RELATO 26. Sheila y el reloj | Gabriel Ledón Flores


El asfalto ardía. Sheila no sintió dolor. Tenía que llegar a su balcón.
     Como pudo, llegó a la calle primera. Todos los edificios alrededor ardían, incluido su departamento. Pensó en Ignacio y lloró. Por vez primera asumió su vida de retazos inconclusos; una vida llena de recuerdos y visiones tatuadas en una pantalla de televisor, cuya programación principal no era más que un rebobinado intermitente de ilusiones.
     Llegó a la calle primera. Se hincó bajo el arco, sus pies ampollados mostraban ya signos de quemaduras. Elevó la vista para suplicar por el paradero de Ignacio. Nada pasó. Entre la devastación, un hombre con el pantalón atorado en las rodillas vociferaba una canción de cuna, se masturbaba frenéticamente.
     «Triste pajarillo, entre las dunas crece, sus alas llegan para adornar tu cuna…, tu cuna, tu cuna, triste pajarillo, la luna cuida tus sueños amarillos…»
     —¡Oiga usted! —gritó Sheila.
     De lo alto del arco, uno de sus tensores de acero se desprendió, produciendo un violento descenso que, a su paso, dividió por la cintura cuerpo en dos.
     El hombre seguía cantando.
     «Triste pajarillo, entre las dunas crece, sus alas llegan para adornar tu cuna…, tu cuna, tu cuna, triste pajarillo, la luna cuida tus sueños amarillos…»
     Sheila, sumida en la devastación, enmudeció. Fijó su mirada en los pilares que sostenían hasta entonces el gran Arco del Milenio, se dio cuenta de que las cuarteaduras, como si de una demolición planificada se tratara, caían a pedazos.
     El arco se empezó a tambalear. Elevó la vista para suplicar por el paradero de Ignacio. Nada pasó. Supo que la ausencia de visiones era la certeza de morir. Alcanzó a ver el reloj desprendiéndose en un catastrófico cuchicheo de abandono. Alcanzó a ver el tiempo detenido.
     Cuando el reloj colapsó sobre Sheila, se abrió un agujero en el corazón de la ciudad. Aquel ojete simulaba una boca hambrienta, un viaje sin retorno, un cometa ávido de colisionar. La llaga en la avenida Revolución fue devorando cada cosa alrededor, menguando la catástrofe.
     La ciudad quedó deshabitada, extinta.
     La implosión peinó el panorama, limpio, de bello desierto.

De Óleo sobre el tiempo (Novela, Arlequín, 2015). Novedad editorial 
y libro ganador del X Premio Nacional de Novela Ignacio Manuel Altamirano.


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Gabriel Ledón Flores (Tijuana Baja California, 1984). Licenciado en Danza Escénica, egresado del Instituto Universitario de Bellas Artes de la Universidad de Colima. Beneficiario del Programa de Estímulos a la Creación y Desarrollo Artístico de Baja California en las emisiones 2008 y 2013. Obtuvo el Premio estatal de la Juventud Baja California 2013. Premio Binacional de Novela Joven Frontera de Palabras 2013, por la novela Cuando todo el mar (Fondo Editorial Tierra Adentro No. 488, 2013). Premio Nacional de Novela Ignacio Manuel Altamirano, 2015. Actualmente colabora en la revista Coma Suspensivos y dirige la compañía de danza contemporánea Cuarto Fractal.


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