Destrucción masiva |
CIBERNIA
Quiere
a un hombre al que no ha conocido.
O
que conoce a través de mensajes
en
una musaraña de coincidencias.
El
que pasea las calles del mundo,
asombrado
de lo ajeno y ancho.
Busca
una morada que sustituya
el
color, el olor, el sabor de su isla.
Quiere
a una mujer que no conoce
o
ha conocido numerosas veces
en
charlas sobre vidrio, muerte, vino.
Comparten
un destino inminente.
Llega
la hora de montar la carreta.
Se
dan la mano para el último viaje,
ya
no aterrados. Compañeros.
CONGA DEL FUEGO
Tiempo
de regresar al sujeto.
El
vidrio, impávido, contempla
al
que no hallará refugio en museos.
Nadie
quiere ni su osamenta
en
colecciones de objetos perfectos
que
no han perdido la salud mórbida
del
arte convertido en mercancía.
El
cuerpo es lo más frágil, pero duradero.
Desaparece.
Se reconstituye
con
fósiles, fantasmas, y una conga
más
rabiosa que todas las existencias.
Un
extático infierno de encarnaciones
conservadas
en la hélice doble
que
lo rehace para un nuevo combate.
SALA DE ESPERA
Antes
de traspasar la cortina de fuego
quiere
que lo vistan de novia o de novio.
No
sabe la identidad de los que esperan.
Si
hubiera una manera fácil de morir.
Pero
reniega de la autoviolencia.
No
va a darle el dis/gusto a nadie.
Volverá
a ser el hijo adorado,
el
hermano perdido, el más fiel amigo;
amante
siembraritmos en piel de pergamino,
anciano
liberto que no olvida historietas
arrancadas
a fuerza de tanto latigazo.
Solamente
queda la trillada salida.
Someterse,
como todo el mundo.
a
la lenta putrefacción del espejo,
la
indiferencia que precede al cambio,
el imperativo de la biología
NOCHE OSCURA
Pobres
poetas. No tienen salida.
Solo
pueden llorar gotas amargas,
denunciar
a gañido pelado
el
suicidio genocida de la especie.
Pobres
poetas. Se reúnen en peñas
transmutadas
en sepulturas,
vagos
laberintos de banalidades,
letrinas
de ampulosas metáforas.
Pero
existe esperanza en la desesperanza.
Esos
momentos de arrebato cuando retorna
la
pentecostal babelia avasallante.
Y
ya no importa la amargura del mensaje
sino
la envoltura de inauditos pétalos
que
solo se perciben en la noche oscura.
Alfredo
Villanueva Collado (Santurce, P.R., 1944) PhD, SUNY Binghamton, NY. Profesor emérito, Eugenio María de Hostos
Community College, CUNY Primer premio de poesía
y cuento de Casa tomada, NY, 2006.
Mención cuento, Ateneo Puertorriqueño, 2006. Entre sus poemarios se cuentan Pato salvaje (Arcas 1991), Entre la inocencia y la manzana (UPR
1996), De antiguo amor (Taller del
Poeta 2004), Pan errante (Taller del
Poeta 2005), Mala leche (Taller del
poeta 2007), y Poemas Inhumanos
(Taller del Poeta, 2013). Actualmente jubilado, se dedica a la poesía, la
cocina y la cristalería checoslovaca del Art Nouveau.
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