El
árbitro es arbitrario por definición. Éste es el abominable tirano que ejerce
su dictadura sin oposición posible y el ampuloso verdugo que ejecuta su poder
absoluto con gestos de ópera. Silbato en boca, el árbitro sopla los vientos de
la fatalidad del destino y otorga o anula los goles. Tarjeta en mano, alza los
colores de la condenación: el amarillo, que castiga al pecador y lo obliga al
arrepentimiento, y el rojo, que lo arroja al exilio.
Los
jueces de línea, que ayudan pero no mandan, miran de afuera. Sólo el árbitro
entra al campo de juego; y con toda razón se persigna al entrar, no bien se
asoma ante la multitud que ruge.
Su
trabajo consiste en hacerse odiar. Única unanimidad del fútbol: todos lo odian.
Lo silban siempre, jamás lo aplauden. Nadie corre más que él. Él es el único
que está obligado a correr todo el tiempo. Todo el tiempo galopa, deslomándose
como un caballo, este intruso que jadea sin descanso entre los veintidós
jugadores; y en recompensa de tanto sacrificio, la multitud aúlla exigiendo su
cabeza. Desde el principio hasta el fin de cada partido, sudando a mares, el
árbitro está obligado a perseguir la blanca pelota que va y viene entre los
pies ajenos. Es evidente que le encantaría jugar con ella, pero jamás esa
gracia le ha sido otorgada. Cuando la pelota, por accidente, le golpea el cuerpo,
todo el público recuerda a su madre. Y sin embargo, con tal de estar ahí, en el
sagrado espacio verde donde la pelota rueda y vuela, él aguanta insultos,
abucheos, pedradas y maldiciones.
A
veces, raras veces, alguna decisión del arbitro coincide con la voluntad del
hincha, pero ni así consigue probar su inocencia. Los derrotados pierden por él
y los victoriosos ganan a pesar de él. Coartada de todos los errores,
explicación de todas las desgracias. Los hinchas tendrían que inventarlo si él
no existiera. Cuánto más lo odian, más lo necesitan.
Durante
más de un siglo, el árbitro vistió de luto. ¿Por quién? Por él. Ahora disimula
con colores.
EDUARDO
GALEANO (Montevideo, Uruguay, 3 de septiembre de 1940 - ib., 13 de abril de
2015), fue un periodista y escritor uruguayo,
ganador del premio Stig Dagerman, considerado como uno de los mas destacados
artistas de la literatura latinoamericana. Sus
libros más conocidos, Las venas abiertas
de América Latina (1971) y Memoria
del fuego (1986), han sido traducidos a veinte idiomas. Sus trabajos
trascienden géneros ortodoxos y combinan documental, ficción, periodismo,
análisis político e historia.
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