti
como si fuera yo,
en tus manos,
agua
que conviertes en marea
iluminada.
TOCO TU ESPALDA
Toco minuciosamente tu espalda
desde adentro.
Tu obscuridad
es la luz de mi sexo:
das sentido,
orientación,
a esta vida.
Antes, tu espalda me condujo
a la pendiente más pronunciada
de tu cuerpo.
Tu plenitud me llena.
Sostengo tus nalgas
con mis diez dedos separados
abriendo un poco más,
con terca suavidad,
lo que ya estaba en ti muy abierto,
y entro muy lentamente
con mi sonrisa
erecta, palpitante, ciega.
Ahí eres mi convulso universo
mi obscuro paraíso táctil,
mi búsqueda de ver dentro de ti
esta revelación extrema,
mi respiración intermitente,
saber y luego no saber
lo que es entrar en trance,
como la luna cada mes
hacia su esfera,
clara u obscura.
Pero mi ciclo lunar en ti,
siempre creciente, culmina
en el sol de tu sonrisa.
Toco tu espalda desde adentro
y tu obscuridad me ilumina.
LA PASIÓN: FÓSIL MUTANTE
Soy las palabras,
las no dichas.
Las de sangre
en celo:
las de celos
que palpitan
en el silencio
de la noche.
Huella fósil
de una pasión,
un bicho.
Soy primitivo,
enamorado,
imaginario,
solar,
testigo,
irónico.
Soy mutante,
soy lo que miras,
y soy cada axolotl
en tu pecera
y fuera.
Amada
de agua
fugaz.
Mi estrella
huidiza.
Decir es
desear. Alberto Ruy Sánchez , Alfaguara, 2012.
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